La paradojal mirada a la televisión pública
La renovación de parte del directorio de Televisión Nacional de Chile (TVN) ha levantado no sólo una agria discusión entre el gobierno y la oposición, sino que ha trasparentado la visión que tiene la clase política chilena acerca del papel de la televisión pública. Una mirada que, al tenor del debate, parece considerar a la televisión una trinchera de bandos políticos. Para ambas coaliciones, la Concertación gobernante y la Alianza de derecha, la función de esta emisora apuntaría a crear una imagen del país que equilibre las posiciones partidistas. El denominado “canal de todos los chilenos” más parece ser el canal de todos los partidos.
En medio de la discusión por el espacio partidario al interior de la emisora, ha surgido, como débiles voces en medio del estridente ruido político, la necesidad de debatir la calidad de los contenidos del canal público. El senador oficialista Juan Antonio Gómez, que ha de refrendar o impugnar las propuestas de La Moneda al directorio de TVN, ha dicho que el tema de fondo no es quién sea director, sino qué significa serlo y qué funciones cumple. Una pregunta aún sin respuesta que ha de planteársela también una buena parte de la audiencia nacional.
Es un hecho que todo el sector político le otorga una enorme importancia a la televisión como agente informativo, en especial por las próximas elecciones: unas municipales el 2008 y las presidenciales el 2009. Una preocupación orientada a contener las fuerzas del bando contrario, la que olvidaría el sentido primordial y último de esta televisión pública, que es, según sus estatutos, garantizar la pluralidad, la expresión de todas las diversidades, sean éstas culturales o étnicas.
Cuando hace poco más de año atrás asumió el actual presidente del directorio de TVN, Francisco Vidal, ex ministro del Interior durante el gobierno de Ricardo Lagos, éste también se quejaba de los contenidos de los informativos, que evitando la política partidista y los problemas relacionados, abusaban hasta la extenuación de la crónica roja. El mismo Vidal decía que no era posible que la televisión pública dedicara por 40 o 50 minutos a tratar hechos policiales. El pluralismo –decía- no se agota sólo en lo político; también existe en lo social, cultural, ideológico, territorial”. Un año más tarde, durante la segunda semana de julio, Vidal mantenía sus críticas: lo más distorsionado que hay en Chile es la oferta informativa, porque no satisface las demandas ciudadanas ni representa a la sociedad.
Vidal se refería a la fuerte concentración del poder mediático en Chile, concentración de la propiedad y también de la información, la que circula por pocos y poderosos medios privados de tendencia muy conservadora. En la prensa escrita aproximadamente el 95 por ciento de las ventas está en manos de los periódicos de dos consorcios, El Mercurio y La Tercera. En la televisión, aproximadamente un 75 por ciento de la audiencia promedio corresponde a emisoras privadas, algunas, como Megavisión y Chilevisión, pertenecientes a empresarios con una clara marca política hacia la derecha. Tanto así, que Sebastián Piñera, dueño de Chilevisión, fue candidato a la presidencia de la República el 2006 y está ya en vías de relanzar su candidatura para el 2009. La comparación con un Berlusconi se hace inevitable.
Ante este escenario, Vidal ha dicho que un canal como TVN, abierto a todas las tendencias, es absolutamente necesario. Pese a las evidentes necesidades, y pese a tener la primera audiencia nacional, TVN no ha ejercido con la profundidad requerida ese pluralismo, lo que está constatado por el mismo Vidal y por todos los investigadores y observadores de medios.
Estudios sobre los informativos nacionales señalan que gran parte de las noticias emitidas corresponden a casos policiales, que en el canal privado Chilevisión, del ciudadano Piñera, alcanza a la mitad del tiempo de emisión.Un sondeo realizado por el diario público La Nación constató que el 51 por ciento de las informaciones del noticiario central de ese canal responden a algún tipo de violencia. Pero los otros no se quedan atrás: el también privado Megavisión dedica un 44,8 por ciento de sus espacios informativos a delincuencia; Canal 13, ligado a la Iglesia Católica, un 37,6 por ciento y TVN un 22,4.
