El mundo según Cantinflas: La UDI contra el capital internacional
A río revuelto… reza el refrán. El anuncio de la concesionada Costanera Norte ha provocado un voltereta discursiva, y lo que está a la derecha parece de izquierda en tiempos que la izquierda, o lo que dice serlo, habla como la derecha. El mundo según Cantinflas, podríamos decir cuando escuchamos a senadores de derecha como Pablo Longueira salir en defensa de las clases medias atropelladas por el aumento de tarifas de circulación decretadas por una transnacional.
Un encendido discurso que no sabemos dónde ubicarlo, pero que arrincona a una silenciosa Concertación, la que, un poco mareada, tampoco sabe de su ubicación. Las leyes de mercado, ritualizadas y elogiadas durante los tres anteriores gobiernos, dan ahora una nueva vuelca de tuerca y resuelven el atochamiento con el mismo precepto: a mayor demanda, mayor precio. La regla básica de oro parece infalible e intacta.
La UDI ha sacado la discusión del terreno económico –el mercado, como verdad suprema, no se toca- y lo arrastra al jurídico. Longueira dice que el alza de tarifas es inconstitucional, que ha habido un “cambio a las reglas del juego”, repitiendo aquel clásico eslogan empresarial cuando estos señores apuntan a las decisiones gubernamentales que no les acomodan. Pero Longueira, y aquí lo inaudito, acusa ahora a la gran empresa transnacionalizada. La UDI, y aquí hallamos otro extravagante giro, acusa al gran capital internacional. Está claro que el ingeniero se guarda una carta bajo la manga.
Viniendo de quien vienen estas acusaciones, aquí hay gato encerrado. No vamos a entrar aquí a defender ni tampoco juzgar las políticas de concesiones de obras públicas, mecanismo que también ha sido útil para conceder ruegos y favores. Longueira, que dice ahora ser el defensor de los asediados automovilistas, doblemente vulnerados por cobros de TAG y gasolinas, ha lanzado su proyectil opositor con una compleja y aparentemente muy calculada carambola: de partida, es evidente que desea generar empatía con los angustiados conductores –y no sólo entre los de La Dehesa- y, como efecto colateral, acusar a la concesionaria. Pero su objetivo no es la empresa; es la Concertación y sus políticas de obras públicas. Para ser más exactos, el líder y gestor del programa de concesiones. Cuando el 11 de marzo el público apostado en La Moneda clamaba “Lagos 2010”, la oposición susurraba “acuérdate del MOP-Gate”.