WALDERBLOG - "El desvío de lo real"

lunes, mayo 05, 2008

Crisis alimentaria, efectos del capitalismo hipertrofiado


Podría ser otra burbuja, pero esta vez con efectos siniestros y mortales. La ética de los mercados, de los apostadores de las bolsas y otros jugadores, sólo tiene un objetivo numeral, que es la ganancia fácil, a corto plazo, la multiplicación instantánea de los beneficios. Desde que los grandes tahúres mundiales vieron un nuevo espacio de especulación en los alimentos –un bien por definición necesario, vital- su precio se ha desbandado. Lo que los operadores de mercados habían venido haciendo, que es la inversión y especulación, en áreas como las finanzas, la vivienda, los servicios de toda índole, más adelante lo hicieron con fuerza y obstinación en las materias primas. Hoy, bien sabemos, el cobre, el petróleo, el oro y otros commodities, marcan precios históricamente altos, y sin señales de retroceso. Ahora, como la última vuelta a la misma tuerca, es también el momento de los alimentos.

La ambición, que es la naturaleza propia de estos mercados, del capitalismo a fin de cuentas, ha descubierto un nuevo foco de negocio en un bien tan humilde como los alimentos básicos, los granos, desde el arroz, el trigo, el maíz, la soya, todos de consumo humano o animal. Especular con los granos, con los cereales, es apretar la cadena alimentaria desde la base. Elevar su precio, que en la actualidad ha sido en no pocos casos doblarlo, es desde luego trasladar esta carestía a todos los otros alimentos, como, por ejemplo, la leche o la carne, que son derivados de los granos. Un grano como la soya, que también ha subido de forma histórica su precio, se emplea básicamente como alimento animal, empujando al alza, por cierto, todo el espectro alimentario calórico. Según información de la Food and Agriculture Organization (FAO, entre marzo del 2007 y abril del 2008 los aumentos de algunos precios internacionales han sido los siguientes: el arroz ha subido un 163 por ciento; el trigo, 110; maíz, 45 por ciento, lácteos, un 70 por ciento.

El fenómeno, iniciado hace ya más de un año, ha derivado en el 2008 hacia rasgos de crisis mundial con efectos no sólo en una nueva crisis humanitaria en los países más pobres y débiles, como el Africa subsahariana o algunos caribeños y centroamericanos, sino en una fuente cierta de desestabilización social y política. Las advertencias han venido de forma insistente y dramática desde todas las agencias internacionales, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la FAO, y, por cierto, las Naciones Unidas. Su secretario general, el coreano Ban Ki-Moon habla de “una auténtica crisis mundial”.

“Cualquier muerte por hambre es un asesinato”

Aun más enfático y dramático en su alarma ha sido el relator de las Naciones Unidas para la alimentación, el suizo Jean Ziegler. La potencia de sus palabras queda en evidencia: “Cada cinco segundos, un niño menor de diez años muere de hambre o por sus secuelas inmediatas. Más de 6 millones en 2007. Cada cuatro minutos, alguien pierde la vista debido a la falta de vitamina A. Hay 854 millones de seres humanos gravemente infraalimentados, mutilados por el hambre permanente”.”Esto ocurre en un planeta que rebosa de riquezas. Por tanto, esta masacre cotidiana por el hambre no obedece a ninguna fatalidad. Detrás de cada víctima hay un asesino. El orden mundial actual no sólo es mortífero, además es absurdo. La masacre está instalada en una normalidad inmóvil. Cualquier muerte por hambre es un asesinato”.
En el corto plazo, y tal vez en el mediano, no hay ninguna señal de una caída o disminución en los precios. Todos los factores juegan en contra, amplificando el síndrome. Otras causas son los miedos atávicos a la carencia de un bien tan básico y fundamental como el arroz o el maíz, lo que ha generado todo tipo de reacciones que presionan aún más en los precios. La ONU, la FAO, el FMI o el BM sólo pueden alarmarse. Ante el mercado, ante ya varias décadas de liberación de los mercados, fenómeno, recordemos, promovido con entusiasmo a toda prueba por agencias como el mismo BM y el FMI, y claro está, por la hoy en decadencia OMC (Organización Mundial de Comercio), es poco lo que se puede hacer. Y a los actuales precios, hasta la ayuda humanitaria será escasa. Entre las causas, complejas y enrevesadas, de tan brutal inflación, es posible detectar las siguientes:


