¡Esta es de macho!
La campaña previa ha impulsado la campaña electoral. No solo por aquel debate, (expectativas convertidas en un fiasco para los cuatro millones de espectadores del lunes 25 que en busca de una discusión se encontraron con dos entrevistas), sino por la incorporación de un tercer rival a la arena callejera. Hoy no solo tenemos los enormes paneles amarillos con una Soledad Alvear que escudriña el horizonte; ya han aparecido en las esquinas, como un anuncio de la primavera –y que no parezca esta aventurada metáfora un pronóstico- los volantes de Bachelet y Lavín. La campaña electoral, podemos ya anunciar, avanza, aunque solo lo haga los fines de semana.
A la doble entrevista le siguió una cita exclusiva el domingo 1 de mayo, con un Lavín reciclado en lo que faltó el 25 de abril: de aquella figura de alcalde obsecuente ha surgido un clásico candidato chileno con “los pantalones bien puestos”. Lo que no tienen las señoras lo ha rentabilizado Lavín: hablamos de sexo, que no es hablar de género. La imagen tradicional del macho político seguro de sus actos, bastante desprestigiada y vapuleada, condición esquivada con bastante éxito por Lavín durante años, ha sido reencarnada en él mismo. Del conciliador edil de propuestas domésticas y algo estrambóticas tenemos a un severo candidato con promesas políticas y sociales.
Haremos un ejercicio. Si la semana pasada hubiéramos tenido un observador internacional, ajeno a la política chilena, a quien le hubiéramos preguntado quién encarna en Chile la izquierda y quién la derecha, es muy probable que nos hubiera respondido que Lavín, que no ha tenido reparos en hablar de impuestos, desigualdad social y otras materias que el lunes anterior hicieron palidecer a las señoras. Los variados discursos expresan una mezcla programática que conduce a la confusión ideológica, la que sólo es identificada por una imagen, como si se tratara de una marca, de un producto de consumo masivo.
Cualquier análisis o forma de ingresar al terreno político electoral habrá que hacerlo desde la imagen mediática, que es el producto. A partir de allí las estrategias de posicionamiento o simple comercialización, que por cierto ya no son políticas, sino comunicacionales y más cercanas al marketing y la publicidad.
Nada de ello ha de sorprendernos. Es la forma de hacer campaña, dirán en los partidos, en el gobierno y en otra oficialidad. Será lo que tenemos, lo que hay, pero no es, en ningún caso, lo que deseamos. Podríamos decir también que es lo que nos merecemos, pero sería entrar en una reflexión que se hundiría en varias décadas de la historia, tanto la nuestra como la ajena.
El falso debate de la Concertación, no tuvo claras ganadoras aun cuando especialistas y otros observadores afirmaron que Alvear había estado más solvente. Una apreciación de oficina, que no fue compartida por el público, que apoyó de manera más o menos contundente a Michelle Bachelet. Como parte de esa casta de observadores, también vi más segura a Soledad Alvear, percepción que no quita ni agrega. Lo decisivo es que este tipo de entrevistas no alteran las intenciones de voto. Como en el fútbol, deporte que no practico ni sigo y tal vez una nada feliz comparación, los hinchas apoyan a su equipo más allá de sus desempeños puntuales.
En cierto modo, la campaña presidencial ha comenzado desde el momento que Bachelet y Alvear se destacaron como las figuras más atractivas de la Concertación, lo que es una apreciación que se relaciona con la empatía y también con las comunicaciones. Si los medios dicen que son las mejores, esta afirmación se apoyará en las encuestas. Si más tarde el vecino y nuestras amistades lo reafirman, con mayor razón. Si Lavín va de perdedor, posiblemente mantendrá la tendencia.
