La liviana máscara del fascismo
La rigidez y estrechez del escenario político chileno ha comprimido el debate. Lo ha debilitado y vaciado. En su reemplazo, ha creado una discusión artificial, acotada a la espuria constitución vigente, al sistema binominal, a la institucionalidad económica, a la oscura transición pactada. Un debate debilitado, superficial, pero especialmente falso: la discusión política chilena es excluyente, sesgada, cristalizada. Un diálogo de salón, una conversación con el pomposo acento de la oligarquía. Así como durante esta transición se ha amordazado el debate económico, estrechado sólo al modelo de mercado neoliberal, también ha sucedido con el político, reducido al bipartidismo Alianza-Concertación. Ambos casos, excluyentes y reduccionistas, ambos reflejos de la intolerancia, son las causas de la actual degradación política. De la política de las elites funcionarias y gerenciales.
Expresiones amplificadas de la estrechez y debilidad política son los medios de comunicación, instalados como herramientas para disimular ruidosamente la sombra de tales falencias. Los grandes medios de información política, que son los distintos productos, marcas y modelos del duopolio, están allí para crear un espectáculo entre cuatro paredes, para delirar sobre falsas diferencias, para enredar sobre posibles juicios y sanciones. La prensa del duopolio está allí para crear el escenario de la diferencia entre los socios del mismo club, entre los mismos compadres y la misma parentela. Para hacer de la rutina política una tragicomedia. Un pobre y triste circo matutino, un folletín vespertino, una opereta nocturna. Para rehacer la viciada y aborrecida política binominal en un guión de teleserie.
Simulación de la política y simulación de los mismos medios, levantados como canales e intérpretes de las diferencias, de las múltiples voces, como operadores de la libertad de expresión. Como centinelas de la democracia. Como fiscales de la corrupción. Entre las cuatro paredes del sistema binominal la prensa del duopolio simula objetividad e inventa diferencias. Pero dentro de esta prisión de la política también perdemos las referencias, el mismo sentido de la política. El lector y el elector, mareados, desconcertados en ese encierro, pierden la orientación misma en el espectro político.
Una rutina sólo quebrada desde el exterior. Los procesos sociales y políticos de cambio que se desarrollan en otros países latinoamericanos colocan a la prensa del duopolio en su lugar natural: la extrema derecha. Y la simulación se rompe, se caen los andamiajes de la objetividad y aparece la intolerancia más reaccionaria con todas sus telarañas. Aparece la prensa como gran muralla conservadora y máquina de confusión y mentira. El golpe de Estado en Honduras ha devuelto a la prensa del duopolio –pero no sólo a aquella- a ejercer su verdadera función: órgano de difusión de los sectores más reaccionarios y mecanismo que bloquea el cambio social. Una función con evidentes características fascistas, con opiniones pergeñadas por antiguos colaboradores de la dictadura de Pinochet. Una función política extrema modelada a través de la prensa, que en el caso de El Mercurio está inscrita en la historia reciente de Chile. El binominalismo, el coto cerrado de la economía de mercado elevada cual asunto de Estado, han sido los insumos para la gran simulación democrática de este diario. Sabemos que ante un nuevo proceso de cambio social desempolvaría los viejos y bestiales planes: el apoyo a los golpistas hondureños así como el rechazo visceral a los gobernantes de izquierda latinoamericanos son evidentes señales de un tipo de pensamiento conservador y violento hundido hasta los orígenes de nuestra malograda historia.
La Tercera acude a Mario Vargas Llosa e Hijo, las plumas más famosas del reaccionarismo latinoamericano, y hoy las más grandes maquinarias de difusión del pensamiento conservador. Un discurso que se extiende de forma orquestada a través de todos los grandes medios de derecha Latinoamericanos y amparada por las distintas asociaciones del periodismo regional. Aquellas organizaciones como la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa) o el ultra conservador GDA (Grupo de Diarios de América) han venido levantando sistemáticas campañas para denunciar supuestos abusos contra la libertad de expresión en países como Venezuela, Bolivia, Ecuador y Argentina, pero omiten pronunciarse contra la concentración de medios en Chile o la represión contra periodistas honestos en Honduras. Una virtual omisión: La SIP muy tardíamente emitió un comunicado para denunciar la expulsión de Honduras de los equipos de televisión de la venezolana teleSUR.
