Un ministro en las cuerdas
Hay diversas interpretaciones al aparentemente profundo cambio que el gobierno busca a su segunda etapa, o “segundo tiempo”, modismo y curioso neologismo político, sin duda populista, que los expertos en comunicación de La Moneda han querido emplazar. Está la necesidad de instalar la idea de un nuevo periodo, que deje atrás, que ayude a olvidar, las complicaciones de diversas naturalezas y orígenes de los pasados 24 meses; se abren también dos años de elecciones, con las presidenciales en el ocaso del 2009, y está también la amenaza de una crisis económica mundial de proporciones hasta el momento insospechadas. Un inventario de tensiones que, en la evidencia, dejó en la estacada gran parte del bien intencionado pero malogrado estilo de gobierno singular, ciudadano e independiente de Michelle Bachelet, el que sucumbió bajo el peso de los caciques y cúpulas políticas. A partir de este 2008 lo que hay no sólo es un regreso a las prácticas políticas más tradicionales de la Concertación, sino un reforzamiento de ese estilo, evaluado y señalado hoy como la carta de éxito para el conglomerado durante los últimos 17 años.
La evidente vuelta a las más clásicas estrategias y estructuras de gobierno de los últimos años tiene sus explicaciones. Está, sin duda, la inminencia de elecciones; la eliminación del lastre del pasado reciente, la necesidad de levantar un candidato y está, lo que no es menor, la necesidad de maniobrar con cierta habilidad ante los inminentes obstáculos que se avizoran para el año, como la progresiva inflación, los efectos en la economía local de la crisis estadounidense y, lo que no es menor, el creciente malestar social y laboral expresado en anunciadas nuevas movilizaciones, como ya lo han hecho durante las primeras semanas del año los trabajadores subcontratados del cobre, pescadores artesanales y como ha avisado hasta la misma CUT. Si se le agregan las movilizaciones del pueblo mapuche, el año promete ser sacudido.
La maniobra en La Moneda ha sido la preeminencia de la política por sobre los denominados “criterios técnicos”, que en los hechos resulta ser, bien se sabe, otra forma de política. El cambio de gabinete, que redujo la excesiva y sobrestimada presencia del think tank neoliberal Expansiva en el gobierno, es también una señal en cuanto la economía, entregada al mercado desregulado controlado por las grandes corporaciones, no satisface las demandas de la población, carencia que puede convertirse en un drama social de grandes proporciones en un periodo de recesión e inflación. Andrés Velasco, neoliberal de tomo y lomo tanto por sus acciones como por su más profundo discurso, instalado en marzo del 2006 en Hacienda y con un reforzamiento de sus poderes en los siguientes cambios y enroques en el gabinete, ha sido también uno de los ministros más repudiados por no pocas figuras de la Concertación. Con los últimos cambios ministeriales y la salida de los miembros de Expansiva en Obras Públicas y Minería, su poder resultó esta vez minimizado.
Está el estilo de Velasco, pero también está la economía. Aunque el hombre de Hacienda se ha ocupado de explicar que él no tiene responsabilidad con la crisis hipotecaria estadounidense, con el alza internacional del crudo y los alimentos, hay un hecho que sin duda le pesa: llegó a Hacienda con una economía dinámica, que a los dos años pierde vitalidad y cuyos pronósticos son bastante lúgubres. En el pequeño lapso ha agregado –no él, sino la economía- una inflación en alza, fenómeno que los chilenos tenían casi olvidado.
Ante la evidencia de los problemas, Velasco se ha visto forzado a alterar su discurso. De aquel eslogan “la economía chilena está blindada”, algo así como que no le entran balas, ha debido pasar a buscar responsables afuera y, de paso, blindarse a sí mismo de las críticas. En una entrevista a La Tercera fue enfático: “Todo el que haya echado una mirada a la prensa internacional sabe que el mundo está en el medio de un gran remezón financiero (…) Los remezones de la economía internacional, incluyendo un crecimiento más incierto de nuestros socios comerciales, y los altos y variables precios de la energía, son sin duda los riesgos que hay que mirar con más atención en los dos años que vienen”.
