El modelo chileno se cae a pedazos
Había escrito ayer sobre los efectos del debate presidencial por la CNN y la televisión chilena. En algún momento -y esto lo ha pensado mucha gente que piensa- pensé yo también que lo más relevante era la puesta de los problemas sociales y económicos de nuestro país en la agenda pública. Dije que el país modelo para Latinoamérica, el faro neoliberal, había trasparentado su tercermundismo. El escaparate de cartón piedra se había venido abajo.
Es posible que así sea. Porque es más sano ser tercermundista que un arribista desclasado de las categorías planetarias. Había una canción, creo de los años ochenta, que nos recomendaba darnos una vuelta por Pudahuel y La Bandera cada vez que los humos se nos suben a la cabeza. No sé cómo los gobernantes y políticos, que tanto visitan barrios pobres, siguen creyendo en el salto al desarrollo. Claro que después de cortar la cinta del consultorio ante decenas de ancianos indigentes se suben al coche oficial que los conduce por la autopista concesionada. De ahí a la oficina climatizada para más tarde instalarse en el 4x4 que los llevará al barrio alto otra vez por la autopista pagada. De tanto mirar hacia delante, no logran ver nada de lo que han dejado atrás..
Toda la clase política ahora reniega del modelo famoso éste. De la noche a la mañana en Chile parece que no hay neoliberales. ¿Qué les ha pasado? ¿Es posible creer en esta repentina conversión ante las cámaras de televisión? Es claro que es una gran farsa electoral: no cortarán la rama en la que están sentados, digo parafraseando a Franz Hinkelhammer, pese que él usa esta imagen en otro sentido.
Por la boca muere el pez, reza el tan sabio refrán. Lo que han hecho estos candidatos, en su afán de llegar a La Moneda, es haber sino colocado oficialmente la lápida al modelo neoliberal, por lo menos amplificar su desprestigio. Han recogido una extensa e intensa percepción ciudadana que repugna del modelo económico y han certificado esta repulsión. Si ahora el discurso público no es elogiar la economía chilena sino criticar sus tremendas injusticias, será difícil echar marcha atrás.
Es posible que así sea. Porque es más sano ser tercermundista que un arribista desclasado de las categorías planetarias. Había una canción, creo de los años ochenta, que nos recomendaba darnos una vuelta por Pudahuel y La Bandera cada vez que los humos se nos suben a la cabeza. No sé cómo los gobernantes y políticos, que tanto visitan barrios pobres, siguen creyendo en el salto al desarrollo. Claro que después de cortar la cinta del consultorio ante decenas de ancianos indigentes se suben al coche oficial que los conduce por la autopista concesionada. De ahí a la oficina climatizada para más tarde instalarse en el 4x4 que los llevará al barrio alto otra vez por la autopista pagada. De tanto mirar hacia delante, no logran ver nada de lo que han dejado atrás..
Toda la clase política ahora reniega del modelo famoso éste. De la noche a la mañana en Chile parece que no hay neoliberales. ¿Qué les ha pasado? ¿Es posible creer en esta repentina conversión ante las cámaras de televisión? Es claro que es una gran farsa electoral: no cortarán la rama en la que están sentados, digo parafraseando a Franz Hinkelhammer, pese que él usa esta imagen en otro sentido.
Por la boca muere el pez, reza el tan sabio refrán. Lo que han hecho estos candidatos, en su afán de llegar a La Moneda, es haber sino colocado oficialmente la lápida al modelo neoliberal, por lo menos amplificar su desprestigio. Han recogido una extensa e intensa percepción ciudadana que repugna del modelo económico y han certificado esta repulsión. Si ahora el discurso público no es elogiar la economía chilena sino criticar sus tremendas injusticias, será difícil echar marcha atrás.