La función de la prensa conservadora latinoamericana es mantener el statu quo y los privilegios de las oligarquías nacionales y los inversionistas extranjeros. Un trabajo político en el que la confusión y la mentira son insumos diarios. La expresión más viva de la reacción para los tiempos de cambio social. En Chile, el duopolio sólo simula su pereza, su aparente objetividad y el guión del rutinario circo político. Bastaría un pequeño temblor social y político para que estas máscaras se vengan al suelo.
PAUL WALDER
Expresiones amplificadas de la estrechez y debilidad política son los medios de comunicación, instalados como herramientas para disimular ruidosamente la sombra de tales falencias. Los grandes medios de información política, que son los distintos productos, marcas y modelos del duopolio, están allí para crear un espectáculo entre cuatro paredes, para delirar sobre falsas diferencias, para enredar sobre posibles juicios y sanciones. La prensa del duopolio está allí para crear el escenario de la diferencia entre los socios del mismo club, entre los mismos compadres y la misma parentela. Para hacer de la rutina política una tragicomedia. Un pobre y triste circo matutino, un folletín vespertino, una opereta nocturna. Para rehacer la viciada y aborrecida política binominal en un guión de teleserie.
Simulación de la política y simulación de los mismos medios, levantados como canales e intérpretes de las diferencias, de las múltiples voces, como operadores de la libertad de expresión. Como centinelas de la democracia. Como fiscales de la corrupción. Entre las cuatro paredes del sistema binominal la prensa del duopolio simula objetividad e inventa diferencias. Pero dentro de esta prisión de la política también perdemos las referencias, el mismo sentido de la política. El lector y el elector, mareados, desconcertados en ese encierro, pierden la orientación misma en el espectro político.
Una rutina sólo quebrada desde el exterior. Los procesos sociales y políticos de cambio que se desarrollan en otros países latinoamericanos colocan a la prensa del duopolio en su lugar natural: la extrema derecha. Y la simulación se rompe, se caen los andamiajes de la objetividad y aparece la intolerancia más reaccionaria con todas sus telarañas. Aparece la prensa como gran muralla conservadora y máquina de confusión y mentira. El golpe de Estado en Honduras ha devuelto a la prensa del duopolio –pero no sólo a aquella- a ejercer su verdadera función: órgano de difusión de los sectores más reaccionarios y mecanismo que bloquea el cambio social. Una función con evidentes características fascistas, con opiniones pergeñadas por antiguos colaboradores de la dictadura de Pinochet. Una función política extrema modelada a través de la prensa, que en el caso de El Mercurio está inscrita en la historia reciente de Chile. El binominalismo, el coto cerrado de la economía de mercado elevada cual asunto de Estado, han sido los insumos para la gran simulación democrática de este diario. Sabemos que ante un nuevo proceso de cambio social desempolvaría los viejos y bestiales planes: el apoyo a los golpistas hondureños así como el rechazo visceral a los gobernantes de izquierda latinoamericanos son evidentes señales de un tipo de pensamiento conservador y violento hundido hasta los orígenes de nuestra malograda historia.
La Tercera acude a Mario Vargas Llosa e Hijo, las plumas más famosas del reaccionarismo latinoamericano, y hoy las más grandes maquinarias de difusión del pensamiento conservador. Un discurso que se extiende de forma orquestada a través de todos los grandes medios de derecha Latinoamericanos y amparada por las distintas asociaciones del periodismo regional. Aquellas organizaciones como la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa) o el ultra conservador GDA (Grupo de Diarios de América) han venido levantando sistemáticas campañas para denunciar supuestos abusos contra la libertad de expresión en países como Venezuela, Bolivia, Ecuador y Argentina, pero omiten pronunciarse contra la concentración de medios en Chile o la represión contra periodistas honestos en Honduras. Una virtual omisión: La SIP muy tardíamente emitió un comunicado para denunciar la expulsión de Honduras de los equipos de televisión de la venezolana teleSUR.
La función de la prensa conservadora latinoamericana es mantener el statu quo y los privilegios de las oligarquías nacionales y los inversionistas extranjeros. Un trabajo político en el que la confusión y la mentira son insumos diarios. La expresión más viva de la reacción para los tiempos de cambio social. En Chile, el duopolio sólo simula su pereza, su aparente objetividad y el guión del rutinario circo político. Bastaría un pequeño temblor social y político para que estas máscaras se vengan al suelo.
PAUL WALDER