WALDERBLOG - "El desvío de lo real"

martes, octubre 16, 2007

La inflación, la UF y los intereses: Un nuevo camino hacia la proletarización


La inflación acumulada durante el año, que ha llegado a un 6,2 por ciento a septiembre, es muy probable que hacia diciembre aumente hasta un 6,6, o, incluso, siete por ciento. Se trata de un fenómeno de encarecimiento de la vida no presente en la vida nacional desde hace más de diez años, aun cuando no por eso es un evento nuevo. Un poco de memoria nos trae de nuestra historia económica no pocos periodos inflacionarios y también hiperinflacionarios. Porque sólo a partir de 1995 las estadísticas de precios al consumidor muestran valores de un solo dígito. Sin hundirse demasiado en la historia, en 1985 el IPC anual fue de más del 35 por ciento, en 1990 de 25,9 y en 1992 de 15,6.


Pero la actual alza en los precios, sensiblemente menor a esos registros, es igualmente dañina. Y tal vez peor. La matriz económica en boga desde hace ya un par de décadas ha tendido a cristalizarse, generando un trasvasije del poder desde los consumidores, trabajadores y también pequeños productores hacia los grandes conglomerados. Y en el proceso, se han desmontado todas las organizaciones sociales que contenían este deslizamiento del poder. En concreto, hoy los trabajadores están atados de manos para levantar demandas en cuanto a aumentos de los salarios. No cuentan con mecanismos que amortigüen la pérdida de poder adquisitivo tras las alzas de los precios.


El otro factor que afecta y afectará a los consumidores deriva de las políticas monetarias del Banco Central, que para frenar el aumento de la inflación ha venido subiendo las tasas de interés. El mes pasado subió la tasa a un 5,75 por ciento anual y aun cuando no la elevó el 11 de octubre, nada indica que no lo haga en noviembre o diciembre. Una decisión que apunta a controlar el aumento de los precios al quitarle estímulo a la demanda de bienes y servicios, pero que también encarece el costo de la vida. La deuda de los chilenos crece en la medida que este aumento del interés se les traspasa a sus respectivas obligaciones financieras.


El problema continúa por otros cauces. La concentración de la propiedad y del mercado, un proceso inherente a la matriz neoliberal, apunta a su consolidación, lo que tiene efectos en los precios. Las grandes batallas de precios de los diversos actores que compiten en un sector dan posteriormente paso, una vez desbrozado el terreno de los más débiles, a una virtual concertación entre los que emergen como actores dominantes. Eso es precisamente lo que ha comenzado a ocurrir con los supermercados, curso que se tenderá a profundizarse con las fusiones ad portas. Un proceso que ha sido advertido por la misma Fiscalía Nacional Económica en cuanto la evolución que han seguido los supermercados afectará desfavorablemente a los consumidores.


Las alzas de los precios y de las tasas de interés son una nueva vuelta de tuerca en el perverso proceso de concentración de la riqueza. Los artículos más sensibles a elevar sus precios han sido los alimentos, distribuidos éstos al consumidor principalmente por las grandes cadenas, en tanto el aumento en las tasas de interés sobre los préstamos otorgados por los grandes bancos y otros actores financieros, como las tiendas de departamentos y los mismos supermercados, contribuyen a un nuevo traspaso de la riqueza desde los consumidores a estos escasos grandes actores.


Hay también otro fenómeno de la distribución al detalle que incide con fuerza en la concentración de la riqueza, el que también ha sido objeto de advertencias por la FNE. Desde hace años las grandes cadenas de supermercados, que se han consolidado como un unilateral poder de compra, vienen presionando a través de los precios al por mayor que pagan a sus proveedores. Como estos conglomerados tienen cada día una mayor cuota de mercado, los productores han de aceptar las condiciones que se les imponen. Por tanto, el control que ejercen los consorcios de la distribución es sobre sus proveedores y sobre los consumidores.


¿Cómo hemos llegado a esto? Durante los últimos 17 años, lentamente. Valga el ejemplo de la parábola de la rana hervida. Una rana salta lejos si cae a un matraz con agua hirviendo, pero si la temperatura del agua sube lentamente, la rana muere escaldada.


El pan de cada día


Los precios que han registrado las mayores alzas durante el año han sido los alimentos, un bien de consumo básico que ocupa la mayor parte de los ingresos en las familias más pobres. Mientras más pobre se es, una mayor proporción de la renta irá destinada a lo más necesario, que es la alimentación. Cálculos de economistas independientes estiman que la mitad del salario de un hogar del quintil de menores ingresos se destina a alimentación.


Los precios de los alimentos y otros bienes y servicios básicos han seguido durante los primeros nueve meses del año una trayectoria sensiblemente más alta que el promedio del 6,2 por ciento que marca el IPC. Al observar la evolución de los precios de estos productos, pueden hallarse alzas superiores al cien por ciento. Una canasta de productos aleatoria de alimentos básicos, que componen parte la dieta nacional, apunta hacia otra realidad, tan cruda que lleva a la extrañeza la resignación con que la ciudadanía está enfrentando estas alzas.


