El fin de la tolerancia
La concentración de los medios de comunicación, que es una concentración de la propiedad, los mensajes y los mercados –en este caso la audiencia y la publicidad- opera de manera vigorosa en la prensa escrita y en la televisión y avanza también sin tregua en la radiofonía. Las radios, por años arrinconadas por la televisión, aun cuando gozan hoy de un nuevo impulso por la masificación de los sistemas de audio digitales personales, no disfrutan de una distribución proporcional de la inversión publicitaria. La radio crece, ha logrado situarse, incluso, como uno de los medios más confiables en cuanto fuente de información, sin embargo no consigue destacarse como soporte publicitario. No por ello hoy emerge como un nuevo negocio en la mira de inversionistas nacionales y extranjeros. No existe área no apetecida por el ubicuo e insaciable mercado global.
El mercado radiofónico está lejos de consolidarse, pero avanza en la misma dirección que otros sectores de la comunicación. Inmerso aún en un fuerte proceso de cambios, con no pocas quiebras a su espalda y sus consiguientes traspasos en la propiedad, es un mercado que apunta, como tantos otros, hacia el surgimiento de unos pocos grandes grupos que controlan el atomizado universo radial. El éter radiofónico, que ha incluido históricamente el más amplio y diverso espectro socio político, tiende hoy a homogenizar discursos bajo el mismo patrón que controla los otros medios. El mercado, que todo lo estandariza, ha comenzado a poner bajo su misma mirada a la radio.
Hasta hace pocos años, una de las características de la radio había sido su diversidad, lo que también era, ciertamente en menor grado, un rasgo de pluralismo, de libertad de expresión. En las cincuenta emisoras inscritas en la Asociación de Radiodifusores de Chile –ARCHI- ( no incluye a las radios comunitarias) que operan en la Región Metropolitana, o en las cerca de mil radios que funcionan por todo Chile, la tendencia apunta hacia los grandes o medianos operadores, cuyas frecuencias, en el caso de la FM, se replican por todas las regiones y comunas del país. Junto a este rumbo, está también la clara tendencia a la concentración de las frecuencias en pocos grupos económicos: cada emisora orientada a un segmento del mercado. Cada radio, en fin, es un producto.
Ingreso de PRISA y el rezago de El Mercurio
Uno de los inversionistas extranjeros más activos en la radiofonía chilena ha sido el grupo español Prisa, que controla en España el diario El País junto a editoriales –Santillana y Alfaguara- y otros negocios de las comunicaciones, como redes de radios (cadena SER) y televisión (Sogecable). En la actualidad, este grupo, que tiene una fuerte presencia en toda Latinoamérica, es dueño en Chile a través de su filial, el Consorcio Radial Chileno (CRC), de las radios “W”, 40 Principales, Bésame y Activa. Un paquete de activos que es posible que aumente si se llega a concretar la compra por parte de la filial chilena de Prisa de las emisoras del consorcio Iberoamerican Radio, propiedad del grupo internacional Claxon. Esta compra, que implicaría alrededor de US 60 millones, según publicó El Mercurio hacia mediados de octubre, dejaría al grupo Prisa con más de diez emisoras. A las cuatro de su propiedad le agregaría Concierto, Pudahuel, Corazón, FM2, Imagina, Rock & Pop, Futuro y FM Hit. Seis de estas emisoras están entre las primeras diez de mayor audiencia.
La compra de estas radios por parte de Prisa en un universo de un millar parece un detalle. Pero si consideramos que la operación apunta hacia una cobertura nacional (a través de estaciones repetidoras en regiones), ésta le otorgaría a este consorcio, según dice El Mercurio, el 60 por ciento de la audiencia total del mercado radiofónico. Y en metálico, es como la mitad de la inversión publicitaria del sector, actualmente el torno a los US$ 70 millones al año.
El Mercurio está preocupado por esta arremetida del inversionistas español. Durante octubre le ha dedicado varias páginas para informar sobre la caída de sus utilidades o para modelar un perfil de Jesús Polanco, el fundador y principal accionista del grupo Prisa, que es, según nos relatan, el tercer hombre más rico de la Península Ibérica. Prisa crece y se amplía para controlar un universo de más de mil radios de habla hispana, tanto en España como en Latinoamérica y Estados Unidos.
