24 Horas y diez minutos de náuseas
No veo televisión hace muchos años, tal vez cinco, tal vez diez. Sólo la veo de reojo, como a un objeto incómodo, o a veces también la miro como a un objeto peligroso. Estas ocasiones son los informativos, los que no consigo nunca terminar.
Este viernes 21 de octubre ha sido una de esas escasas ocasiones. Han sido diez minutos de terror. No por ser una galería de monstruosidades, sino por la exhibición de la miseria humana, la que está no delante de las cámaras, sino tras ellas. Una muestra de prejuicios y discriminación que debiera ser colocada en algún tribunal de derechos humanos. No sabemos si esta televisión –veía TVN, que es la televisión pública de Chile- está elaborada por mentes perversas o estúpidas. Pero temo que sea un híbrido entre ambas, que es la debilidad humana, que en ocasiones límite ha sido el caldo de cultivo del fascismo. Estos reporteros, que hoy condenan a diestra y siniestra, que van a la cola de los pacos, si viniera el caso por unas lucas más, tal vez por unos minutos más de cámara, podrían delatar a su vecino.
La colección del viernes en 24 Horas ha sido la siguiente. Iniciamos con las cámaras tras el trasero de los pacos en un asalto con un botín de un millón de pesos destinado al pago de los trabajadores de una empresa –tal vez eran 40 trabajadores, lo que hubiera sido más noticioso- ; seguimos con un “HOMOSEXUAL”, así bien subrayado por el reportero, que hacía cirugías estéticas clandestinas y continuaba con un bote de cal dejado por el pacto Juntos Podemos –no la Concertación ni la UDI, nótese- que fue a parar a las manos de unos niños con la mala suerte que uno de ellos quedó ciego. Diez minutos, y pausa para la teleserie chilena de las 21 horas.
Salí a comprar una cerveza.
Sólo un comentario. La televisión le ha dado con todo al médico ecuatoriano, bien subrayada su nacionalidad, que dejó con muerte cerebral a una paciente de su precaria clínica de cirugía estética. Ahora tenemos a un homosexual, también muy subrayado, que hace algo parecido. ¡Qué sucederá cuando aparezca un médico de la clínica Las Condes metido en uno de estos líos. Alguien diría que no, eso no sucede. Diríamos que no sucede en la corrupta televisión.
Este viernes 21 de octubre ha sido una de esas escasas ocasiones. Han sido diez minutos de terror. No por ser una galería de monstruosidades, sino por la exhibición de la miseria humana, la que está no delante de las cámaras, sino tras ellas. Una muestra de prejuicios y discriminación que debiera ser colocada en algún tribunal de derechos humanos. No sabemos si esta televisión –veía TVN, que es la televisión pública de Chile- está elaborada por mentes perversas o estúpidas. Pero temo que sea un híbrido entre ambas, que es la debilidad humana, que en ocasiones límite ha sido el caldo de cultivo del fascismo. Estos reporteros, que hoy condenan a diestra y siniestra, que van a la cola de los pacos, si viniera el caso por unas lucas más, tal vez por unos minutos más de cámara, podrían delatar a su vecino.
La colección del viernes en 24 Horas ha sido la siguiente. Iniciamos con las cámaras tras el trasero de los pacos en un asalto con un botín de un millón de pesos destinado al pago de los trabajadores de una empresa –tal vez eran 40 trabajadores, lo que hubiera sido más noticioso- ; seguimos con un “HOMOSEXUAL”, así bien subrayado por el reportero, que hacía cirugías estéticas clandestinas y continuaba con un bote de cal dejado por el pacto Juntos Podemos –no la Concertación ni la UDI, nótese- que fue a parar a las manos de unos niños con la mala suerte que uno de ellos quedó ciego. Diez minutos, y pausa para la teleserie chilena de las 21 horas.
Salí a comprar una cerveza.
Sólo un comentario. La televisión le ha dado con todo al médico ecuatoriano, bien subrayada su nacionalidad, que dejó con muerte cerebral a una paciente de su precaria clínica de cirugía estética. Ahora tenemos a un homosexual, también muy subrayado, que hace algo parecido. ¡Qué sucederá cuando aparezca un médico de la clínica Las Condes metido en uno de estos líos. Alguien diría que no, eso no sucede. Diríamos que no sucede en la corrupta televisión.