Hasta el momento, los mayores impactos de las diversas y muy complejas turbulencias de la economía mundial se han reflejado en el aumento de la inflación –que apunta a un ocho por ciento en doce meses- , el desplome del precio del dólar –en 475 pesos -, el aumento de las tasas de interés y las caídas en los mercados accionarios: durante los primeros 21 días de enero la Bolsa de Santiago había perdido casi un 20 por ciento de su valor, en tanto sólo el lunes 21 tuvo un tropiezo de más de un cinco por ciento. Unos pocos indicadores, que desde ya apuntan hacia problemas mayores. La inflación conlleva a una inmediata pérdida del poder adquisitivo de la población, el aumento de las tasas a un encarecimiento en los préstamos y a un aumento de la UF y por tanto también a una merma de poder adquisitivo, y la caída del dólar conduce a un difícil trance al sector exportador, en especial a los más pequeños y con menos solvencia financiera. El hundimiento de la bolsa, que es pura especulación, significa pérdidas no sólo para los grandes inversionistas, sino para todos los afiliados a las AFPs. Los de por sí exiguos fondos tienden, en este proceso, a vaciarse.
La recesión ya está aquí
Estados Unidos está o entrará este trimestre en una recesión. Casi no hay duda. Ya organismos internacionales prevén que durante el 2008 la economía caerá levemente, aun cuando generalmente la realidad supera en mucho a estos vaticinios oficiales. Hay señales de todo tipo, como la caída en el precio de la vivienda, el retroceso de la construcción, la falta de creación de nuevos empleos, pero nada como lo que se comienza a observar en el sector financiero, aquel que se apoyó durante largos años en la entrega indiscriminada de todo tipo de préstamos, hipotecarios y de consumo, que hoy aparecen como incobrables. Durante las primeras semanas del 2008 los crudos hechos se han ocupado de ratificar los peores augurios: el 15 de enero el Citigroup de Estados Unidos, el segundo mayor banco del país, informó que había tenido la peor pérdida de su historia de 196 años: ¡10 mil millones de dólares en un trimestre! Por cierto que no fue un caso aislado. A los pocos días otro gigante de las finanzas, Merril Lynch, anunciaba también pérdidas históricas. Dos ejemplos que trazan lo que vendrá este año: la recesión puede ser muy severa y las pérdidas y quiebras de los grandes bancos y otras instituciones financieras continuarán replicándose.
“La magnitud de las pérdidas calculadas, desde el inicio de la crisis, hacen imbancable (literalmente) la continuación de este esquema de postergación de la bancarrota”, afirmaba en un texto publicado por rebelión.org el economista argentino Jorge Altamira, que halla elementos similares entre el actual lance estadounidense y el colapso de la economía argentina de comienzos de esta década. “Los quebrantos que llevan registrados los bancos de Estados Unidos y Europa suman ya unos 200.000 millones de dólares, pero nadie estima que puedan ser inferiores a los 400.000 millones, y algunos los prevén en un billón de dólares. A esto se le suman ahora los incobrables por créditos al consumo y por las tarjetas, pero por sobre todo la previsión de una recesión, o sea de una caída del PBI, por lo menos durante más de medio año”.
El economista estadounidense Paul Krugman, en una columna aparecida el 18 de enero en el New York Times, que tituló sugerentemente “No llores por mí, América”, afirma que Estados Unidos, hoy en día, “está asumiendo el rol que usualmente habían asumido las economías del Tercer Mundo”. Aunque Estados Unidos, dice, posiblemente no tendrá una crisis tan brutal como la argentina, los problemas que hoy arrastra son similares. Sin embargo, Estados Unidos se salva del colapso porque toda su deuda externa, que fue traspasada a financiar los créditos hoy incobrables, está nominada en su propia divisa, que es el dólar. Es decir, no sufrirá, como Argentina lo hizo, que a la presión de la deuda tuvo que agregar el devaluado peso. Aun así, Krugman avizora unos dos años que podrían ser “bastante desagradables”. En palabras más directas: recesión, desempleo, quiebras.
Velasco, ¿por siempre?
Velasco no salió del gabinete porque nunca, en un gobierno de la Concertación, ha salido o renunciado un ministro de Hacienda. No salió porque Velasco es, hasta el momento, bien evaluado por el sector privado, que durante el 2007 mantuvo sus ingentes y habituales utilidades, y porque un cambio en Hacienda es una señal muy potente de ruido e incertidumbre para todos los mercados, tanto nacionales como internacionales con inversiones en el país. La impronta de una economía chilena modelo (neoliberal) para Latinoamérica, levantada durante la década pasada como eslogan a los inversionistas extranjeros, continúa, aunque con cierto deterioro, campeando por los salones y cónclaves empresariales. La salida de un ministro con credenciales neoliberales – que Velasco sistemáticamente niega- sería un golpe de gracia a ese mito nacional.