Prisa también tiene una gran vocación en la prensa escrita. De hecho, es desde este sector que surge. Además de El País es propietario del diario económico Cinco Días y otros periódicos especializados y regionales. Pero el impacto es en el exterior, desde donde procede hoy en día la gran parte de los ingresos del grupo. Durante el último tiempo Prisa ha comprado un paquete del 15 por ciento de las acciones del prestigioso Le Monde de Francia, como también de los diarios del sur francés Midi Libre y L´Independant, en tanto mantiene importantes posiciones en Latinoamérica en esta área: en Bolivia publica el diario opositor La Razón y Nuevo Día, y edita revistas en México, como la Rolling Stone.
Por cierto que El Mercurio ha levantado esta nueva campaña para advertir no sólo sobre la concentración en el mercado de la radiofonía, sino para evitar que el grupo hispano continúe su penetración en Chile y, eventualmente, consolide el antiguo proyecto de armar un diario en el país.
Tres grandes son multitud
A corto plazo el matutino también expresa su preocupación. El duopolio de la prensa escrita –El Mercurio y Copesa- también compite en el mercado radiofónico, pero con bastante más ventaja para Copesa, que tiene en estos momentos las radios Zero, Duna, Carolina y, desde hace poco, Beethoven, en tanto negocia la compra de Nina y Sintonía. El Mercurio, sólo con Digital FM y Positiva FM, y tras el imponente ingreso de Prisa se vería desplazado de este campo. Como bien se sabe, las frecuencias están ya saturadas, por lo que el ingreso o expansión en el éter está necesariamente relacionado con la compra de radioemisoras.
Tras la probable expansión de Prisa, el mercado de la radio quedaría con la siguiente estructura: Prisa, con doce radios, Copesa, posiblemente con seis y El Mercurio con dos. El resto de las emisoras de alto rating son Cooperativa (dueña de Radio Cooperativa y Universo), la familia Mosciatti, con Bío Bío y Punto Siete: la familia Molfino, con radios El Conquistador y Para Ti; Ricardo Bezanilla, con Infinita, Tiempo y Romántica, y Julián García Reyes, con Oasis y Horizonte.
Uno de los argumentos de El Mercurio para frenar la operación entre Iberoamerican Radio y Prisa apunta hacia –aunque parezca increíble- la concentración de la propiedad, ya que, dice, por la ley de “radio y la televisión están obligados a informar al Tribunal de Defensa de la Libre Competencia de cualquier operación de compra o venta, debiendo ésta ser aceptada por el organismo”. Según el matutino, la fuerte concentración que surgiría tras la compra colocaría al grupo hispano no sólo en una posición monopólica u oligopólica (sic), lo que está en contra de la libre competencia, sino que también vulneraría –afirma el diario- ciertos convenios internacionales de inversiones en comunicación.
En cualquier caso, ambos argumentos son bastante sesgados. Respecto a la posición oligopólica, no es mayor a la que ocurre en prácticamente todos los sectores punta de la economía, y tampoco es mayor a la posición que El Mercurio tiene en el mercado de la prensa escrita. Lo de los convenios internacionales también merece otras argumentaciones, en cuanto las comunicaciones, como servicios, están en la agenda mundial de comercio. Así como grupos extranjeros son o han sido propietarios de canales de televisión, de radios –Iberoamerican también es un consorcio extranjero- o de prensa escrita, como Publimetro, no existe ninguna nueva normativa que pueda alterar este tipo de inversiones. Si Chile ha apostado por la apertura comercial, por cierto tan elogiada por el mismo El Mercurio, no tendría que haber excepción con las comunicaciones.
Prisa y compañía ilimitada
El grupo Prisa está aquí para hacer negocios, tal como lo hacen en otras áreas de la economía otros varios inversionistas españoles. Al observar los resultados del desempeño internacional del grupo Prisa, Chile ha sido una muy buena plaza para el negocio editorial, con Santillana, que ha aumentado un 48 por ciento entre enero y septiembre del 2006. Algo similar ocurre con el negocio radiofónico internacional, cuyos ingresos por publicidad crecieron casi un 23 por ciento durante ese periodo.
