¡¡¡¡BUENOS-DIAS-CHIIILEEEEE!!!!,
Oigo, tal vez escucho, los matinales de la TV, que también se miran con algo de espanto, de sorpresa, y siempre de reojo. “No puede ser”, pienso cuando oigo con la estridencia que tiene un despertador ¡¡¡¡BUENOS-DIAS-CHIIILEEEEE!!!!, enunciado que me anuncia el nuevo día, una jornada de tercermundismo urbano, de delincuencia juvenil o de la sexualidad televisiva. Lo oigo, sin querer oírlo, en un bus que avanza raudo por la Ruta 5 hacia San Fernando.
El matinal es el promedio, la estadística básica, es espectáculo cotidiano, pero es también modelo y norma. Es la dictadura de esta chilenidad, de nuestra precariedad mediatizada.