Los descuadrados de Cuadra
El lenguaje no sólo expresa realidades, sino que crea realidades, dicen hoy desde filósofos a lingüistas. Y, sin ser tan académico, pero no por ello por ello poco profundo ni filosófico, el refrán popular nos dice que por la boca muere el pez, que se convierte, también sabemos muy bien, en un pescado. Algo así le ha sucedido al rector de la Universidad Diego Portales (UDP), Francisco Javier Cuadra, que ha sido –y será hasta que muera y después de su muerte- uno de los más conspicuos ministros de Pinochet al haber abierto la boca al Diario 7. Salió en defensa propia –dijo que mandó a detener a Ricardo Lagos para salvarle la vida- pero más le valía quedarse callado. Hasta aquel día, el que era portavoz de Pinochet durante los asesinatos de 1986, era la principal figura de esta universidad, institución en la que, suponemos, se guardan y desarrollan los valores intelectuales y éticos de nuestra cultura. Aquí estaba el ex ministro de Pinochet, guiando el destino de académicos y alumnos.
Algo les ha salido mal, lo que podría complicar los futuros negocios de esta privada institución. Hace un par de días escuchaba en la radio a la relacionadora pública de la UDP y su discurso no podía reflejar con más claridad el espírito que mueve a esta casa de estudios. La señora o señorita declaraba algo así: “la supuesta responsabilidad del rector en violaciones de derechos humanos puede generarle altos costos a la universidad en su imagen, lo cual afectará el posicionamiento de mercado y, eventualmente, puede generar futuras pérdidas en su participación de mercado y rentabilidad”. No dijo esto con exactitud, pero fue algo muy similar.
Bajo estos criterios de mercado y rentabilidad, propios de cualquier empresa privada, podemos comprender también la reacción de los profesores y alumnos, quienes sólo hoy se escandalizan del pasado de su rector. Una actitud bastante tardía, y por cierto cómoda, cuando se trata de profesionales y futuros profesionales que han de haber sabido con bastantes detalles en qué estaba Cuadra en 1986 y quién era su jefe. Es una actitud de acomodo en el nuevo escenario público y es también un temor a perder cierto prestigio, que se mide, finalmente, como rentabilidad profesional y económica.
Algo les ha salido mal, lo que podría complicar los futuros negocios de esta privada institución. Hace un par de días escuchaba en la radio a la relacionadora pública de la UDP y su discurso no podía reflejar con más claridad el espírito que mueve a esta casa de estudios. La señora o señorita declaraba algo así: “la supuesta responsabilidad del rector en violaciones de derechos humanos puede generarle altos costos a la universidad en su imagen, lo cual afectará el posicionamiento de mercado y, eventualmente, puede generar futuras pérdidas en su participación de mercado y rentabilidad”. No dijo esto con exactitud, pero fue algo muy similar.
Bajo estos criterios de mercado y rentabilidad, propios de cualquier empresa privada, podemos comprender también la reacción de los profesores y alumnos, quienes sólo hoy se escandalizan del pasado de su rector. Una actitud bastante tardía, y por cierto cómoda, cuando se trata de profesionales y futuros profesionales que han de haber sabido con bastantes detalles en qué estaba Cuadra en 1986 y quién era su jefe. Es una actitud de acomodo en el nuevo escenario público y es también un temor a perder cierto prestigio, que se mide, finalmente, como rentabilidad profesional y económica.