WALDERBLOG - "El desvío de lo real"

lunes, diciembre 10, 2007

Internet y periodismo ciudadano: Herramienta para una voluntad de subversión

Ya no cabe ninguna duda acerca de la relación entre la información y los negocios, acerca del vínculo entre periodismo y noticias, elaboradas éstas cual mercancías. La información ha pasado a ser un producto más, modelado para su particular audiencia o consumidor en su propio mercado, en tanto el medio deviene en una industria que requiere de la venta del servicio para incrementar sus utilidades. No habría gran diferencia entre la industria de los medios, la industria periodística, y otros servicios, como el retail, el financiero, el suministro de energía, de la telefonía, de la industria publicitaria.

Existen éstas y otras similitudes dentro de una enorme diferencia: es la especial vulnerabilidad y fragilidad que tiene la información al someterse al proceso propio de la mercancía. La información es en sí misma idea, sentido, por tanto su sometimiento al mercado, al valor comercial, la altera hasta su misma mutación. Bajo estas premisas, la información ha devenido en un producto moldeado para la satisfacción de su consumidor final. Un producto que compite en el mercado, proceso en el que pierde sus atributos originales. La industria de la información selecciona, acota, difumina, amplifica, contrasta, distorsiona y manipula. El proceso de la industria de los medios incluye también la oportunidad o dosificación de su suministro. Una información puede ocultarse, silenciarse, o abultarse. Puede, por cierto, también crearse o recrearse. La realidad puede existir o puede desaparecer en los medios.

Este es ya un hecho de la causa. Cualquier analista más o menos serio hoy en día detecta y diagnostica este fenómeno, presente en los medios desde el siglo pasado que alcanza el paroxismo en el siglo XXI. La concentración de la propiedad y de la capacidad de amplificación de ciertos discursos informativos por unos pocos consorcios lleva consigo la debilidad de otras voces, arrinconadas y expulsadas del mercado. Lo que se observa en cualquier sector de la industria y de los servicios –concentración de la propiedad, los mercados y de la oferta de determinados productos- vale hoy para los medios.

Decimos que la información es especialmente frágil a su sometimiento al mercado. Al devenir en producto pierde sus atributos y sentido, en cuanto la información ha de estar íntimamente ligada con la libertad de expresión, norma que puede hallarse en gran parte de las constituciones democráticas. Los ciudadanos, sin la posibilidad ni la capacidad de estar verazmente informados, difícilmente pueden ejercer sus derechos como ciudadanos.

Al desarrollar este tipo de análisis, generalmente los especialistas han profundizado el valor de la circulación de la información y su rechazo abierto a la censura previa o post, actividad que es el efecto de regímenes autoritarios no democráticos. No ha habido la misma fortaleza crítica para analizar la censura que genera el proceso propio del capitalismo globalizado sobre la información. La concentración de los mercados de medios, de las audiencias, de los discursos, la relación de los medios con las corporaciones, con los intereses económicos y políticos inhibe en grados similares la libertad de expresión, la emergencia y difusión de la pluralidad de voces que conforman un sistema social.

El antiguo control sobre los medios tradicionales

Hace poco menos de cien años el problema ya era planteado por no pocos pensadores, que buscaban en las nuevas tecnologías de entonces en manos de la burguesía, como la fotografía, el cine y la radio, mecanismos de apropiación de estas técnicas por otros grupos sociales. Walter Benjamin y Bertolt Brecht, ambos pensadores de la primera mitad del siglo XX, buscaron en la radio y en la fotografía herramientas de expresión funcionales al progreso de la historia social.

Brecht, ante las entonces nuevas tecnologías, escribía una teoría de la radio: “La radiodifusión ha de ser transformada de aparato de distribución en un aparato de comunicación (…) si consiguiera que el oyente no sólo escuchara, sino también hablara, que no quedara aislado, sino relacionado”. Un cambio comunicacional que requería entonces, por cierto, de una transformación política.

Benjamin, en un ensayo de 1934 titulado “El autor como productor” afirmaba que “el progreso técnico es para el autor como productor, la base de su progreso político”. Podemos interpretar que no hay progreso político sin un conocimiento del progreso técnico, o, también, que es necesaria una apropiación por parte de las fuerzas ciudadanas, de la técnica.

Para Benjamin también es decisivo el carácter de la producción como modelo, que en primer lugar instruye a otros productores en la producción y que, en segundo lugar, es capaz de poner a su disposición un aparato mejorado. Pareciera que las normativas discriminadoras de los actuales medios de comunicación tradicionales hubiesen entendido las palabras de Benjamin y su potencial subversivo. Hoy en día el poder económico se ha apropiado de los mercados de diarios, televisión, radio, en tanto las barreras de entrada hacen imposible que ingresen nuevos actores a este escenario.