Aun cuando no son públicos los resultados del Consorcio Radial Chileno, fuentes del sector afirman que han de ser similares a los resultados de las radios internacionales del grupo Prisa: hay un claro diseño del negocio a escala internacional, el que está ligado con las multinacionales españolas presentes en toda la región. A ningún observador cercano al medio le pasa inadvertido el hecho que las empresas españolas son buenos avisadores del consorcio radiofónico.
Para el año en curso, según las proyecciones de la Asociación Nacional de Avisadores (ANDA), la inversión publicitaria global aumentará un seis por ciento. Del total invertido, a la radio sólo le llegará poco más del ocho por ciento, monto que, hemos visto, se repartiría principalmente entre dos o tres grandes grupos.
Observamos la fuerte tendencia a la concentración de la propiedad, de la publicidad y de las audiencias en todos los medios de comunicación, fenómeno que es más o menos similar a otros sectores desregulados de la economía. Pero en las comunicaciones de masas ocurre algo adicional, que es una concentración y una contaminación de los mensajes.
Esta nueva distorsión, que está explicada en el Recuadro adjunto, requiere previamente trazar aunque sea un esquema básico de la concentración en la prensa escrita y la televisión. Como ya es sabido, la prensa escrita en Chile está segmentada en partes más o menos iguales entre El Mercurio y Copesa. Entre los distintos diarios de ambos consorcios suman el 99 por ciento del mercado de circulación o audiencia, los que dejan un uno por ciento para La Nación.
Es de interés observar lo que sucede con el mercado de la publicidad en la prensa escrita (aproximadamente un 30 por ciento del total de la inversión publicitaria nacional), la que teóricamente también debiera repartirse en partes más o menos iguales.
La realidad nos lleva a una clara distorsión. Sólo El Mercurio, un solo diario, concentra el 51 por ciento del total de la inversión publicitaria en prensa escrita. Le sigue bastante más lejos La Tercera, con apenas el 15 por ciento. Es probable que El Mercurio tenga mejor nivel de lectura, que su público esté mejor acotado, que cumpla con otras condiciones exigidas por los avisadores, pero nada de ello logra explicar esta enorme diferencia. Habría, por tanto, un sesgo ideológico de la clase empresarial.
Este sesgo también se expresa en el mercado de la publicidad de televisión. La TV concentra el 57 por ciento de la inversión total en publicidad. Por estaciones, según datos del año pasado, la inversión estuvo canalizada principalmente hacia UC TV (Canal 13) y Mega, con un 32 y un 28 por ciento respectivamente, seguida por Televisión Nacional (TVN), con aproximadamente un 22 por ciento. Esta proporción del mercado publicitario, según la racionalidad económica, debiera ser una expresión del mercado de las audiencias. ¡Pero volvemos a ver una evidente distorsión! Es TVN la estación que encabeza el ranking de audiencia, con un promedio de casi trece puntos, seguida por UC TV, con poco más del doce y por Mega, con poco más de siete puntos. Y si hablamos del segmento más apetecido por los avisadores y publicistas, el ABC1, éste también se expone con más frecuencia a TVN.
Pero el rasgo más escandaloso de la inversión publicitaria es la que surge desde el Estado. Según fuentes varias, aproximadamente un 70 por ciento de la inversión pública ha sido canalizada hacia El Mercurio. El sector público, lejos de intentar ordenar y equilibrar este mercado, lo que hace es ayudar a su distorsión.
Hay una evidente distorsión de la inversión publicitaria, la que tiene una motivación de tipo ideológica, como afirman, por cierto, los académicos Osvaldo Corrales y Juan Sandoval en su estudio “Concentración del mercado de los medios, pluralismo y libertad de expresión”, publicado por el Instituto de la Comunicación y la Imagen de la Universidad de Chile.
El comportamiento de la prensa y su relación con la gran empresa, que es el gran avisador en los medios de comunicación, va incluso más lejos que la tradicional noción de oligopolio, la que “no resulta suficiente para comprender la forma en que se ha estructurado el mercado de la prensa en Chile”, dicen los autores. Habría que incorporar un nuevo concepto, dicen, el de “monopolio ideológico”.