El ex presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle coincidió el fin de su gobierno con la crisis asiática, que condujo al país a una breve recesión durante los años siguientes y a enfrentar una bestial alza de las tasas de interés que llevó al quebranto y a la bancarrota a millares de pequeñas y medianas empresas. Frei Ruiz Tagle hoy, por ésta y también por otros y bien conocidos motivos, no figura y tal vez no figurará nunca más como candidato presidencial de la Concertación. A diferencia de él, Ricardo Lagos tuvo, en el terreno económico, una suerte inversa. Sufrió durante los primeros años las consecuencias de las crisis asiática, brasileña y argentina, pero terminó su gobierno con una macroeconomía en alza. Bachelet apunta a sus ya atribulados registros, entre otros apuntes, padecer la misma suerte de Frei.
Una recesión en Estados Unidos tendrá efectos en todo el mundo, pero será mayor entre aquellas economías más dependientes de ese mercado. México, que basa prácticamente todo su comercio con Estados Unidos gracias al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o Nafta, en inglés), claramente tiene en el horizonte un año muy difícil, lo que puede significar el cierre de plantas, masivos despidos y un tsunami de movilizaciones sociales para el gobierno del nunca bien legitimado Rafael Calderón. Chile, aun cuando tiene más diversificadas sus exportaciones, tiene como primer mercado a Estados Unidos, en este caso debido a su propio TLC. Pero si hablamos de una crisis sistémica, los efectos en el comercio exterior aparecerán por todos lados.
Se viene la recesión. La pregunta es en con qué intensidad. Si el terremoto es muy impetuoso, sin duda que aquellos países con gobiernos neoliberales e incapaces de satisfacer las demandas de una afligida población se verán en graves aprietos. No será fácil esta vez dejar las soluciones al mero mercado.
Si nos ponemos en este escenario, que algunos analistas estiman probable, habrá gobiernos que trastabillarán debido a las penurias de una población que expresará sus demandas en masivos reclamos y movilizaciones. En esta atmósfera, el caso mexicano es hasta el momento el más claro. Pero en Chile, si el oscuro trance se espesa más durante estos dos años, y teniendo en cuenta el diseño del nuevo gabinete, es probable que Velasco ruede junto a la economía. Sin herramientas para frenar el deterioro, ya no podrá argumentar que la culpa la tienen los bancos estadounidenses.
La evidente vuelta a las más clásicas estrategias y estructuras de gobierno de los últimos años tiene sus explicaciones. Está, sin duda, la inminencia de elecciones; la eliminación del lastre del pasado reciente, la necesidad de levantar un candidato y está, lo que no es menor, la necesidad de maniobrar con cierta habilidad ante los inminentes obstáculos que se avizoran para el año, como la progresiva inflación, los efectos en la economía local de la crisis estadounidense y, lo que no es menor, el creciente malestar social y laboral expresado en anunciadas nuevas movilizaciones, como ya lo han hecho durante las primeras semanas del año los trabajadores subcontratados del cobre, pescadores artesanales y como ha avisado hasta la misma CUT. Si se le agregan las movilizaciones del pueblo mapuche, el año promete ser sacudido.
La maniobra en La Moneda ha sido la preeminencia de la política por sobre los denominados “criterios técnicos”, que en los hechos resulta ser, bien se sabe, otra forma de política. El cambio de gabinete, que redujo la excesiva y sobrestimada presencia del think tank neoliberal Expansiva en el gobierno, es también una señal en cuanto la economía, entregada al mercado desregulado controlado por las grandes corporaciones, no satisface las demandas de la población, carencia que puede convertirse en un drama social de grandes proporciones en un periodo de recesión e inflación. Andrés Velasco, neoliberal de tomo y lomo tanto por sus acciones como por su más profundo discurso, instalado en marzo del 2006 en Hacienda y con un reforzamiento de sus poderes en los siguientes cambios y enroques en el gabinete, ha sido también uno de los ministros más repudiados por no pocas figuras de la Concertación. Con los últimos cambios ministeriales y la salida de los miembros de Expansiva en Obras Públicas y Minería, su poder resultó esta vez minimizado.