Este análisis trasciende a los partidos y a los mismos ejecutivos de TVN. De forma más o menos periódica son oídos los reclamos de diversas agrupaciones y organizaciones, tanto académicas y sociales, que demandan un giro en la información televisiva, por lo menos en el canal público. Pero tal vez el dato más sorprendente lo constituyen las encuestas que realiza el Consejo Nacional de Televisión (CNTV). El último sondeo ha revelado que el 90 por ciento de las dueñas de casa, que es el segmento más expuesto a la televisión, exigen mayor regulación en este medio, lo que también más calidad.
La dueña de casa, que es el público del matinal y las telenovelas, reclama por la mala calidad general de la programación, por la escasez de programación cultural y por el lenguaje, que halla “grosero”. Abierta preocupación cuando la televisión pasa a ser un espejo social a imitar para sus hijos.
Aparentemente pocos están conformes con los contenidos de la televisión chilena, pero la exposición a este medio, de forma paradojal, aumenta. Podemos entender que es un consumidor poco exigente, con pocas alternativas de diversión, que, pese a su molestia, recibe lo que hay.
Ante estas cifras, publicadas por el CNTV, la televisión se instala como la principal fuente informativa. Aproximadamente un 80 por ciento de las personas afirma que su principal fuente informativa es la televisión, en tanto apenas tres de cada diez hombres lee habitualmente un periódico. A diferencia de la TV, cuyo consumo se ha mantenido más o menos estable durante los últimos tres años, el uso de la radio como medio informativo o de entretención, así como los niveles de lectura de diarios, han decaído.
Las personas han señalado que desean una mayor programación cultural, contenido que es escaso en la televisión y que asocian con buena calidad. Sin embargo, al observar la respuesta que tiene este tipo de programación salta a la vista una tremenda paradoja: prácticamente nadie ve estos espacios. Una encuesta del CNTV del año pasado concluyó que el programa cultural que más rating generó logró doce puntos. Por lo general, este tipo de oferta no logra apuntarse más de siete puntos de rating, y en no pocas ocasiones no llega ni a los tres. Comparativamente, una buena audiencia, como la de una telenovela exitosa o un programa de espectáculos, supera los 20 puntos y puede llegar a elevarse sobre los 30 o más.
Para los chilenos, pero tal vez para los espectadores de otras latitudes, ver la televisión es simple entretención. Es cualquier cosa menos cultura.
En medio de la discusión por el espacio partidario al interior de la emisora, ha surgido, como débiles voces en medio del estridente ruido político, la necesidad de debatir la calidad de los contenidos del canal público. El senador oficialista Juan Antonio Gómez, que ha de refrendar o impugnar las propuestas de La Moneda al directorio de TVN, ha dicho que el tema de fondo no es quién sea director, sino qué significa serlo y qué funciones cumple. Una pregunta aún sin respuesta que ha de planteársela también una buena parte de la audiencia nacional.
Es un hecho que todo el sector político le otorga una enorme importancia a la televisión como agente informativo, en especial por las próximas elecciones: unas municipales el 2008 y las presidenciales el 2009. Una preocupación orientada a contener las fuerzas del bando contrario, la que olvidaría el sentido primordial y último de esta televisión pública, que es, según sus estatutos, garantizar la pluralidad, la expresión de todas las diversidades, sean éstas culturales o étnicas.
Cuando hace poco más de año atrás asumió el actual presidente del directorio de TVN, Francisco Vidal, ex ministro del Interior durante el gobierno de Ricardo Lagos, éste también se quejaba de los contenidos de los informativos, que evitando la política partidista y los problemas relacionados, abusaban hasta la extenuación de la crónica roja. El mismo Vidal decía que no era posible que la televisión pública dedicara por 40 o 50 minutos a tratar hechos policiales. El pluralismo –decía- no se agota sólo en lo político; también existe en lo social, cultural, ideológico, territorial”. Un año más tarde, durante la segunda semana de julio, Vidal mantenía sus críticas: lo más distorsionado que hay en Chile es la oferta informativa, porque no satisface las demandas ciudadanas ni representa a la sociedad.