El monopolio ideológico que plantean los autores es otra forma de referirse al pensamiento único, que es la simbiosis entre neoliberalismo económico y conservadurismo cultural. Los empresarios, bien apoyados por la industria de la publicidad, utilizan la inversión publicitaria como una herramienta para fortalecer los medios y los discursos que les son más cercanos, aquellos que refuerzan el marco para favorecer sus negocios.
Es necesario tener en cuenta estas condiciones del mercado de los medios de comunicación en Chile para integrar al sector radiofónico a la pugna entre El Mercurio y el grupo Prisa de España. Quien se hace de este sector, además de controlar gran parte del mercado radial, controla los mensajes, aspecto sin duda sensible tanto para el tandem hispano comunicacional-empresarial como para El Mercurio. Una buena posición de los hispanos (y el 60 por ciento del mercado radiofónico no está mal), sumado al buen apoyo publicitario que le otorgan las multinacionales españolas, sirve como máquina de refuerzo diario del discurso económico empresarial globalizado.
La baja presencia del sector radiofónico en el mercado total de la publicidad ha llevado a los grupos dueños de las emisoras a realizar una total “reingeniería” de los costos del sector, la que ha partido por desmantelar los departamentos de prensa. La radio, que históricamente y hasta no hace tanto tiempo había sido el medio de la instantaneidad, de la credibilidad informativa, ha pasado a ser uno de entretención.
Son hoy muy pocas las emisoras que mantienen departamentos de prensa. En Santiago, tras el fracaso del proyecto noticioso de Radio Chilena, que ha pasado a manos de la Universidad Católica como la radio musical Play, sólo persisten en esta estrategia en la frecuencia FM la radio Bío Bío, Cooperativa, Agricultura, Universidad de Chile y, en menor medida, Radio W, esta última del grupo Prisa.
El desmantelamiento de los departamentos de prensa es un hecho que tiene serias consecuencias para la libertad de expresión. La radio, al carecer de áreas informativas por reducción de costos, cambia su formato y tiende hacia una estandarización generada por la demanda: radios para un público ABC1, para jóvenes, para adultos, para el segmento medio, etc. y etc. Pero es también un producto que tiende hacia el espectáculo periodístico instalado por la televisión, tal como sucede en cierta prensa escrita. La incorporación de periodistas y figuras de la televisión en los espacios radiofónicos busca no sólo atraer al público de la TV, sino también nivelar los medios. El resultado es una simbiosis muy poco generosa con la radio, la que finalmente pasa a ser un apéndice de la televisión.
El mercado radiofónico está lejos de consolidarse, pero avanza en la misma dirección que otros sectores de la comunicación. Inmerso aún en un fuerte proceso de cambios, con no pocas quiebras a su espalda y sus consiguientes traspasos en la propiedad, es un mercado que apunta, como tantos otros, hacia el surgimiento de unos pocos grandes grupos que controlan el atomizado universo radial. El éter radiofónico, que ha incluido históricamente el más amplio y diverso espectro socio político, tiende hoy a homogenizar discursos bajo el mismo patrón que controla los otros medios. El mercado, que todo lo estandariza, ha comenzado a poner bajo su misma mirada a la radio.
Hasta hace pocos años, una de las características de la radio había sido su diversidad, lo que también era, ciertamente en menor grado, un rasgo de pluralismo, de libertad de expresión. En las cincuenta emisoras inscritas en la Asociación de Radiodifusores de Chile –ARCHI- ( no incluye a las radios comunitarias) que operan en la Región Metropolitana, o en las cerca de mil radios que funcionan por todo Chile, la tendencia apunta hacia los grandes o medianos operadores, cuyas frecuencias, en el caso de la FM, se replican por todas las regiones y comunas del país. Junto a este rumbo, está también la clara tendencia a la concentración de las frecuencias en pocos grupos económicos: cada emisora orientada a un segmento del mercado. Cada radio, en fin, es un producto.