De partida, el pan corriente ha subido entre enero a septiembre desde 623 a 733 pesos, más o menos un 17 por ciento. El arroz, durante el mismo periodo, ha aumentado su precio en un 13 por ciento, los tallarines en un 8,2, la carne molida en un seis por ciento, la merluza en un once por ciento, el pollo en un 16 y los huevos en un 21 por ciento.


La leche ha subido nada menos que un 51 por ciento, el queso en un 55 por ciento, el aceite de maravilla un 16, la mantequilla un 20 por ciento y el café en un diez por ciento, lo que no es nada al compararlos con el alza del precio de las papas, que desde enero a la fecha ha aumentado en un 95 por ciento, o con las cebollas, que han crecido un 130 por ciento.


Otros bienes básicos son los medicamentos. Durante el año los analgésicos han subido un cinco por ciento, los antibióticos un 28, los antitusivos y broncodilatadores un cinco por ciento y los tranquilizantes un 41 por ciento. Pero hay buenas noticias: los anticonceptivos bajaron un 24 por ciento.


Las tarifas de los servicios y combustibles también vienen con fuerza en alza. El del agua potable ha crecido un 5,4 por ciento, el gas ciudad un 13,3 y la electricidad un 14,4 por ciento, servicio cuya tarifa subirá con fuerza en el mes de noviembre. Con las alzas pasadas y las que vendrán este fin de año y durante los primeros meses del 2008, la electricidad acumulará un incremento del 50 por ciento en su precio.


La parafina ha aumentado en un 8,6 por ciento y la gasolina en un doce por ciento. Pero lo peor está por venir. Estos precios de los combustibles aún no incorporan las más recientes alzas del petróleo, que durante la última semana superó los 80 dólares el barril. Un alza que tendrá sus efectos en las tarifas eléctricas.


Líder de los precios


Las grandes cadenas de supermercados tienen un peso decisivo en el consumo. Y sólo dos conglomerados, D&S y Cencosud, detentan más de un 60 por ciento de las ventas del sector. Una posición dominante que ha llevado a D&S a aumentar sus utilidades durante el primer semestre del año en un 50 por ciento y a Cencosud a incrementarlas en un 110 por ciento.


Este aumento en las utilidades no coincide con un fuerte aumento en las ventas de los supermercados. Las estadísticas de la Asociación de Supermercados exhiben una sostenida caída en las ventas de los supermercados, la que se ha agudizado en agosto, con una baja de 6,8 por ciento en comparación con el año pasado.


Hace escasos meses la Fiscalía Nacional Económica (FNE) solicitó al tribunal de la Libre Competencia la suspensión de una serie de prácticas llevadas a cabo por estas cadenas, derivadas de su extremo poder de compra, las que afectan principalmente a sus proveedores. Pero el perjuicio, dice la FNE, va más allá y tiene consecuencias en los mismos consumidores. “Es indispensable establecer estas medidas para limitar el poder de compra, por los negativos efectos que tiene, no sólo para los proveedores, sino también para los consumidores y competidores potenciales, pues el ejercicio de este poder reduce la oferta de bienes y servicios y el bienestar general”. Este creciente poder, que tiene características de oligopolio, impide también el ingreso de nuevos actores al sector, lo que redunda finalmente en la inhibición de competidores y potenciales competidores y en un control sobre los precios.


Un más reciente informe de la FNE titulado “Análisis Económico de la Industria de Supermercado”, advierte con aún más claridad sobre el riesgo del aumento en la concentración de la propiedad y del mercado.


“Una vez que las principales cadenas logran dominar los mercados locales y su crecimiento comienza a generar una mayor concentración a éste nivel, el efecto sobre los precios es opuesto” porque “para el consumidor final, los presuntos beneficios de una mayor concentración en la industria supermercadista son, a lo menos, cuestionables. Las operaciones de concentración han sido seguidas primero de una desaceleración de la caída de los precios observada anteriormente y luego de alzas de precios”.


Es posible observar una relación entre la concentración de mercado y el alza de precios. Aun así, hay sin duda otros factores que han impulsado el alza de los precios de los alimentos. Los precios de los alimentos y de los combustibles se han convertido en una presión inflacionaria de largo plazo. Y aun cuando se trata de tipos de bienes muy distintos, hoy en día están muy relacionados. El aumento de los precios del crudo ha estimulado en numerosos países industrializados y en muchos productores de granos y otros cultivos la idea de producir biocombustibles, los que hoy en día son más baratos que los derivados del petróleo. Esta demanda por cultivos como insumos para combustibles ha elevado no sólo los precios de estos bienes, como, por ejemplo, el maíz, sino indirectamente el de otros alimentos. Durante los últimos tres meses, el precio internacional de la leche se ha elevado en un 15 por ciento como consecuencia del encarecimiento de los piensos utilizados en la alimentación del ganado lechero. Y si así ha sido con la leche, próximamente lo será también con la carne.