Las imágenes públicas no son, en ningún caso estáticas. El falso debate generó a través de los medios la percepción de nerviosismo y carencia de propuestas, ideas que se han traspasado hacia el electorado. Y es éste el espacio vacío ocupado por Lavín, que ha reingresado a la campaña como un defensor de las igualdades sociales y una máquina de soluciones. En medio de la confusión ideológica, de la inercia y los temores de la Concertación, éste podría ser –y así lo estamos viendo- la estrategia futura del antiguo alcalde. Porque no se trata de política, sino de eficiencia en el marketing y las comunicaciones.
A la doble entrevista le siguió una cita exclusiva el domingo 1 de mayo, con un Lavín reciclado en lo que faltó el 25 de abril: de aquella figura de alcalde obsecuente ha surgido un clásico candidato chileno con “los pantalones bien puestos”. Lo que no tienen las señoras lo ha rentabilizado Lavín: hablamos de sexo, que no es hablar de género. La imagen tradicional del macho político seguro de sus actos, bastante desprestigiada y vapuleada, condición esquivada con bastante éxito por Lavín durante años, ha sido reencarnada en él mismo. Del conciliador edil de propuestas domésticas y algo estrambóticas tenemos a un severo candidato con promesas políticas y sociales.
Haremos un ejercicio. Si la semana pasada hubiéramos tenido un observador internacional, ajeno a la política chilena, a quien le hubiéramos preguntado quién encarna en Chile la izquierda y quién la derecha, es muy probable que nos hubiera respondido que Lavín, que no ha tenido reparos en hablar de impuestos, desigualdad social y otras materias que el lunes anterior hicieron palidecer a las señoras. Los variados discursos expresan una mezcla programática que conduce a la confusión ideológica, la que sólo es identificada por una imagen, como si se tratara de una marca, de un producto de consumo masivo.
Cualquier análisis o forma de ingresar al terreno político electoral habrá que hacerlo desde la imagen mediática, que es el producto. A partir de allí las estrategias de posicionamiento o simple comercialización, que por cierto ya no son políticas, sino comunicacionales y más cercanas al marketing y la publicidad.
Nada de ello ha de sorprendernos. Es la forma de hacer campaña, dirán en los partidos, en el gobierno y en otra oficialidad. Será lo que tenemos, lo que hay, pero no es, en ningún caso, lo que deseamos. Podríamos decir también que es lo que nos merecemos, pero sería entrar en una reflexión que se hundiría en varias décadas de la historia, tanto la nuestra como la ajena.
El falso debate de la Concertación, no tuvo claras ganadoras aun cuando especialistas y otros observadores afirmaron que Alvear había estado más solvente. Una apreciación de oficina, que no fue compartida por el público, que apoyó de manera más o menos contundente a Michelle Bachelet. Como parte de esa casta de observadores, también vi más segura a Soledad Alvear, percepción que no quita ni agrega. Lo decisivo es que este tipo de entrevistas no alteran las intenciones de voto. Como en el fútbol, deporte que no practico ni sigo y tal vez una nada feliz comparación, los hinchas apoyan a su equipo más allá de sus desempeños puntuales.
En cierto modo, la campaña presidencial ha comenzado desde el momento que Bachelet y Alvear se destacaron como las figuras más atractivas de la Concertación, lo que es una apreciación que se relaciona con la empatía y también con las comunicaciones. Si los medios dicen que son las mejores, esta afirmación se apoyará en las encuestas. Si más tarde el vecino y nuestras amistades lo reafirman, con mayor razón. Si Lavín va de perdedor, posiblemente mantendrá la tendencia.
Las imágenes públicas no son, en ningún caso estáticas. El falso debate generó a través de los medios la percepción de nerviosismo y carencia de propuestas, ideas que se han traspasado hacia el electorado. Y es éste el espacio vacío ocupado por Lavín, que ha reingresado a la campaña como un defensor de las igualdades sociales y una máquina de soluciones. En medio de la confusión ideológica, de la inercia y los temores de la Concertación, éste podría ser –y así lo estamos viendo- la estrategia futura del antiguo alcalde. Porque no se trata de política, sino de eficiencia en el marketing y las comunicaciones.