Ingreso de PRISA y el rezago de El Mercurio
Uno de los inversionistas extranjeros más activos en la radiofonía chilena ha sido el grupo español Prisa, que controla en España el diario El País junto a editoriales –Santillana y Alfaguara- y otros negocios de las comunicaciones, como redes de radios (cadena SER) y televisión (Sogecable). En la actualidad, este grupo, que tiene una fuerte presencia en toda Latinoamérica, es dueño en Chile a través de su filial, el Consorcio Radial Chileno (CRC), de las radios “W”, 40 Principales, Bésame y Activa. Un paquete de activos que es posible que aumente si se llega a concretar la compra por parte de la filial chilena de Prisa de las emisoras del consorcio Iberoamerican Radio, propiedad del grupo internacional Claxon. Esta compra, que implicaría alrededor de US 60 millones, según publicó El Mercurio hacia mediados de octubre, dejaría al grupo Prisa con más de diez emisoras. A las cuatro de su propiedad le agregaría Concierto, Pudahuel, Corazón, FM2, Imagina, Rock & Pop, Futuro y FM Hit. Seis de estas emisoras están entre las primeras diez de mayor audiencia.
La compra de estas radios por parte de Prisa en un universo de un millar parece un detalle. Pero si consideramos que la operación apunta hacia una cobertura nacional (a través de estaciones repetidoras en regiones), ésta le otorgaría a este consorcio, según dice El Mercurio, el 60 por ciento de la audiencia total del mercado radiofónico. Y en metálico, es como la mitad de la inversión publicitaria del sector, actualmente el torno a los US$ 70 millones al año.
El Mercurio está preocupado por esta arremetida del inversionistas español. Durante octubre le ha dedicado varias páginas para informar sobre la caída de sus utilidades o para modelar un perfil de Jesús Polanco, el fundador y principal accionista del grupo Prisa, que es, según nos relatan, el tercer hombre más rico de la Península Ibérica. Prisa crece y se amplía para controlar un universo de más de mil radios de habla hispana, tanto en España como en Latinoamérica y Estados Unidos.
Prisa también tiene una gran vocación en la prensa escrita. De hecho, es desde este sector que surge. Además de El País es propietario del diario económico Cinco Días y otros periódicos especializados y regionales. Pero el impacto es en el exterior, desde donde procede hoy en día la gran parte de los ingresos del grupo. Durante el último tiempo Prisa ha comprado un paquete del 15 por ciento de las acciones del prestigioso Le Monde de Francia, como también de los diarios del sur francés Midi Libre y L´Independant, en tanto mantiene importantes posiciones en Latinoamérica en esta área: en Bolivia publica el diario opositor La Razón y Nuevo Día, y edita revistas en México, como la Rolling Stone.
Por cierto que El Mercurio ha levantado esta nueva campaña para advertir no sólo sobre la concentración en el mercado de la radiofonía, sino para evitar que el grupo hispano continúe su penetración en Chile y, eventualmente, consolide el antiguo proyecto de armar un diario en el país.
Tres grandes son multitud
A corto plazo el matutino también expresa su preocupación. El duopolio de la prensa escrita –El Mercurio y Copesa- también compite en el mercado radiofónico, pero con bastante más ventaja para Copesa, que tiene en estos momentos las radios Zero, Duna, Carolina y, desde hace poco, Beethoven, en tanto negocia la compra de Nina y Sintonía. El Mercurio, sólo con Digital FM y Positiva FM, y tras el imponente ingreso de Prisa se vería desplazado de este campo. Como bien se sabe, las frecuencias están ya saturadas, por lo que el ingreso o expansión en el éter está necesariamente relacionado con la compra de radioemisoras.
Tras la probable expansión de Prisa, el mercado de la radio quedaría con la siguiente estructura: Prisa, con doce radios, Copesa, posiblemente con seis y El Mercurio con dos. El resto de las emisoras de alto rating son Cooperativa (dueña de Radio Cooperativa y Universo), la familia Mosciatti, con Bío Bío y Punto Siete: la familia Molfino, con radios El Conquistador y Para Ti; Ricardo Bezanilla, con Infinita, Tiempo y Romántica, y Julián García Reyes, con Oasis y Horizonte.