Está el estilo de Velasco, pero también está la economía. Aunque el hombre de Hacienda se ha ocupado de explicar que él no tiene responsabilidad con la crisis hipotecaria estadounidense, con el alza internacional del crudo y los alimentos, hay un hecho que sin duda le pesa: llegó a Hacienda con una economía dinámica, que a los dos años pierde vitalidad y cuyos pronósticos son bastante lúgubres. En el pequeño lapso ha agregado –no él, sino la economía- una inflación en alza, fenómeno que los chilenos tenían casi olvidado.
Ante la evidencia de los problemas, Velasco se ha visto forzado a alterar su discurso. De aquel eslogan “la economía chilena está blindada”, algo así como que no le entran balas, ha debido pasar a buscar responsables afuera y, de paso, blindarse a sí mismo de las críticas. En una entrevista a La Tercera fue enfático: “Todo el que haya echado una mirada a la prensa internacional sabe que el mundo está en el medio de un gran remezón financiero (…) Los remezones de la economía internacional, incluyendo un crecimiento más incierto de nuestros socios comerciales, y los altos y variables precios de la energía, son sin duda los riesgos que hay que mirar con más atención en los dos años que vienen”.
Hasta el momento, los mayores impactos de las diversas y muy complejas turbulencias de la economía mundial se han reflejado en el aumento de la inflación –que apunta a un ocho por ciento en doce meses- , el desplome del precio del dólar –en 475 pesos -, el aumento de las tasas de interés y las caídas en los mercados accionarios: durante los primeros 21 días de enero la Bolsa de Santiago había perdido casi un 20 por ciento de su valor, en tanto sólo el lunes 21 tuvo un tropiezo de más de un cinco por ciento. Unos pocos indicadores, que desde ya apuntan hacia problemas mayores. La inflación conlleva a una inmediata pérdida del poder adquisitivo de la población, el aumento de las tasas a un encarecimiento en los préstamos y a un aumento de la UF y por tanto también a una merma de poder adquisitivo, y la caída del dólar conduce a un difícil trance al sector exportador, en especial a los más pequeños y con menos solvencia financiera. El hundimiento de la bolsa, que es pura especulación, significa pérdidas no sólo para los grandes inversionistas, sino para todos los afiliados a las AFPs. Los de por sí exiguos fondos tienden, en este proceso, a vaciarse.
La recesión ya está aquí
Estados Unidos está o entrará este trimestre en una recesión. Casi no hay duda. Ya organismos internacionales prevén que durante el 2008 la economía caerá levemente, aun cuando generalmente la realidad supera en mucho a estos vaticinios oficiales. Hay señales de todo tipo, como la caída en el precio de la vivienda, el retroceso de la construcción, la falta de creación de nuevos empleos, pero nada como lo que se comienza a observar en el sector financiero, aquel que se apoyó durante largos años en la entrega indiscriminada de todo tipo de préstamos, hipotecarios y de consumo, que hoy aparecen como incobrables. Durante las primeras semanas del 2008 los crudos hechos se han ocupado de ratificar los peores augurios: el 15 de enero el Citigroup de Estados Unidos, el segundo mayor banco del país, informó que había tenido la peor pérdida de su historia de 196 años: ¡10 mil millones de dólares en un trimestre! Por cierto que no fue un caso aislado. A los pocos días otro gigante de las finanzas, Merril Lynch, anunciaba también pérdidas históricas. Dos ejemplos que trazan lo que vendrá este año: la recesión puede ser muy severa y las pérdidas y quiebras de los grandes bancos y otras instituciones financieras continuarán replicándose.
“La magnitud de las pérdidas calculadas, desde el inicio de la crisis, hacen imbancable (literalmente) la continuación de este esquema de postergación de la bancarrota”, afirmaba en un texto publicado por rebelión.org el economista argentino Jorge Altamira, que halla elementos similares entre el actual lance estadounidense y el colapso de la economía argentina de comienzos de esta década. “Los quebrantos que llevan registrados los bancos de Estados Unidos y Europa suman ya unos 200.000 millones de dólares, pero nadie estima que puedan ser inferiores a los 400.000 millones, y algunos los prevén en un billón de dólares. A esto se le suman ahora los incobrables por créditos al consumo y por las tarjetas, pero por sobre todo la previsión de una recesión, o sea de una caída del PBI, por lo menos durante más de medio año”.
