El estado de excepción informativa
La producción de información surge desde diversas fuentes. Si realizáramos un análisis de contenido, obtendríamos, qué duda cabe, que la principal es el gobierno, seguida por una serie de otras instituciones, como los otros poderes del estado, los partidos políticos, organizaciones deportivas, centros académicos, corporaciones diversas, empresas, y otras entidades de la sociedad civil, las que en la prensa chilena prácticamente no tienen cabida. Una serie de instituciones que compiten en el mercado de la información, que se canaliza a través de los medios de información. Hablamos de mercado, acaso de libre mercado, lo que bajo la estructura mediática chilena remite a una gran distorsión, que es también corrupción o un virtual monopolio, que llamamos duopolio.
Como en todos los escenarios económicos deformados, como sucede en la banca, los supermercados o las farmacias, por citar sólo algunos ejemplos, en los que unos pocos poderosos actores, tras haber arrinconado o llevado a la quiebra a los más débiles, imponen las condiciones, las reglas y los precios, en la información sucede algo similar, con consecuencias tanto a más graves que en la comercialización y producción de bienes. Los escasos y todopoderosos medios de comunicación controlan el mercado, imponen y manipulan la circulación de la información. Son, en cierto modo, los dueños de la información. Tal como en el rubro de los supermercados estos grandes poderes compradores imponen los precios y condiciones de compra a sus proveedores, en el caso que nos ocupa los grandes consorcios mediáticos seleccionan la información y sus fuentes con criterios ya sea comerciales, ideológicos, confesionales o, por cierto, partidarios. No hay nada más alejado de lo que es una libre circulación ni de la información ni de las ideas. No hay nada más distante de lo que podemos entender como una verdadera libertad de información.
El proceso de concentración es creciente y no se limita a la prensa escrita. Hacia finales de febrero se cobró una nueva víctima, con el cierre de la tradicional Radio Chilena. Menos voces, lo que conduce a un fortalecimiento de lo que Ignacio Ramonet denomina el pensamiento único, que, en nuestro caso, está modulado por el duopolio de papel y la versión informativa-comercial-espectacular de la televisión.
La concentración de la información conduce a la manipulación, a la corrupción, que es también abierta mentira. Durante el verano ya no hay ovnis ni en los cielos ni en la prensa chilena, pero abunda la circulación de otro tipo de ficción. Para la muestra, dos casos que han llenado páginas completas de diarios y largos ciclos informativas. El primero es la polémica por la distribución por parte de las autoridades de Salud de insulina producida por un laboratorio de India; el otro caso es de un señor que conducía mareado por las calles y autopistas concesionadas de Santiago. En ambas materias, la distorsión informativa, creada por poderosas fuentes empresariales y amplificada por una condescendiente prensa, ha sido evidente.
La polémica por la insulina india fue levantada por una transnacional farmacéutica que veía amenazado su mercado con la irrupción del producto asiático, por cierto de menor precio. El argumento de la mala calidad del producto de su competidor, reforzado con estrategias de abierta corrupción hacia el gremio de la salud, fue recogido a ojos cerrados –con escasas pero honrosas excepciones- por prácticamente toda la prensa, la que divulgó al pie de la letra, subrayada por columnas editoriales, el interesado razonamiento de la corporación. Que a nadie le cupiera alguna duda de las bondades del producto multinacional.
La otra historia es más compleja y tiene las características de una carambola bien estudiada. Un conductor que intentó pasarse de listo y, aparentemente, engañar a una de las empresas concesionarias de las autopista urbanas recibió como respuesta todo el poder corporativo canalizado a través de obedientes medios. Bastó un pequeño estímulo de la empresa –el que ha permanecido oculto- para que la prensa, en su afán del espectáculo, devastara la vida privada de este pobre hombre. Un trabajo de relojería que crea un sólido precedente: ¡Mucho cuidado con engañar a las concesionarias!
Las grandes empresas, que contratan a agencias de relaciones públicas y de imagen corporativa, han entrado desde hace mucho tiempo al mercado informativo en el que hacen pesar el poder del dinero. Claro que en un escenario plural, con una estructura mediática variada, este poder puede ser mitigado. En las actuales condiciones, con una prensa que actúa en complicidad con ellas, lo que hay no sólo es un monopolio de la información, que es también la información falsa, sino un ambiente cercano a un estado de excepción informativa.
Paul Walder