Uno de los argumentos de El Mercurio para frenar la operación entre Iberoamerican Radio y Prisa apunta hacia –aunque parezca increíble- la concentración de la propiedad, ya que, dice, por la ley de “radio y la televisión están obligados a informar al Tribunal de Defensa de la Libre Competencia de cualquier operación de compra o venta, debiendo ésta ser aceptada por el organismo”. Según el matutino, la fuerte concentración que surgiría tras la compra colocaría al grupo hispano no sólo en una posición monopólica u oligopólica (sic), lo que está en contra de la libre competencia, sino que también vulneraría –afirma el diario- ciertos convenios internacionales de inversiones en comunicación.
En cualquier caso, ambos argumentos son bastante sesgados. Respecto a la posición oligopólica, no es mayor a la que ocurre en prácticamente todos los sectores punta de la economía, y tampoco es mayor a la posición que El Mercurio tiene en el mercado de la prensa escrita. Lo de los convenios internacionales también merece otras argumentaciones, en cuanto las comunicaciones, como servicios, están en la agenda mundial de comercio. Así como grupos extranjeros son o han sido propietarios de canales de televisión, de radios –Iberoamerican también es un consorcio extranjero- o de prensa escrita, como Publimetro, no existe ninguna nueva normativa que pueda alterar este tipo de inversiones. Si Chile ha apostado por la apertura comercial, por cierto tan elogiada por el mismo El Mercurio, no tendría que haber excepción con las comunicaciones.
Prisa y compañía ilimitada
El grupo Prisa está aquí para hacer negocios, tal como lo hacen en otras áreas de la economía otros varios inversionistas españoles. Al observar los resultados del desempeño internacional del grupo Prisa, Chile ha sido una muy buena plaza para el negocio editorial, con Santillana, que ha aumentado un 48 por ciento entre enero y septiembre del 2006. Algo similar ocurre con el negocio radiofónico internacional, cuyos ingresos por publicidad crecieron casi un 23 por ciento durante ese periodo.
Aun cuando no son públicos los resultados del Consorcio Radial Chileno, fuentes del sector afirman que han de ser similares a los resultados de las radios internacionales del grupo Prisa: hay un claro diseño del negocio a escala internacional, el que está ligado con las multinacionales españolas presentes en toda la región. A ningún observador cercano al medio le pasa inadvertido el hecho que las empresas españolas son buenos avisadores del consorcio radiofónico.
Para el año en curso, según las proyecciones de la Asociación Nacional de Avisadores (ANDA), la inversión publicitaria global aumentará un seis por ciento. Del total invertido, a la radio sólo le llegará poco más del ocho por ciento, monto que, hemos visto, se repartiría principalmente entre dos o tres grandes grupos.
Observamos la fuerte tendencia a la concentración de la propiedad, de la publicidad y de las audiencias en todos los medios de comunicación, fenómeno que es más o menos similar a otros sectores desregulados de la economía. Pero en las comunicaciones de masas ocurre algo adicional, que es una concentración y una contaminación de los mensajes.
Esta nueva distorsión, que está explicada en el Recuadro adjunto, requiere previamente trazar aunque sea un esquema básico de la concentración en la prensa escrita y la televisión. Como ya es sabido, la prensa escrita en Chile está segmentada en partes más o menos iguales entre El Mercurio y Copesa. Entre los distintos diarios de ambos consorcios suman el 99 por ciento del mercado de circulación o audiencia, los que dejan un uno por ciento para La Nación.
Es de interés observar lo que sucede con el mercado de la publicidad en la prensa escrita (aproximadamente un 30 por ciento del total de la inversión publicitaria nacional), la que teóricamente también debiera repartirse en partes más o menos iguales.
La realidad nos lleva a una clara distorsión. Sólo El Mercurio, un solo diario, concentra el 51 por ciento del total de la inversión publicitaria en prensa escrita. Le sigue bastante más lejos La Tercera, con apenas el 15 por ciento. Es probable que El Mercurio tenga mejor nivel de lectura, que su público esté mejor acotado, que cumpla con otras condiciones exigidas por los avisadores, pero nada de ello logra explicar esta enorme diferencia. Habría, por tanto, un sesgo ideológico de la clase empresarial.
