El largo y prematuro adiós de Michelle Bachelet
La cuenta anual de este 21 de mayo de Michelle Bachelet ante el Congreso Pleno ha sido la tercera de su mandato. En rigor ha sido el penúltimo gran discurso –ha durado poco más de dos horas-, pero políticamente ha sido el último. Cuando el próximo 21 de mayo del 2009 Bachelet le hable al país y al Congreso éste será una despedida: Chile, y con especial énfasis la clase política, estará en la víspera de la campaña para una elecciones presidenciales en diciembre.
Sin grandes expectativas, no hay grandes frustraciones. Tampoco ha habido sorpresas. Bachelet, cuyo eje programático se ha acotado y desarrollado bajo la idea de la protección social, un concepto, sin duda cálido que no pugna con la imagen maternal, ha sido también la piedra angular de su cuenta anual. Lo realizado y lo prometido colinda con un gobierno que protege, que cuida, que arropa a los más necesitados. No fue un detalle cualquiera la referencia que hizo la presidenta a los ciudadanos de Chaitén, desplazados por la erupción del volcán y hoy en busca de nuevos rumbos en otros lugares del Chile. Ella, junto a miembros de su gobierno, estuvo bajo el volcán o muy cerca de él en ropa de campaña ayudando a las miles de familias damnificadas. Durante un par de semanas Bachelet pudo demostrar en terreno, frente a las cámaras de televisión y ante todo el país, qué es capaz de hacer para proteger a sus ciudadanos, a sus gobernados, a sus electores.
Y así también en el mensaje a la nación. Recordó las pensiones de vejez que a partir de este año comenzarán a cobrar quienes durante su vida no lograron reunir los fondos suficientes para una jubilación, tal vez la iniciativa más trascendental de su gobierno, el aumento de la cobertura de educación preescolar, en especial para los hijos de las familias más pobres, o la ampliación de las becas para programas de postgrados en el extranjero. Recordó eso y otras obras, y también anunció, prometió muchas más: como el bono de 20 mil pesos adicional a los jubilados para amortiguar la inflación, la entrega de 30 mil computadores a preadolescentes de altas calificaciones escolares que pertenezcan a los grupos más pobres, recorte de impuestos a las pymes para la adquisición de maquinaria. Y más en lo propiamente político anunció la insistencia de su gobierno por conseguir que el Congreso apruebe este año el derecho a voto de los chilenos que residen en el exterior. Una ovación sacó la presidenta cuando también persistió en otro ámbito: la entrega gratuita de la píldora del día después, obstaculizada por el Tribunal Constitucional y grupos ultraconservadores, se podrá realizar a través de los municipios. Probablemente en un año de elecciones municipales ni tan siquiera los más conservadores se atreverán a impedir la ejecución de esta política sanitaria masivamente apoyada por la población.
Para la oposición, un mensaje lleno de falencias, que no resolverá en nada los verdaderos problemas de los chilenos. Afirmaciones que exhiben una cara de la realidad, pero también esconden la otra, que es, en estas y otras ocasiones, la función de la oposición. Porque la oposición a su mensaje no estuvo en aquellos salones.
Por cierto que eso es lo que ocurrió al interior del Congreso Nacional. Afuera, frío y lluvia, mil quinientos policías, tres grandes cercos de seguridad. Si a pocos metros del recinto se instaló un par de decenas de adherentes invitados, en el extrarradio algunos miles de manifestantes –trabajadores subcontratados del cobre, deudores habitaciones, dirigentes de la salud, estudiantes, pescadores artesanales, entre otros grupos- intentaban expresar su repudio a la cuenta y los anuncios que se sucedían al interior del Congreso. Pese al enorme despliegue policial, fue la lluvia el factor que disuadió con antelación a los activistas. Inusualmente, los carabineros consiguieron atrapar a escasos cien manifestantes.
Bachelet, lo mismo que los anteriores gobiernos de la Concertación, reitera y aplica el mismo patrón. Mercado, más mercado, y protección social acotada en los grupos más vulnerables, como los niños más pobres, los ancianos al borde de la indigencia, como los damnificados de Chaitén. Una política sin duda que suscita apoyos, consensos, pero que es también insuficiente, como el bono de veinte mil pesos a los ancianos para mitigar las alzas de los alimentos y servicios básicos durante este invierno o el computador a los adolescentes pobres. Quien conoce los males sociales de Chile observará y tal vez aplaudirá estas políticas en todos sus alcances, pero especialmente verá todas sus limitaciones.
Bachelet no ha tenido mucho más que decir. No ha propuesto nuevas ideas, sino que ha aplicado las ya conocidas. Pero tampoco se ha aventurado a aplicar nuevas fórmulas a los nuevos problemas. Nada o casi nada contra la creciente inflación que, precisamente, por ser alimentaria y de combustibles, afecta a los más vulnerables. Nada o muy poco para desarrollar nuevos programas energéticos en un país altamente dependiente de los caprichos de la naturaleza, como lo es la energía hidroeléctrica, o de las veleidades del mercado, como sucede con el petróleo y los hidrocarburos. Y prácticamente nada para resolver el malestar con la educación pública: ni los computadores, ni la gratuidad en la Prueba de Selección Universitaria para los buenos alumnos lograron satisfacer a los estudiantes. Ellos piden una reforma global.