Tecnologías para la subversión

Hoy nuestra nueva tecnología está en Internet, que potencialmente contiene las condiciones de medio subversivo en manos de la ciudadanía. A diferencia de los medios tradicionales, internet no necesita ni un cambio en su tecnología y tampoco ha podido acotarse bajo normas y reglamentos. Internet, cuya masificación comenzó hace ya unos quince años, sólo se ha acercado a esta capacidad en el último periodo, con el surgimiento de la Web.2.0, que ha sido una explosión multidireccional y también multimedial en las comunicaciones. De cierta manera, al menos en latencia, cada receptor es también un emisor. En la red no existe hoy tanta diferencia –en los recursos tecnológicos- entre lo que puede ofrecer un consorcio de los medios y la multiplicidad de expresiones de la sociedad civil. La diferencia está en la capacidad de generar contenidos, entendidos éstos no como producto, sino como información veraz y plural. La diferencia está también en la creatividad, en lo que Benjamin llamó el autor como productor. Las grandes innovaciones en Internet no han sido generadas por los grandes consorcios, sino por los usuarios, por la ciudadanía. Las corporaciones se han ido apropiando, pero siempre a la saga y frecuentemente con malas artes, de estas innovaciones.

En cierto modo, y de manera aún muy incipiente, Internet ha podido corroer los monopolios informativos. Las ideas y versiones que no son registradas y difundidas por el reducido conglomerado de medios, pueden avanzar y replicarse libremente a través de la red. Se ha venido creando un creciente grupo de sitios Web que reproducen una realidad que no es la de los grandes medios. Y en un mundo en el que la realidad social y política es construida por los medios, mostrar otra versión es desenmascarar aquella supuesta realidad. Es desinstalar esas versiones.

Tras el colapso de las burbuja.com, expresión que engloba el fracaso de la especulación en los eventuales negocios de la red a finales de la década pasada, Internet ha tendido hacia una red social, hacia lo que se ha denominado la blogosfera. Un espacio virtual que se incorpora al real en la medida que crece el número de conexiones y el acceso a computadores, lo que difumina aquella separación inicial entre lo real y lo virtual. Internet, la comunicación a través de este medio, pasa a incorporarse en la vida diaria de los ciudadanos.

Antonio Fumero y Genís Roca, en el libro Web 2.0 afirman que “ya sea en los medios de comunicación e información, en la política, en las empresas o en la propia ciudadanía se percibe como una avanzadilla de infociudadanos que obtiene todo el partido a lo que ya es “una virtualidad muy real” y que trasciende la tradicional, artificial y prácticamente inoperante e innecesaria ya hoy, separación entre ciberespacio y mundo real”.

Un infociudadano que no discrimina entre la información producida en el mundo real y el virtual, que ha integrado ambos mundos. Un ciudadano que parte de su vida la realiza conectado, actividad que trasvasija información desde el mundo “real” a la red y viceversa. Hay un continuo flujo entre la comunicación producida en Internet y la comunicación a través de otros medios, como puede ser la telefonía celular, y la misma comunicación interpersonal. Un activo proceso en el que los individuos son los actores, aun cuando también pueden destacarse otros actores colectivos, como grupos de referencia, organizaciones sociales, movimientos políticos, etc.

A comienzo del 2007, citan Fumero y Roca, había más de 70 millones de blogs, en pleno crecimiento, “¿Qué está pasando? Lo que una vez fueron medios sólo al alcance de las organizaciones empresariales de cierto calado, ahora están a disposición de cualquier persona con conexión a Internet. Que ahora, solventado hasta cierto punto el “problema” tecnológico, sólo nos queda una sociedad de la información por construir...”

La diferencia entre la Internet inicial y la blogosfera es haber estimulado la publicación y libre intercambio de contenidos por parte de los usuarios. “A estas alturas disponemos de los instrumentos para liberar nuestra capacidad como productores, cambiando por completo la faz de una web que había pertenecido mayoritariamente a las organizaciones empresariales y a los usuarios tecnófilos más avanzados”, afirman.

La construcción de una red social: Periodismo ciudadano

Avanzamos hacia la conformación de una red social, una red de comunicación entre ciudadanos que opera de forma paralela a los flujos de información de los grandes medios. Una red ciudadana -puede estar territorialmente dispersa o formar parte de un mismo territorio- que permite una verdadera comunicación bidireccional. Hay blogs, wikis (aquellas reservas de información, como la enciclopedia virtual wikipedia, construida por sus propios usuarios), redes sociales, foros, mensajería instantánea, lista de correos, grupos de noticias, periodismo ciudadano, como Fresqui o Technorati. Es lo que se llamado el software social, conjunto de programas (libres, de código abierto) y redes que facilitan la interacción ciudadana.

Es posible afirmar que una de las causas del auge de las redes sociales y el periodismo ciudadano en Internet es la escasa profundidad y el sesgo ideológico que aplican a la información los medios tradicionales, en manos de consorcios con claros intereses comerciales. La elaboración de esta información deja fuera las verdaderas problemáticas sociales, generalmente reñidas con los intereses de las grandes corporaciones.

Alex DC, creador de Fresqui.com, Web 2.0 presente en toda la comunidad iberoamericana, afirma que "Internet es un medio que ha cambiado la manera de comunicarse. En medios como fresqui los usuarios son los que tienen el poder de decidir qué es lo relevante y qué es lo que debe estar en portada. La comunidad decide, no hay control editorial jerárquico como existe en los medios tradicionales, es la propia comunidad la que se auto-regula. Son las personas que forman parte de este nuevo concepto de medio las que llevan las riendas del medio y lo dirigen hacia donde la mayoría decide ir”.