Este sesgo también se expresa en el mercado de la publicidad de televisión. La TV concentra el 57 por ciento de la inversión total en publicidad. Por estaciones, según datos del año pasado, la inversión estuvo canalizada principalmente hacia UC TV (Canal 13) y Mega, con un 32 y un 28 por ciento respectivamente, seguida por Televisión Nacional (TVN), con aproximadamente un 22 por ciento. Esta proporción del mercado publicitario, según la racionalidad económica, debiera ser una expresión del mercado de las audiencias. ¡Pero volvemos a ver una evidente distorsión! Es TVN la estación que encabeza el ranking de audiencia, con un promedio de casi trece puntos, seguida por UC TV, con poco más del doce y por Mega, con poco más de siete puntos. Y si hablamos del segmento más apetecido por los avisadores y publicistas, el ABC1, éste también se expone con más frecuencia a TVN.
Pero el rasgo más escandaloso de la inversión publicitaria es la que surge desde el Estado. Según fuentes varias, aproximadamente un 70 por ciento de la inversión pública ha sido canalizada hacia El Mercurio. El sector público, lejos de intentar ordenar y equilibrar este mercado, lo que hace es ayudar a su distorsión.
Hay una evidente distorsión de la inversión publicitaria, la que tiene una motivación de tipo ideológica, como afirman, por cierto, los académicos Osvaldo Corrales y Juan Sandoval en su estudio “Concentración del mercado de los medios, pluralismo y libertad de expresión”, publicado por el Instituto de la Comunicación y la Imagen de la Universidad de Chile.
El comportamiento de la prensa y su relación con la gran empresa, que es el gran avisador en los medios de comunicación, va incluso más lejos que la tradicional noción de oligopolio, la que “no resulta suficiente para comprender la forma en que se ha estructurado el mercado de la prensa en Chile”, dicen los autores. Habría que incorporar un nuevo concepto, dicen, el de “monopolio ideológico”.
El monopolio ideológico que plantean los autores es otra forma de referirse al pensamiento único, que es la simbiosis entre neoliberalismo económico y conservadurismo cultural. Los empresarios, bien apoyados por la industria de la publicidad, utilizan la inversión publicitaria como una herramienta para fortalecer los medios y los discursos que les son más cercanos, aquellos que refuerzan el marco para favorecer sus negocios.
Es necesario tener en cuenta estas condiciones del mercado de los medios de comunicación en Chile para integrar al sector radiofónico a la pugna entre El Mercurio y el grupo Prisa de España. Quien se hace de este sector, además de controlar gran parte del mercado radial, controla los mensajes, aspecto sin duda sensible tanto para el tandem hispano comunicacional-empresarial como para El Mercurio. Una buena posición de los hispanos (y el 60 por ciento del mercado radiofónico no está mal), sumado al buen apoyo publicitario que le otorgan las multinacionales españolas, sirve como máquina de refuerzo diario del discurso económico empresarial globalizado.
La baja presencia del sector radiofónico en el mercado total de la publicidad ha llevado a los grupos dueños de las emisoras a realizar una total “reingeniería” de los costos del sector, la que ha partido por desmantelar los departamentos de prensa. La radio, que históricamente y hasta no hace tanto tiempo había sido el medio de la instantaneidad, de la credibilidad informativa, ha pasado a ser uno de entretención.
Son hoy muy pocas las emisoras que mantienen departamentos de prensa. En Santiago, tras el fracaso del proyecto noticioso de Radio Chilena, que ha pasado a manos de la Universidad Católica como la radio musical Play, sólo persisten en esta estrategia en la frecuencia FM la radio Bío Bío, Cooperativa, Agricultura, Universidad de Chile y, en menor medida, Radio W, esta última del grupo Prisa.
El desmantelamiento de los departamentos de prensa es un hecho que tiene serias consecuencias para la libertad de expresión. La radio, al carecer de áreas informativas por reducción de costos, cambia su formato y tiende hacia una estandarización generada por la demanda: radios para un público ABC1, para jóvenes, para adultos, para el segmento medio, etc. y etc. Pero es también un producto que tiende hacia el espectáculo periodístico instalado por la televisión, tal como sucede en cierta prensa escrita. La incorporación de periodistas y figuras de la televisión en los espacios radiofónicos busca no sólo atraer al público de la TV, sino también nivelar los medios. El resultado es una simbiosis muy poco generosa con la radio, la que finalmente pasa a ser un apéndice de la televisión.