WALDERBLOG - "El desvío de lo real"

lunes, marzo 26, 2007

“Epopeya”: Razones de Estado contra la libertad de expresión

La censura del documental Epopeya sobre la Guerra del Pacífico –que la tradición eufemística nacional ha llamado “postergación- es una nueva y clara muestra de cómo los gobernantes están no sólo ahogados por el oscuro lastre de la historia, sino que impide la emergencia de luces, ideas y nuevas miradas acerca de esa historia. Niega el pensamiento, la creación, en suma, la inteligencia. La clase política gobernante, que en un golpe de autoridad (que en estos casos ha sido autoritarismo) al prohibir la emisión de un documental histórico, o con mayor exactitud sobre la historia, echando mano a ese argumento que precisamente no resiste argumentaciones, aquel llamado “razón de Estado”, lo que hace es reprimir derechos básicos: el derecho a la creación y la expresión; el derecho de la ciudadanía a informarse, a conocer lo que otros piensan.

El lamentable evento ha sido simple y hasta bordea el ridículo. Es posible recordar que Televisión Nacional de Chile estuvo anunciando durante la segunda semana de marzo la emisión del documental Epopeya para el miércoles 14 de ese mes. Un anuncio que vio todo el país y, cómo no, también determinadas personalidades políticas, como el ministro de Relaciones Exteriores, Alejandro Foxley, y el embajador de Perú en Chile, Hugo Otero, quien llamó a Lima para informar de la emisión del programa. Sin conocer los contenidos del documental, desde Lima telefonearon a Foxley para que hiciera algo, lo que era, en otras palabras, el bloqueo de la emisión. Foxley, aquel mismo fin de semana, sábado 10 y domingo 11 de marzo, llamó a Francisco Vidal, presidente del directorio de TVN, para, dijo Foxley, evaluar la llamada de Lima. Vidal, a su vez le pasó el lío al directorio, que resolvió por su “postergación”. Un alambicado proceso que permitió diluir las responsabilidades en cuanto al acto de censura. Nadie hizo lobbying o ejerció presiones, menos censura, dijo Foxley, aun cuando a las pocas horas de su llamada a Vidal el programa salía de la parrilla.


Otra versión, muy similar, extiende un poco estos plazos. El embajador habría llamado durante la semana a Vidal, y en esta oportunidad el directorio del TVN habría votado a favor de emitir el documental. Ante esta circunstancia, Otero habría llamado a Lima para conducir el proceso desde su misma cancillería. En esta versión fue el mismo canciller peruano, José Antonio García Belaúnde, quien alertó a la cancillería chilena. Foxley, con el argumento de razones de Estado, logró convocar de forma extraordinaria al directorio de TVN y consiguió suspender el programa.

Las variaciones a este episodio no parecen alterar de manera significativa el hecho. Tampoco lo que sucedió en el propio directorio, que está formado, bien se sabe, por distintas “sensibilidades” políticas, aunque con un mayor peso hacia la Concertación. Pese a los votos a favor de la emisión de José Zalaquett y la historiadora conservadora Lucía Santa Cruz, que es la vicepresidenta, la mayoría oficialista optó por “postergarlo”. El directorio, que durante la semana había decidido emitir Epopeya, esta vez fue funcional al PPD Vidal, y Vidal, no lo sabemos con certeza, fue funcional, tal vez, más a su sentido de supervivencia política, a la “razón de Estado” que a ciertos principios elementales que rigen a un medio de comunicación.

Ni lobbying, ni presiones. ¿De qué se trataba? ¿Por qué se bloquea la emisión de un documental, ya previamente aprobado por todas las instancias y organismos competentes, sin siquiera haberlo visto? Foxley no lo ha dicho, ya que se ha escudado en la “razón de Estado”, pero los motivos en este caso no han sido tan graves como el acto mismo. El ministro actuó como si TVN fuera el órgano de difusión del gobierno, una estación cuya misión es servir a los intereses del Ejecutivo. Así lo fue durante un tiempo, recordamos bien, y por ello su actual estatuto de televisión pública, que no es la TV del gobierno ni tampoco de los partidos políticos, vale la pena evocarlo una vez más. Si se justificaba una acción de esta naturaleza, de haber recurrido a la razón de Estado, expresión que hace temblar a la ciudadanía, pero también a la presión y al lobbying, es algo que merece todas las imaginables sospechas. La situación, podemos ver y también especular, aunque no es tan grave como para invocar a aquel secreto de estado, sí es para desconfiar de todo cuanto diga la cancillería. Las relaciones con Perú son mucho menos claras y tranquilas a como las relata ese ministro.