Oscar Espiritusanto, de Fresqui y Periodismociudadano (periodismociudadano.com), señala que "la comunicación, entre los medios y su audiencia, ha pasado de ser unidireccional a ser bidireccional. Ahora la comunicación es conversación. Los usuarios pueden comentar, opinar e incluso generar y difundir ellos mismos la información. En Internet existen las herramientas adecuadas y con los costos mínimos para poder hacerlo. Los CMS (sistemas de publicación de contenidos dinámicos) basados en software libre, blogs, comunidades en las que podemos compartir fotos, vídeos, textos, enlaces, experiencias, etc., han facilitado que esto suceda. La antigua audiencia pasiva, ahora es activa. Las grandes corporaciones y los grandes medios tienen que aprender a escuchar a su audiencia y ésta debe aprender a comunicarse con los medios."

Un nuevo periodismo, que ha sido denominado periodismo 3.0. A diferencia del 1.0, el elaborado por los medios tradicionales, o el 2.0, que es la selección por parte del usuario de la información más relevante que circula por Internet, el periodismo 3.0 es aquel elaborado por el mismo usuario, que hace circular su información por la red, lo que es también una suerte de activismo por la expresión de sus intereses y problemas.

Riesgos latentes de involución

La evolución y masificación de esta tecnología, del uso de sus capacidades comunicacionales por las redes sociales está allí, aun cuando pueden surgir ciertos riesgos. Hoy en día en Chile aproximadamente un 40 por ciento de la población es usuaria de Internet, proporción que se eleva a casi la mitad en Santiago. Sin embargo, la tasa de conexión es muy desigual, especialmente sesgada por la educación, el nivel económico y la edad. Según datos de WIP Chile (World Internet Project), aproximadamente el 60 por ciento de la población de altos ingresos es usuaria de Internet, cifra que baja a menos del quince por ciento entre los sectores más desposeídos. Es lo que se ha llamado la brecha digital, la que no es necesariamente una nueva división social, sino un espejo de las desigualdades previamente existentes al uso de las nuevas tecnologías. Al tener en cuenta el uso social de Internet, como herramienta de expresión de las problemáticas sociales, como elemento aglutinador de individualidades, el fuerte sesgo cultural y de ingresos que tiene su acceso también afectará la elaboración y circulación de contenidos. Los problemas y contenidos que fluyen por Internet pueden tener el sesgo de estar teñidos por este grupo, que es mayoritario en la red pero minoritario para el conjunto del sistema social.

La encuesta realizada por WIP establece también una relación entre el consumo de medios tradicionales e Internet. El resultado, que no es sorprendente, señala que los internautas chilenos consumen menos televisión y radio, pero son más proclives a la lectura de periódicos. Eso está relacionado, concluye el informe, “con el mayor nivel socioeconómico y educativo del internauta promedio, como con el hecho de que frente al computador se ejercen activamente las funciones de la lectoescritura”. Si consideramos la fuerte brecha en el acceso a la educación, que es también una grieta respecto a las capacidades en la expresión escrita, es posible volver a afirmar que las desigualdades sociales existen antes de Internet y en ella sólo se reproducen.

El mismo sondeo buscó elementos de correspondencia entre el uso de Internet y la participación y/o reflexión política, lo que hace relación con la idea inicial de este artículo. Hay, sin duda, importantes movilizaciones políticas y sociales más o menos recientes (recordemos la revolución de los pingüinos) en los cuales el uso de nuevas tecnologías, como el teléfono celular e Internet –mensajería instantánea y listas de correo, por ejemplo- jugaron un papel clave. Sin embargo, la tecnología por sí misma no moviliza o no genera acción política. El mismo informe WIP concluye que “las condiciones en que puede haber mayor o menor influencia política de esta herramienta depende de factores más allá de los tecnológicos: institucionales, culturales, históricos o de simple desarrollo económico”.

La misma encuesta indaga acerca de las expectativas políticas que la ciudadanía ha puesto en Internet. En general, los no usuarios son más optimistas acerca de las potencialidades democratizadoras de la red, dato que puede estar afectado por el sesgo cultural y económico de quienes en Chile acceden a Internet. “A primera vista pareciera que, tal ocurrió con las antiguas esperanzas de que la telegrafía y de la radio acercarían más a los ciudadanos a sus gobiernos, las personas tienen expectativas desmesuradas respecto a Internet y que basta con convertirse en un usuario para darse cuenta de que eso es ilusorio”.

Pese a este comentario aparentemente desalentador, Internet es una tecnología distinta a la radio o la telegrafía. No está normada como los medios tradicionales, permite la comunicación bidireccional y es, teóricamente, de libre acceso. Pero es también una realidad que por sí misma no generará más actividad política. Es una gran herramienta para catalizar y amplificar intereses y problemáticas sociales, cuyo uso y desarrollo dependerá de nuestra capacidad y voluntad de hacerlo.