A la mañana siguiente los anuncios se han desvanecido. Santiago amaneció con diez colegios y dos universidades en toma en protesta contra el proyecto de Ley General de Educación, el petróleo llegó a los 135 dólares en los mercados internacionales y la inflación interna continúa su proceso de acumulación. Afortunadamente algunos dioses han sido condescendientes con los chilenos: la lluvia ha vuelto a rellenar los embalses para la generación eléctrica.
Sin grandes expectativas, no hay grandes frustraciones. Tampoco ha habido sorpresas. Bachelet, cuyo eje programático se ha acotado y desarrollado bajo la idea de la protección social, un concepto, sin duda cálido que no pugna con la imagen maternal, ha sido también la piedra angular de su cuenta anual. Lo realizado y lo prometido colinda con un gobierno que protege, que cuida, que arropa a los más necesitados. No fue un detalle cualquiera la referencia que hizo la presidenta a los ciudadanos de Chaitén, desplazados por la erupción del volcán y hoy en busca de nuevos rumbos en otros lugares del Chile. Ella, junto a miembros de su gobierno, estuvo bajo el volcán o muy cerca de él en ropa de campaña ayudando a las miles de familias damnificadas. Durante un par de semanas Bachelet pudo demostrar en terreno, frente a las cámaras de televisión y ante todo el país, qué es capaz de hacer para proteger a sus ciudadanos, a sus gobernados, a sus electores.
Y así también en el mensaje a la nación. Recordó las pensiones de vejez que a partir de este año comenzarán a cobrar quienes durante su vida no lograron reunir los fondos suficientes para una jubilación, tal vez la iniciativa más trascendental de su gobierno, el aumento de la cobertura de educación preescolar, en especial para los hijos de las familias más pobres, o la ampliación de las becas para programas de postgrados en el extranjero. Recordó eso y otras obras, y también anunció, prometió muchas más: como el bono de 20 mil pesos adicional a los jubilados para amortiguar la inflación, la entrega de 30 mil computadores a preadolescentes de altas calificaciones escolares que pertenezcan a los grupos más pobres, recorte de impuestos a las pymes para la adquisición de maquinaria. Y más en lo propiamente político anunció la insistencia de su gobierno por conseguir que el Congreso apruebe este año el derecho a voto de los chilenos que residen en el exterior. Una ovación sacó la presidenta cuando también persistió en otro ámbito: la entrega gratuita de la píldora del día después, obstaculizada por el Tribunal Constitucional y grupos ultraconservadores, se podrá realizar a través de los municipios. Probablemente en un año de elecciones municipales ni tan siquiera los más conservadores se atreverán a impedir la ejecución de esta política sanitaria masivamente apoyada por la población.
Para la oposición, un mensaje lleno de falencias, que no resolverá en nada los verdaderos problemas de los chilenos. Afirmaciones que exhiben una cara de la realidad, pero también esconden la otra, que es, en estas y otras ocasiones, la función de la oposición. Porque la oposición a su mensaje no estuvo en aquellos salones.
Por cierto que eso es lo que ocurrió al interior del Congreso Nacional. Afuera, frío y lluvia, mil quinientos policías, tres grandes cercos de seguridad. Si a pocos metros del recinto se instaló un par de decenas de adherentes invitados, en el extrarradio algunos miles de manifestantes –trabajadores subcontratados del cobre, deudores habitaciones, dirigentes de la salud, estudiantes, pescadores artesanales, entre otros grupos- intentaban expresar su repudio a la cuenta y los anuncios que se sucedían al interior del Congreso. Pese al enorme despliegue policial, fue la lluvia el factor que disuadió con antelación a los activistas. Inusualmente, los carabineros consiguieron atrapar a escasos cien manifestantes.
Bachelet, lo mismo que los anteriores gobiernos de la Concertación, reitera y aplica el mismo patrón. Mercado, más mercado, y protección social acotada en los grupos más vulnerables, como los niños más pobres, los ancianos al borde de la indigencia, como los damnificados de Chaitén. Una política sin duda que suscita apoyos, consensos, pero que es también insuficiente, como el bono de veinte mil pesos a los ancianos para mitigar las alzas de los alimentos y servicios básicos durante este invierno o el computador a los adolescentes pobres. Quien conoce los males sociales de Chile observará y tal vez aplaudirá estas políticas en todos sus alcances, pero especialmente verá todas sus limitaciones.
Bachelet no ha tenido mucho más que decir. No ha propuesto nuevas ideas, sino que ha aplicado las ya conocidas. Pero tampoco se ha aventurado a aplicar nuevas fórmulas a los nuevos problemas. Nada o casi nada contra la creciente inflación que, precisamente, por ser alimentaria y de combustibles, afecta a los más vulnerables. Nada o muy poco para desarrollar nuevos programas energéticos en un país altamente dependiente de los caprichos de la naturaleza, como lo es la energía hidroeléctrica, o de las veleidades del mercado, como sucede con el petróleo y los hidrocarburos. Y prácticamente nada para resolver el malestar con la educación pública: ni los computadores, ni la gratuidad en la Prueba de Selección Universitaria para los buenos alumnos lograron satisfacer a los estudiantes. Ellos piden una reforma global.
A la mañana siguiente los anuncios se han desvanecido. Santiago amaneció con diez colegios y dos universidades en toma en protesta contra el proyecto de Ley General de Educación, el petróleo llegó a los 135 dólares en los mercados internacionales y la inflación interna continúa su proceso de acumulación. Afortunadamente algunos dioses han sido condescendientes con los chilenos: la lluvia ha vuelto a rellenar los embalses para la generación eléctrica.
Publicado en Terra Magazine. En este blog, con persimo de Paul walder y de Terra.