WALDERBLOG - "El desvío de lo real"

viernes, septiembre 09, 2005

El coro


Diario Siete no es sólo un nuevo medio de información general en el mercado, o un diario que utiliza el léxico “dictadura” y no las expresiones “régimen militar”, como en La Tercera, o “gobierno del presidente Pinochet”, como lo ha hecho y aún lo hace El Mercurio. El nuevo medio expresa una visión, un espíritu social, y, con mayor precisión, cultural, por años y décadas marginado al mundo privado y, en casos aislados, a medios escritos quincenales y digitales. Hablamos de una percepción social, de un imaginario colectivo, que es algo mucho más amplio y complejo que una doctrina política y económica o una ideología.

La década pasada y los años que llevamos de la actual han estado dominados por lo que Ignacio Ramonet llama el pensamiento único, que es, de algún modo, un compendio cultural acotado básicamente a los intereses de los poderes económico y político y canalizado a través de medios afines que operan cual sus filiales dependientes. Una forma de vida modelada por estos poderes, con sus aspiraciones y preocupaciones, con sus prioridades y objetivos, es encauzada y reforzada a través de la televisión, la prensa escrita y la radio.

El espíritu de los medios de comunicación chilenos se nutre de este compendio cultural, un pensamiento único que, en nuestros casos, es el pensamiento de una clase que ha convertido sus prioridades e inquietudes en las del país. Más de una década bajo una sola idea de modelo de economía, de régimen político, de sociedad, conduce a la privación de ideas. Lo mismo da las decenas de diarios y radios de la misma cadena: se trata de centenares de voces que reproducen la voz del amo. Se trata de un remedo construido, en el mejor de los casos, mediante los clásicos géneros periodísticos (crónica informativa, reportaje, opinión) o, como lo hace la televisión, mediante un confuso mix de géneros elaborado bajo criterios de rating.

La cobertura política, económica y social de la prensa escrita reproduce en un discurso homogéneo las reflexiones del amo. Un discurso que en una aparente naturalidad es sólo capaz de expresar una imagen fragmentaria de la realidad social. Es la visión desde el lugar que se ocupa en el sistema social, el que amplifica lo más cercano, lo más familiar y apreciado y aleja y disminuye -y en no pocas ocasiones margina - los eventos menos familiares, desconocidos e incomprendidos. Es una visión burguesa, en el peor sentido del término, que sólo puede mirarse a sí misma y siente terror por todo lo que representa al otro, que no sólo no comprende ni tolera, sino también sanciona. Esta prensa, que siente y expresa sus intereses como si éstos fueran universales, es incapaz de canalizar los modos de vida de las llamadas minorías, que en Chile son, pese a su carencia de poder, grandes mayorías, desde las etnias a los pobres. Ante estas “minorías” los medios intentan imponer una voz única que fuerza a una imposible y absurda integración. Es la imposición de una cultura ajena que conduce a la sequedad reflexiva y a la degradación de la propia cultura.

Muchos canales de televisión, aún más radios y decenas de periódicos que piensan y hablan lo mismo, que, tal vez de manera involuntaria, construyen un país unidimensional intolerante y discriminador. Es una prensa complaciente, que busca generar un artificial clima de debate político pero se aterra ante la desnuda crítica. Todo lo que está fuera de la institucionalidad está prohibido, como una reflexión sobre el modelo económico, la constitución de 1980 o la actual condición de la etnia mapuche. Se trata no de una prensa pluralista, sino de una información sesgada e interesada, que fluye retocada de verdad.

Los medios pueden identificarse según su posición política, pero su verdadera identidad está ligada con la percepción que tienen del imaginario social y cultural. Aquel mosaico movedizo que conforma las culturas, que es diverso por definición, no ha sido representado ni reproducido por nuestros actuales medios de información general, como tampoco por la radio y la televisión, los que, por motivos mercantiles o ideológicos, canalizan e intentan relacionar el cuerpo social con el modelo de país evocado por economistas y empresarios.

Columna publicada en Punto Final