El ROL DE VIDAL

La ex miembro de este directorio, la periodista Faride Zerán, hizo circular por internet un artículo titulado “A qué le temen los poderes” en el que se pregunta, tras esta “evidente censura”, acerca del rol que le cabe al presidente del directorio de TVN, nombrado directamente por el Presidente o Presidenta de la República. Este debiera, responde Zerán, promover “al interior de la estación televisiva, precisamente ‘por razones de Estado’, el acceso a la información, el pluralismo y la libertad de expresión consagrados al menos en la letra en nuestro país”.

Zerán no cuestiona tanto el actuar de Foxley, a quien, así lo ha demostrado, no parece interesarle en nada la libertad de expresión, o por lo menos demuestra que no es un asunto que pueda compararse con la política exterior de un Estado. Pero a quién le debiera interesar, dice Zerán, es a Vidal. Esa es, al menos, el área de su competencia. ¿O acaso está allí el ex Ministro –se pregunta- para disputar los minutos informativos en que aparece el Gobierno versus la Oposición? ¿O para asegurar las cifras azules porque el canal debe autofinanciarse, apoyando entonces la desaparición de la parrilla de programas culturales o de debate?”

De una manera similar reaccionó también el Colegio de Periodistas. A diferencia de la ex miembro del directorio, que responsabilizó de censura a Vidal, esta asociación responsabilizó a Foxley por realizar “presiones indebidas” ante un medio de comunicación. “Resulta muy preocupante que una autoridad del poder ejecutivo, argumentando ‘razones de Estado’, presione a un medio de comunicación con el objetivo de impedir la difusión de un trabajo profesional que realizó durante varios meses y que contó con la colaboración de instituciones de Perú, Bolivia y Chile, entre ellos, museos, ejércitos y autoridades políticas”.

Foxley, por lo bajo, abusó de su poder. Realizó evidentes presiones hacia un medio de comunicación que no es del gobierno, sino de la ciudadanía. Usó toda su influencia, su poder, y atropelló, como hemos dicho, los derechos de otros. Sólo para matizar hacemos la siguiente pregunta: ¿Qué hubiera hecho Foxley si la emisión hubiese estado programada en Mega o en Chilevisión? ¿O es que no podía explicarle a su colega peruano que TVN no es el canal de la Concertación?

NACIONALISMOS SOBRE LA DIPLOMACIA


El colegio de Periodistas apuntó a una zona muy sensible para el gobierno. Pese que Foxley ha querido asumir toda la responsabilidad –incluso las distintas versiones del episodio inscriben su actuar como autónoma del equipo de La Moneda, el que se enteró de la operación a través de los diarios- la verdadera causa ha sido derivada a Lima. El criterio del ministro, el que se puede leer en sus declaraciones y también entre líneas, fue acceder a la demanda peruana para no entorpecer las relaciones bilaterales, las que, bien sabemos, no son ni han sido óptimas ni con el actual ni con pasados gobiernos.

Es el gobierno de Alan García, asumido el 2006 en la segunda vuelta con un diferencial muy bajo de votos, que tuvo la reacción inicial por la inminente emisión del documental. No hace falta ir demasiado lejos en la política interna peruana para constatar que sectores nacionalistas opositores a García han colocado el tema fronterizo con Chile en lugares destacados de la agenda. Un vistazo a los diarios limeños constata esta afirmación: los asuntos bilaterales con Chile, reducidos casi a un asunto de fronteras, es tema diario.

Y tampoco es necesario ir muy lejos en los errores de la cancillería chilena hacia los países fronterizos. Descartando los tratados de libre comercio y otros convenios comerciales con países de todo el planeta, la política exterior chilena orientada la región no sólo no tuvo un eje, una línea, sino que fue prácticamente ignorada. Hoy, tras el cambio radical que han tenido los gobiernos de la región, éste carencia cobra día a día su factura.


Las relaciones con Perú no son buenas y ha quedado demostrado durante el año en éste y un anterior evento. Hacia finales de enero el gobierno tuvo que resolver no sin nerviosismo e imprecisiones el errado proyecto de ley de la nueva región de Arica y Parinacota tras los abiertos reclamos de Lima por un cambio en las líneas de frontera. El reciente suceso, que no contiene ningún error, tiene elementos similares: reclamos desde Perú, nerviosismo en Chile y posterior satisfacción del gobierno peruano.

La violenta operación de Foxley, pese a haber sido rechazada por algunos grupos de intelectuales y el gremio de periodistas, no tuvo una reacción similar en la clase política. Desde la derecha, que tuvo una buena oportunidad para ejercer todo tipo de críticas al gobierno, hubo, salvo muy escasas y aisladas declaraciones, silencio. No por sentirse invalidados para atacar al gobierno en esta área –casi como una ironía podrían entenderse los reclamos del diputado UDI Alberto Cardemil, ex subsecretario general de gobierno durante la dictadura-, sino más bien por su condición de oligarcas o representantes de esa oligarquía profundamente nacionalista.