Aun cuando la inflación es efecto de tan diversos factores, hay al menos dos fundamentales: una fuerte demanda por los productos lleva a incrementos de los precios, en tanto el tipo de cambio tiene relación con el precio relativo de los bienes importados. Respecto a la primera situación, y como ya hemos observado, las ventas de supermercados mantienen niveles decrecientes a años anteriores, con un crecimiento mensual promedio al uno por ciento. No habría aquí evidencia de inflación por una fuerte demanda de bienes. Y tampoco lo hay en el tipo de cambio, sino que el fenómeno de apreciación del peso respecto al dólar tiende a abaratar los productos importados y aquellos nacionales cuya producción tiene insumos importados. En los últimos nueve meses el dólar ha bajado desde un promedio de 550 pesos a los actuales 496 pesos.


Un poco de economía-ficción


El gobierno sólo observa y lanza ciertas expresiones que valen su reproducción. El ministro de Hacienda, en un ejercicio que parece más obligado que inspirado, ha dicho que el gobierno sigue atentamente la evolución de los precios, que los salarios han venido aumentando con fuerza y que, si seguimos en esta brecha, Chile llegará a ser un país desarrollado, como Portugal dijo, el 2020. ¡En qué estaremos en aquellos años! Un vaticinio que nos trae a la memoria otra profecía surgida también desde Hacienda. Cuando el actual canciller Alejandro Foxley ocupó la cartera de Hacienda, la primera bajo la Concertación durante los años de Patricio Aylwin, en un arrebato de su profunda fe en el libre mercado nos dijo también que si la economía continuaba creciendo a altas tasas, Chile sería desarrollado, como España dijo, en no más de diez años. Pues bien, en primer lugar, la economía sí ha crecido, y cómo ha crecido para las grandes empresas. En segundo término, Chile no sólo no es aún un país desarrollado, sino que se ha insertado entre las naciones más desiguales del mundo con un creciente deterioro de su tejido social. Por último, han pasado más de diez años. ¿De qué se trata? ¿Error de cálculo, error metodológico, demagogia o falacia?


El golpe de los precios no viene sólo desde los productos y servicios. Viene también del encarecimiento del precio del dinero a través de un aumento de la Unidad de Fomento (UF) y de la tasa de interés. Desde enero a septiembre la UF ha aumentado 1.112 pesos, en tanto el interés cobrado por bancos y otras entidades financieras ya comienza a hacerse perceptible. Aun cuando prácticamente todas las tarjetas de créditos habían elevado levemente sus intereses, Presto, el plástico de Líder, ha subido el interés desde un 11,7 por ciento en enero a un 21,3 por ciento en septiembre, lo que puede interpretarse como un precedente al que se sumará en poco tiempo el resto del sistema financiero.


Hay que considerar que un alza en las tasas de interés no sólo afecta directamente a los consumidores. También lo hace de manera indirecta. Si se eleva el costo del crédito para las empresas, éstas tenderán a traspasarlo a sus productos y servicios, lo que redundará finalmente en mayores precios que tendrán que enfrentar los consumidores.


Para el Banco Central de Chile, los niveles de endeudamiento no son riesgosos, los que compara con países desarrollados, con niveles que duplican al chileno. Un estudio de finales del año pasado informaba que la deuda total de los consumidores, que crece a una tasa anual cercaba al 20 por ciento, representaba entonces el 57 por ciento de los ingresos anuales de los hogares. Si esta proporción se compara, por ejemplo, con España, con una deuda cercana al 110 por ciento del ingreso, se puede estimar bastante moderada.


La más reciente historia económica nos remite a las crisis asiática, rusa y brasileña de finales de la década pasada. El efecto en Chile de estas turbulencias financieras fue un aumento inusitado de las tasas de interés, que llevó al colapso a millares de pymes y envió a por lo menos un millón de consumidores a los registros de Dicom. Hoy en día, sin crisis mediante, se estima que hay por lo menos un millón de personas en una situación financiera muy inestable, que podría repetir el fenómeno de comienzos de la década.


El actual crecimiento del consumo está apoyado, y qué duda cabe, en la expansión de los créditos, los que, hemos visto, han venido creciendo a una tasa anual del 20 por ciento. Un estudio del Sernac de agosto pasado, aún sin el efecto de las mayores tasas de interés, reveló que un crédito en dinero efectivo otorgado por una casa comercial tiene un recargo, de comisiones más intereses, de un 94,5 por ciento. “Sólo en el pago de intereses más comisiones se duplica el valor solicitado de avance. Dicho de otro modo, los consumidores terminan pagando hasta casi dos veces el monto solicitado al contado”.


Sin ahondar por ahora más en este conocido fenómeno, lo único que agregaremos es cómo afectará a los consumidores chilenos este enorme incremento del costo de la vida expresado en el alza de los precios de productos y servicios y en el aumento de los intereses que pagan por sus créditos.