¿Podrán los medios alterar esta elección?
¿Han influido los medios en el resultado electoral? La respuesta, que es afirmativa como negativa, conduce, con más seguridad, a nuevas y más complejas preguntas. ¿Son los medios el único vehículo para la comunicación política? ¿Cómo se influye electoralmente? ¿Qué medios son más efectivos? Y así, hasta la espesura teórica y empírica. Puede teorizarse, y con más precisión y honestidad, especular bastante sobre la materia. Podemos tal vez medir a través de sondeos, encuestas y otros experimentos, sin embargo el comportamiento social ante los impulsos persuasivos de las campañas políticas son casi un misterio.
Decimos casi un misterio. Hay, por cierto, algunas técnicas, pero, al tratarse de la complejidad humana multiplicada, que es lo social, estas estrategias son siempre impredecibles. Los efectos indeseados de una campaña pueden a veces ser mayores que los deseados.
Todo ello a modo de previa advertencia para lo que puede ser una muy arriesgada hipótesis: la prácticamente inmóvil estructura política parlamentaria, que viene desde 1990, está relacionada con la estructura de los medios de comunicación. ¿Y el sistema binominal? ¿Y los enclaves autoritarios vigentes hasta este año? ¿Y los ejercicios de enlace? ¿Y los poderes fácticos y las negociaciones con la dictadura a finales de los ochenta? ¿No son los medios un instrumento más de aquellos poderes?
Es probable que así lo sean. Pero también es altamente probable –lo digo a modo de descargo- que los medios sean una herramienta más efectiva para mantener el statu quo, un instrumento que contiene, que alimenta, a la misma institucionalidad política. Y cómo vemos televisión en Chile. Cómo nos deleitamos con la producción mediática.
Los medios, bien sabemos, son el vehículo que trasmite la realidad social y política: Pero también son el instrumento que agita, impulsa, apunta hacia lo que considera más relevante (y no hablamos aquí necesariamente del cambio social). En el caso nuestro, en estos últimos quince años, no han hecho otra cosa que aletargar y controlar. Si hubiéramos contado con otros medios, cuyo objetivo haya sido apuntar a la falta de representación popular del sistema binominal, a la estrechez democrática, a la injusticia social y económica, es altamente probable que este sistema hubiera hecho agua en el corto plazo.
Esta afirmación nos lleva a la siguiente pregunta: ¿Pueden los medios levantar temas o materias de forma unilateral, es decir, por sí mismos? De hecho, lo hacen cada día (recordemos los periódicos reportajes de denuncias), pero sobre temas que resultan inocuos al poder que los sostiene. Los medios dicen que no han puesto como tema relevante el sistema binominal porque las instituciones políticas, que se alimentan de este sistema, lo hacen. Los medios –dicen también- no generan información. Pero también es muy cierto que relevan esta información y la convierten en noticia, por lo que el mantenimiento del statu quo por más de quince años también les corresponde.
La gran puesta en escena del evento electoral del pasado 11 de diciembre transparenta esta función conservadora, aletargadora y controladora de los medios. ¿Qué hacían las modelos en bikini en medio de una elección presidencial y parlamentaria? Alguien podría decir que entretener, pero es una entretención interesada, que desvía la atención, que confunde: reduce la actividad política a un mero evento mediático, similar al fútbol, al Festival de Viña del Mar, a la víspera del Año Nuevo, a una competición deportiva más. Lo que ha hecho la televisión no sólo es reducir la política a una fiesta más en la búsqueda del rating. Lo que ha hecho es minimizar su sentido, convertirla en mera farándula y mantener, controlar, ayudar a la consolidación del actual estado de las cosas. Nada más lejos de esta televisión que la verdadera política.
Los medios no sólo aletargan o simplifican. En su simpleza pueden ser muy activos. Por algo Sebastián Piñera compró un canal de televisión antes de lanzar su candidatura. Y así es como a los pocos días de haber calificado para la segunda vuelta puso en marcha su maquinaria mediática, la que, bien sabemos, fue seguida por el resto de nuestra institucionalidad periodística. En aquella oportunidad una entrevista a Michelle Bachelet en Chilevisión dio pie a una confusa versión de supuestos pagos del comando de Piñera a militantes demócrata cristianos, comentario opaco que fue amplificado por el resto de los medios obligando a Bachelet a “desdecirse”, como tituló El Mercurio. Bachelet ha quedado, y ésta es la interpretación que posteriormente han hecho los mismos medios, como una confusa candidata.
Los medios – y especialmente cuando están concentrados como en Chile- sí pueden cambiar una elección.