Entre los pocos que elevaron un comentario o protesta estuvo el presidente del Partido Socialista, Camilo Escalona, y el presidente del senado, el ex presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle y correligionario de Foxley. Pero cabe recordar que fue el mismo Frei quien durante su gobierno esgrimió también razones de Estado para que no se investigara las operaciones financieras delictivas que había realizado el hijo mayor de Pinochet. Frei invocaba a un oculto e innombrable aspecto del Estado, pero en lo concreto inhibía la posibilidad de hacer justicia.

LOS SORPRENDIDOS PRODUCTORES


El documental, que fue aprobado por el Consejo Nacional de Televisión –que sí lo ha visto- ha sido realizado por la productora Nuevo Espacio, externa a TVN, a la que la decisión del directorio tomó por sorpresa. Incluso, cuando el fin de semana del 10 y 11 de marzo los periodistas llamaron para consultarles por la determinación de TVN, ni el productor, Patricio Polanco, ni el guionista, Gilberto Villarroel, sabían de qué se trataba.

Una de las virtudes de Epopeya es dar una nueva mirada a la historia, una mirada crítica al historicismo nacionalista, registrado, entre otras voces y versiones, en la opinión de historiadores de los tres países. En Chile, como una manera de empujar esa reconsideración de los relatos nacionalistas, los historiadores entrevistados fueron Alfredo Jocelyn-Holt, Sergio Villalobos y Gabriel Salazar. Es una revisión de los mitos, y es también la intención de poner en la televisión lo que piensan los otros. Nada se sabe en Perú y Bolivia acerca de la mirada chilena hacia estos hechos, lo mismo que en Chile no se conoce la visión de nuestros vecinos. Una mirada que es construida desde la educación básica a través de los libros de textos de historia, que ha modelado y cristalizado una forma poco amistosa de vernos.

Ante este evidente peso histórico, los documentalistas conversaron y grabaron a escolares de los tres países, observaron los libros de textos, entrevistaron a historiadores, hablaron con gente en la calle, destacaron a las distintas figuras nacionales, héroes para unos, desconocidos para otros. ¿Quién es Eduardo Abaroa, el héroe boliviano, para los niños chilenos? ¿Quién es Arturo Prat para los niños bolivianos? Demasiado desconocidos para estar tan cerca.


El cientista político de FLACSO Claudio Fuentes, durante un análisis al incidente, citó el caso de las relaciones entre Chile y Argentina. Aun cuando no ha habido una traumática guerra que cruce la historia de ambos países, éste puede levantarse como un bondadoso ejemplo. Las malas relaciones, que se extendieron durante largas décadas, hasta llegar a una inminente guerra en 1978 durante las dictaduras de Pinochet en Chile y Videla en Argentina, ha derivado en muy pocos años, efecto de una voluntad política de los gobernantes de ambas naciones, a un rápido y profundo cambio en las relaciones entre ambos países. La proximidad entre las dos naciones –que es hoy no sólo geográfica- conseguida a partir de los gobiernos democráticos es tal que ninguno de los problemas comerciales –que no son pocos- han logrado alterar el reencuentro. Claudio Fuentes comentó en Radio Futuro el miércoles 14 de marzo que este acercamiento no ha sido sólo de los gobernantes, sino de los ciudadanos. Un cambio que viene no sólo desde los nuevos textos de historia de la educación básica de ambos países, que en poco tiempo ha conseguido suavizar las relaciones.

Ante estos procesos, resultado también del incremento de las comunicaciones, del comercio –Chile y Perú firmaron un TLC el 2006, en tanto las inversiones chilenas en Perú alcanzan unos cinco mil millones de dólares- y de la inmigración – aunque los peruanos residentes en Chile bordean los cien mil, la tasa de crecimiento de la inmigración de los últimos diez años ha sido de un 700 por ciento- es difícil comprender la actitud tan rígida, esclerótica, de los ministros de Perú y Chile. Una actitud que no ha sido compartida por el tercer gran actor de la tragedia, que es Bolivia. El cónsul en Santiago, Roberto Finot, hizo declaraciones que lamentaban la postergación de la emisión. Nada peor que no hablar, no mirarse, mantenernos de espaldas.


“Nosotros no ponemos ningún reparo respecto a la difusión de un trabajo documental y periodístico de esa naturaleza. Obviamente -comentó a la prensa- en un tema que es delicado y sensible para la relación de nuestros países, respetamos que puedan salir a flote estas susceptibilidades, pero nosotros no hemos tenido ni tenemos ningún reparo para que se difunda. Todas las iniciativas que puedan surgir y darse para debatir un tema totalmente vigente y que es de indudable interés para los tres países es positivo”, comentó.

Se teme hablar, mirarnos. Incluso, como hemos visto, se ha preferido cerrar los ojos, censurar antes de conocer los contenidos. Un temor atávico, que las clases políticas presionadas por sus respectivas oligarquías ultranacionalistas han preferido una vez más mantener.

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