Vidal se refería a la fuerte concentración del poder mediático en Chile, concentración de la propiedad y también de la información, la que circula por pocos y poderosos medios privados de tendencia muy conservadora. En la prensa escrita aproximadamente el 95 por ciento de las ventas está en manos de los periódicos de dos consorcios, El Mercurio y La Tercera. En la televisión, aproximadamente un 75 por ciento de la audiencia promedio corresponde a emisoras privadas, algunas, como Megavisión y Chilevisión, pertenecientes a empresarios con una clara marca política hacia la derecha. Tanto así, que Sebastián Piñera, dueño de Chilevisión, fue candidato a la presidencia de la República el 2006 y está ya en vías de relanzar su candidatura para el 2009. La comparación con un Berlusconi se hace inevitable.
Ante este escenario, Vidal ha dicho que un canal como TVN, abierto a todas las tendencias, es absolutamente necesario. Pese a las evidentes necesidades, y pese a tener la primera audiencia nacional, TVN no ha ejercido con la profundidad requerida ese pluralismo, lo que está constatado por el mismo Vidal y por todos los investigadores y observadores de medios.
Estudios sobre los informativos nacionales señalan que gran parte de las noticias emitidas corresponden a casos policiales, que en el canal privado Chilevisión, del ciudadano Piñera, alcanza a la mitad del tiempo de emisión.Un sondeo realizado por el diario público La Nación constató que el 51 por ciento de las informaciones del noticiario central de ese canal responden a algún tipo de violencia. Pero los otros no se quedan atrás: el también privado Megavisión dedica un 44,8 por ciento de sus espacios informativos a delincuencia; Canal 13, ligado a la Iglesia Católica, un 37,6 por ciento y TVN un 22,4.
Este análisis trasciende a los partidos y a los mismos ejecutivos de TVN. De forma más o menos periódica son oídos los reclamos de diversas agrupaciones y organizaciones, tanto académicas y sociales, que demandan un giro en la información televisiva, por lo menos en el canal público. Pero tal vez el dato más sorprendente lo constituyen las encuestas que realiza el Consejo Nacional de Televisión (CNTV). El último sondeo ha revelado que el 90 por ciento de las dueñas de casa, que es el segmento más expuesto a la televisión, exigen mayor regulación en este medio, lo que también más calidad.
La dueña de casa, que es el público del matinal y las telenovelas, reclama por la mala calidad general de la programación, por la escasez de programación cultural y por el lenguaje, que halla “grosero”. Abierta preocupación cuando la televisión pasa a ser un espejo social a imitar para sus hijos.
Aparentemente pocos están conformes con los contenidos de la televisión chilena, pero la exposición a este medio, de forma paradojal, aumenta. Podemos entender que es un consumidor poco exigente, con pocas alternativas de diversión, que, pese a su molestia, recibe lo que hay.
Ante estas cifras, publicadas por el CNTV, la televisión se instala como la principal fuente informativa. Aproximadamente un 80 por ciento de las personas afirma que su principal fuente informativa es la televisión, en tanto apenas tres de cada diez hombres lee habitualmente un periódico. A diferencia de la TV, cuyo consumo se ha mantenido más o menos estable durante los últimos tres años, el uso de la radio como medio informativo o de entretención, así como los niveles de lectura de diarios, han decaído.
Las personas han señalado que desean una mayor programación cultural, contenido que es escaso en la televisión y que asocian con buena calidad. Sin embargo, al observar la respuesta que tiene este tipo de programación salta a la vista una tremenda paradoja: prácticamente nadie ve estos espacios. Una encuesta del CNTV del año pasado concluyó que el programa cultural que más rating generó logró doce puntos. Por lo general, este tipo de oferta no logra apuntarse más de siete puntos de rating, y en no pocas ocasiones no llega ni a los tres. Comparativamente, una buena audiencia, como la de una telenovela exitosa o un programa de espectáculos, supera los 20 puntos y puede llegar a elevarse sobre los 30 o más.
Para los chilenos, pero tal vez para los espectadores de otras latitudes, ver la televisión es simple entretención. Es cualquier cosa menos cultura.