*Las crisis hipotecarias y financieras, la inestabilidad en los mercados de divisas, el complejo panorama económico que sufre la economía estadounidense han presionado a los inversionistas y especuladores a buscar otros tipos de instrumentos de inversión. Ya no tanto los bonos y otra diversidad de papeles y derivados de esos papeles, sino el retorno a lo clásico: materias primas, en un comienzo, y ahora los granos. Un ingreso impetuoso, que ha duplicado en varios rubros los precios colocándolos en niveles históricos. Pero esta vez el casino financiero tiene efectos perversos directos: como ha dicho el director de la FAO, el senegalés Jacques Diouf, por cada punto porcentual que suben los alimentos son 16 millones las personas en el mundo que se condenan al hambre, a la muerte.

*Hay otro factor inmediato que ha influido en el aumento de los precios y su especulación. El alza del petróleo, que es también un efecto de la especulación, tiene una doble consecuencia en la carestía de los granos. Está, de partida, el mayor costo en el transporte de los alimentos, y está, en un lugar predominante, el uso de los alimentos como insumo para elaborar biocombustibles.


*La economista Vandana Shiva escribió hace unas semanas un artículo sobre los biocombustibles, sobre su tremendo impacto en el precio de los alimentos y su prácticamente nulo efecto sobre el mercado de los combustibles. “Un remedio peor que la enfermedad” alerta. El primer efecto está más que claro: “El presidente de EEUU ha prometido el pasado diciembre un gran salto en la producción de biocombustibles de aquí a 2020. Eso empuja a tal punto al alza la demanda y los precios del grano, que los pobres van a quedar literalmente fuera de los mercados de alimentos”.

El segundo efecto, dice, ya comienza a observarse. “Las cuentas también valen para los EEUU, si en lo venidero, y conforme a las previsiones del gobierno, se dedica el 20% de la cosecha de maíz a la producción de etanol. Con la cantidad de combustible así producido, sólo puede substituirse el uno por ciento del consumo anual de petróleo. Si se usara toda la cosecha de maíz para la producción de etanol, podría substituirse un escaso 5% del actual consumo de petróleo. ¿Quién puede sostener seriamente que aquí se perfila una alternativa para enfrentarse a la tan temida clausura de las fuentes del petróleo?”


El mercado, aquel libre juego de la oferta y la demanda, es hoy un chiste cruel. Porque esta crisis especulativa no tiene relación con la oferta y la demanda. La crisis sucede en un periodo de producción normal, incluso de expansión de la producción. El exceso, la redundancia, la hipertrofia capitalista, la globalización nihilista, el libre mercado llevado al paroxismo es lo que ha conducido a la situación actual, que no sólo es la condena a muerte de millones de personas. Es también el comienzo del repliegue de los mercados tal como los hemos conocido durante las últimas décadas, lo que se observa en el actual caos comercial, en el miedo, el pánico, en el desabastecimiento. Los miedos ancestrales que han angustiado a tantas generaciones vuelven a expresarse en toda su brutalidad junto -¡qué paradoja!- el consumo masivo de bienes de la alta tecnología. Acaparamiento irracional de alimentos, cierre de fronteras, reducción de las exportaciones, aumento del proteccionismo a fin de cuentas. El sistema de mercado se rompe por lo más básico y humilde, que son los alimentos.


Las organizaciones internacionales, que prevén una crisis social, han detectado hasta el momento 37 naciones conflictivas. Y no sólo africanas o del Tercer Mundo. Entre ellas está México, país, recordemos, de la OCDE, y miembro del TLCAN. El precio de la tortilla, alimento básico de maíz, ha subido en un 30 por ciento y seguirá subiendo. Los conflictos y las revueltas están en su comienzo, como advierten y alertan las agencias internacionales. De seguir así, ha proyectado la FAO, la población mundial subalimentada subirá de los actuales 800 millones a 1.200 millones para el año 2025.

PAUL WALDER

Publicado en Punto Final