WALDERBLOG - "El desvío de lo real"

jueves, abril 07, 2005

TVN y su ceguera social

La política espectáculo, aun cuando no es la única política posible, es la que tenemos. Es la política exterior que tuvimos durante el ceremonioso ritual del APEC, que no ha sido otra cosa que una grandilocuente representación de los deseos de nuestros gobernantes y empresarios. Una liturgia tecnológica posmoderna, que proyecta la digitalizada imagen-país desde los salones de cinco estrellas hasta las pantallas de televisión. Es un circuito cerrado ideológico por el que sólo transita el discurso del poder y sus propias aspiraciones: “Chile país modelo”, “Chile primer socio de China”, “Chile, plataforma de ingreso de Asia en Latinoamérica”, “Chile, a las puertas del desarrollo”. Es la neolengua orwelliana en su pleno apogeo, amplificada y modulada por periodistas funcionarios afines al discurso oficial.

La política espectáculo no es la única política. La marcha del viernes 19 de noviembre, una representación de biopolítica (concepto que nace en Foucault y reivindica el cuerpo como nuevo sujeto político ante su destrucción como individuo y colectivo) ha sido, APEC de por medio, un nuevo camino de expresión que los medios nacionales fueron incapaces de interpretar. Y en esta torpeza, en esta ignorancia, social y política, TVN ganó por kilómetros. La cobertura del foro realizada por TVN nos recordó los años de la dictadura, con periodistas sobre ideologizados y una pauteada y sesgada edición en la cual el mundo se dividía en buenos – empresarios y gobierno- y malos, que eran los manifestantes. Había que ver la CNN o la televisión española para enterarse que la expresión ciudadana en las calles era una señal política bastante más potente que la cuajada en los salones del foro.

Los periodistas de televisión permanecieron ciegos ante lo que están ideológicamente adoctrinados a no ver. La marcha, tratada como un acto pintoresco, circense, violento y, por cierto, absolutamente testimonial –que es una manera de barbarizar el evento- mostró la enorme falencia –diría irresponsabilidad- de nuestra televisión para interpretar la realidad (lo que ha de ser una función básica de la prensa). Desde el reinicio de la democracia, hace ya más de una década, la sociedad civil jamás se había volcado con tal energía y amplitud a las calles para expresar una idea, sentimiento o lo que fuere. Más de 30 mil personas, según La Tercera; 35 mil dijo El Mercurio según fuentes oficiales; 50 mil midió La Nación y más de 60 mil los organizadores, todas cifras suficientes para que el propio presidente Lagos reconociera y legitimara la marcha como una contundente señal ciudadana. Un fenómeno que nuestra televisión, muy ocupada en la farándula y en mantener un alto rating, no fue capaz de entender.

En tiempos de globalización, lo que aquí hemos visto es un provincialismo extremo o un temor desmedido (y un poco atávico) al poder. Estos reporteros y editores estiman que la política sólo se hace desde la institucionalidad o desde el espectáculo. Los periodistas desarrollaron una cobertura estandarizada, formateada y prejuiciada, lo que les impidió hacer su labor mínima, que es informar de una manera más o menos objetiva. Podría haber sido el miedo al poder, a los empresarios y al gobierno como organizador del APEC, pero más parece una expresión de autocensura generada por su cerrazón y falta de cultura social y política: no lograron ver la significación de aquella tremenda montaña de 50 o 60 mil personas que avanzaba por la Alameda. Y esto no tiene justificación. Es simplemente un mal periodismo. ¿Por qué sí pudo ver este fenómeno Alberto Pando, el corresponsal chileno de la CNN, lo mismo que otras cadenas internacionales, quienes sí destacaron la marcha como el eje central de sus informativos? ¿Por qué pudo ver con claridad esta situación Ascanio Cavallo en una columna de La Tercera? ¿Por qué hasta Ricardo Lagos Weber reconoció con satisfacción desde su jefatura de los Altos Representantes del APEC la legitimidad de la marcha? La evidencia de la torpe y ciega maquinaria que mueve nuestros informativos de televisión cae por su propio peso.


TVN ya venía dando previamente a la cumbre la nota alta. La entrevista a Colin Powell del jueves 18 de noviembre nos generó aquella extraña sensación que llamamos “vergüenza ajena”. Partimos de la base que TVN es nuestra voz oficial, por lo que cuando la periodista, cuyo nombre no retengo, le pregunta a Powell si “Chile está en la senda correcta”, es Chile, bajo la palabra tergiversada de esta periodista, quien se somete, se subyuga, a la evaluación de este vicario del imperio. Ante esta situación, podemos decir que la política comunicacional del gobierno tiene un corte goebbeliano o está inspirada en la más absoluta frivolidad.

La prensa no sólo ha de informar e interpretar la realidad social. Además ha de ser un vehículo de interrelación entre los diversos sectores de la sociedad. No le pidamos peras al olmo. Pero ahora, cuando hasta el presidente Lagos ha legitimado y oído esta marcha, la televisión, aunque sea bajo su formato de política-espectáculo, debiera incorporar a la “multitud” entre sus futuras pautas informativas.

Como televidente, exijo una mínima explicación.