WALDERBLOG - "El desvío de lo real"

jueves, abril 07, 2005

Sexo, morbo y farándula

Las Ultimas Noticias y, un poco más lejos, La Cuarta, han logrado colocarse a la cabeza de los medios escritos más leídos del país. Las Ultimas Noticias, del conservador grupo Edwards, derivó desde el tabloide de información institucional apreciado por la tercera edad a un tabloide de farándula respetado por dueñas de casa de edad media, oficinistas de toda ralea, quinceañeras y alguna variedad juvenil. Un grupo aparentemente heterogéneo que tiene como nexo común su fruición televisiva.

Las Ultimas Noticias, como también La Cuarta –tabloide otrora amarillo-policial del grupo Copesa- no inscriben una nueva página en la historia mediática chilena, sino que afinan o profundizan, por motivos de mercado, una vieja vertiente sensacionalista presente en la prensa universal. Un género, más bien un producto comunicacional, que mezcla notas de crónica roja y revelaciones de la intimidad ajena junto con una buena dosis de elementos fotográficos: escenas sangrientas, fotografías de figuras públicas comprometedoras y, por cierto, exhibición de desnudos o desnudos parciales. Si esto no alcanza a llenar un diario, es suficiente para titulares y llamados de portada.

La Cuarta por años había desarrollado la fórmula de crónica roja, la que derivó a la farándula de inspiración televisiva. Un giro, hecho con anterioridad por Las Ultimas, que pone a la televisión –y no necesariamente el morbo criminal- como el centro del interés nacional. La TV pasa a ser el gran escenario generador de noticias (los reporteros de Las Ultimas se sientan cada noche frente a un televisor y “reportean” desde allí sus informaciones, lo que también nos indica, por cierto, las características de fábula que puede tener un titular).

Lo que hacen estos medios es un reciclaje de la realidad mediatizada, la que es una realidad debilitada, sin densidad alguna, una realidad monocorde que muta y estandariza los diversos eventos sociales y políticos. El lector de Las Ultimas y La Cuarta no obtiene una información mediatizada, sino que lee un discurso resignificado (sobre la base del morbo y la farándula) de la información televisiva. Son los grandes intérpretes de la televisión, como también sus mejores publicistas.

La prensa sensacionalista o de farándula es una gran aplanadora de las densidades culturales. Reduce la cultura, desde la política, la economía, el arte, a una capa superficial homogénea, bajo o en la cual vive todo el entramado social. Es, claro está, una capa cultural de corte funcional, en la cual no existen diferencias, redes sociales, relaciones de poder o desigualdades económicas. Y, de haberlas, éstas responderían más a un orden natural que a una estructura política, económica o social. En este sentido, este tipo de prensa es profundamente acomodaticia, conservadora y funcional a los poderes fácticos.


La televisión, la gran fuente informativa de esta prensa, también se ajusta al modelo sensacionalista y de farándula. Basta ver el corte de los telediarios y su profusión de reportajes escabrosos o de aquella categoría llamada de “interés humano”, que no es otra cosa que la exacerbación de un dramatismo que promueve la identificación, por un lado, y la compasión, en otros casos. O basta citar también los puntos altos del rating, marcados por la farándula (Kike Morandé) o el morbo policial (Mea Culpa).

El objetivo de esta fórmula ya probada es el alto rating o lectura de diarios, lo que redunda en buenos resultados financieros. El objetivo que mueve a esta prensa es el lucro, lo que nos lleva a preguntarnos, nuevamente y necesariamente, sobre el papel de los medios de comunicación. Podemos decir que es informar y también entretener, sin embargo aquí tenemos un cruce de ambas funciones, lo que produce un híbrido que reduce la información, la trivializa, la convierte en un espectáculo. El producto que surge de esta factoría mediático-cultural es una mercancía homogenizada e insoportable en su liviandad, que amplifica, como si se tratara de una hinchazón enfermiza, el ya de por sí anodino discurso de la televisión.

Lo que tenemos es un nuevo producto que intenta representar la realidad social, como si ésta pasara siempre por la televisión. Como si la única realidad o verdad es la que está en la televisión. Todos los valores sociales son secuestrados por esta prensa, que los mantiene como rehenes. En subsidio, entrega una información elaborada con los criterios del espectáculo, la que no es más que una abierta falsificación, un remedo fútil, de los valores sociales.

El gran argumento de los ejecutivos que promueven esta prensa no es la rentabilidad, sino la demanda por el producto por parte de las audiencias. Esto, que es en cierto modo una verdad (son los programas más vistos y los diarios más leídos), es también un argumento falaz. Desde los orígenes de la teoría de la comunicación de masas se ha hablado del poder de los medios, lo que ha generado numerosas investigaciones y teorías sobre sus efectos en las audiencias. Aun cuando los medios no son el único influjo social, sí tienen la capacidad de modelar comportamientos y valores, de introducir en un grupo cambios sociales.

Al aplanar las tensiones sociales a una capa superficial y banal, estos medios, además de generar modelos de identidad, introducen una visión de la sociedad, que es también un sólido discurso de valor, de las relaciones económicas, sociales y políticas. Un discurso que reduce el cambio social a los usos, costumbres y sexualidad de las figuras de la farándula, pero bloquea, porque omite y también sanciona, desde una visión tan conservadora como la que tienen los propietarios de estos medios, cualquier otra manifestación de cambio social.


El consumo televisivo ha ido en aumento, en tanto la cobertura es prácticamente total. La vida social pasa a través de este medio y el mismo espacio público ha sido reemplazado por la TV. La exposición televisiva forma parte de la rutina diaria y sus contenidos llegan a ser necesarios como elementos de integración social (incluso como tema de conversación). La influencia de la TV llega a ser tal que muta valores y relaciones, convirtiendo sus contenidos y sus figuras en referentes más cercanos a las personas que su mismo entorno social.


Todos estos efectos se los podemos atribuir a la TV. Podríamos preguntarnos si se trata de consecuencias que derivan de los contenidos de la televisión, de su misma tecnología o de la combinación de ambas. ¿Un cambio en los contenidos nos alejaría de la TV? Sin la intención de dar una respuesta, sí podemos recordar que los medios tienen la capacidad de modelar comportamientos y valores.