WALDERBLOG - "El desvío de lo real"

viernes, septiembre 11, 2009

Adiós al Séptimo de Línea: Megavisión, el fantasma de Ricardo Claro y la telaraña nacionalista


El Fondo para creaciones audiovisuales del Consejo Nacional de TV le entregó 500 millones de pesos a Megavisión para la producción de una miniserie histórica basada en el best seller nacional Adiós al Séptimo de Línea. El subsidio público al canal privado fundado por el fallecido empresario Ricardo Claro es el mayor en la historia de estos fondos, por lo que de alguna manera significa un premio especial a esta propuesta, la que dirigirá Alex Bowen (Mi mejor enemigo, 2005) para emitirla por Megavisión durante el 2010 en el marco de las celebraciones del Bicentenario.

Adiós al Séptimo de Línea fue escrita como guión de radioteatro hacia la mitad del siglo pasado por el iquiqueño Jorge Inostroza. La historia tuvo un éxito rotundo entre fines de las décadas de los cuarenta y comienzos de los cincuentas, lo que motivó a Inostroza a convertir el relato en una monumental novela de varios volúmenes. Posteriormente, hacia finales de los setenta, en plena dictadura y para goce de los sectores más nacionalistas, la saga fue publicada en un nuevo género: fascículos ilustrados coleccionables encartados en un periódico. “La gesta heroica de 1973”, la “refundación de la patria” tenía sus antecedentes en este relato histórico-militar, levantado como la piedra angular de la nación. Adiós al Séptimo de Línea no sólo entretenía: era una gran herramienta de propaganda nacionalista.

La trama, como se sabe, es la narración más o menos cronológica de la Guerra del Pacífico, un relato que mezcla elementos reales con ficción, encauzada ésta en diversos personajes pero cuyas protagonistas son dos mujeres. Pero no está aquí su sentido. No sólo apuntaba a entretener, como cualquier radioteatro, folletín o teleserie, sino recuperaba y amplificaba un registro histórico que elevaba a la categoría de mito patriótico como emblema de identidad nacional. Es ésa su impronta desde sus orígenes, la que mantiene con ciertas complicaciones hoy en día. Según afirma El Mercurio, que le ha dado una cobertura privilegiada a esta noticia, la teleserie del radioteatro de Inostroza era uno de los grandes proyectos de Ricardo Claro, una figura cuyos rasgos ideológicos y políticos son bastamente conocidos. Volver a popularizar esta historia en los inicios del siglo XXI es reforzar, una vez más, un imaginario colectivo apoyado no sólo en los más “profundos sentimientos patrióticos”, sino además en el expansionismo, en el militarismo, en la tensión regional.

¿Por qué un episodio que había ocurrido unos 60 años atrás suscitaba en la década de los cuarenta tanto interés y pasión en los auditores? El crítico cultural Justo Pastor Mellado, en un análisis sobre esta obra, levanta una conjetura sobre el enorme éxito del radioteatro hacia finales de aquella década. La obra de Inostroza “habla un cierto inconsciente de la reparación chilena sustitutiva, deseosa de poner en escena una epopeya de expansión en los momentos en que sufre su propia subordinación frente a una expansión mayor cuyo flujo resulta incontenible: la era kennedyana, la Alianza para el Progreso. Es decir: en el momento mismo que se hace manifiesta la certeza de la subordinación neocolonial, se desarrolla una sensibilidad patriota a partir de la recuperación de glorias expansionistas pretéritas. Esta podría ser una de las razones “literarias” del éxito de Adiós al Séptimo de Línea”

Hoy, sesenta años desde la emisión del radioteatro, no sabemos si es otra la niebla que cruza el inconsciente colectivo de la nación, pero sí surgen ciertas sospechas sobre una profunda mutación (más de ello conoceremos una vez estrenada la serie). Lo que sí ha cambiado respecto a la década de 1940 es el entorno político nacional, regional y mundial. Pero otros rasgos políticos, sociales y culturales se mantienen, como la neocolonización, que sigue siendo hoy tan intensa y evidente como entonces, o los impulsos nacionalistas, que pese a los procesos de integración regional, allí están latentes.

El gran cambio está en el pensamiento colectivo respecto a la función del Ejército chileno. Tras el golpe, la dictadura y tras los crímenes de lesa humanidad cometidos por militares, las fuerzas armadas chilenas han opacado su historia. La identificación popular del Ejército con la Guerra del Pacífico derivó a su relación con las violaciones a los Derechos Humanos.

Programas de televisión como Pelotón, a la misma publicidad del Ejército para reclutar personal, que ha mutado los llamados al patriotismo por imágenes que remiten a aventuras cinematográficas, tratan de alivianar el peso de la historia reciente sobre las fuerzas armadas. Una teleserie transmitida por Megavisión y amparada por el fantasma de Ricardo Claro tiene como objetivo no solo ahondar en este proceso de limpieza. Busca también colocar a las fuerzas armadas como el emblema de la patria, la militarización del inconsciente colectivo y reforzar los privilegios militares. Un proceso que podría tener un efecto contrario al deseado.

Una vuelta a los más fervorosos y polvorientos nacionalismos expresada hoy no por fusiles y bayonetas sino por F-16, tanques y fragatas, sería oscurecer más las endebles relaciones con los países vecinos. Y no es ésa la mejor señal para la celebración del Bicentenario.

PAUL WALDER