El economista estadounidense Paul Krugman, en una columna aparecida el 18 de enero en el New York Times, que tituló sugerentemente “No llores por mí, América”, afirma que Estados Unidos, hoy en día, “está asumiendo el rol que usualmente habían asumido las economías del Tercer Mundo”. Aunque Estados Unidos, dice, posiblemente no tendrá una crisis tan brutal como la argentina, los problemas que hoy arrastra son similares. Sin embargo, Estados Unidos se salva del colapso porque toda su deuda externa, que fue traspasada a financiar los créditos hoy incobrables, está nominada en su propia divisa, que es el dólar. Es decir, no sufrirá, como Argentina lo hizo, que a la presión de la deuda tuvo que agregar el devaluado peso. Aun así, Krugman avizora unos dos años que podrían ser “bastante desagradables”. En palabras más directas: recesión, desempleo, quiebras.
Velasco, ¿por siempre?
Velasco no salió del gabinete porque nunca, en un gobierno de la Concertación, ha salido o renunciado un ministro de Hacienda. No salió porque Velasco es, hasta el momento, bien evaluado por el sector privado, que durante el 2007 mantuvo sus ingentes y habituales utilidades, y porque un cambio en Hacienda es una señal muy potente de ruido e incertidumbre para todos los mercados, tanto nacionales como internacionales con inversiones en el país. La impronta de una economía chilena modelo (neoliberal) para Latinoamérica, levantada durante la década pasada como eslogan a los inversionistas extranjeros, continúa, aunque con cierto deterioro, campeando por los salones y cónclaves empresariales. La salida de un ministro con credenciales neoliberales – que Velasco sistemáticamente niega- sería un golpe de gracia a ese mito nacional.
El ex presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle coincidió el fin de su gobierno con la crisis asiática, que condujo al país a una breve recesión durante los años siguientes y a enfrentar una bestial alza de las tasas de interés que llevó al quebranto y a la bancarrota a millares de pequeñas y medianas empresas. Frei Ruiz Tagle hoy, por ésta y también por otros y bien conocidos motivos, no figura y tal vez no figurará nunca más como candidato presidencial de la Concertación. A diferencia de él, Ricardo Lagos tuvo, en el terreno económico, una suerte inversa. Sufrió durante los primeros años las consecuencias de las crisis asiática, brasileña y argentina, pero terminó su gobierno con una macroeconomía en alza. Bachelet apunta a sus ya atribulados registros, entre otros apuntes, padecer la misma suerte de Frei.
Una recesión en Estados Unidos tendrá efectos en todo el mundo, pero será mayor entre aquellas economías más dependientes de ese mercado. México, que basa prácticamente todo su comercio con Estados Unidos gracias al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o Nafta, en inglés), claramente tiene en el horizonte un año muy difícil, lo que puede significar el cierre de plantas, masivos despidos y un tsunami de movilizaciones sociales para el gobierno del nunca bien legitimado Rafael Calderón. Chile, aun cuando tiene más diversificadas sus exportaciones, tiene como primer mercado a Estados Unidos, en este caso debido a su propio TLC. Pero si hablamos de una crisis sistémica, los efectos en el comercio exterior aparecerán por todos lados.
Se viene la recesión. La pregunta es en con qué intensidad. Si el terremoto es muy impetuoso, sin duda que aquellos países con gobiernos neoliberales e incapaces de satisfacer las demandas de una afligida población se verán en graves aprietos. No será fácil esta vez dejar las soluciones al mero mercado.
Si nos ponemos en este escenario, que algunos analistas estiman probable, habrá gobiernos que trastabillarán debido a las penurias de una población que expresará sus demandas en masivos reclamos y movilizaciones. En esta atmósfera, el caso mexicano es hasta el momento el más claro. Pero en Chile, si el oscuro trance se espesa más durante estos dos años, y teniendo en cuenta el diseño del nuevo gabinete, es probable que Velasco ruede junto a la economía. Sin herramientas para frenar el deterioro, ya no podrá argumentar que la culpa la tienen los bancos estadounidenses.
Etiquetas: andrés velasco, crisis económica, inflación