WALDERBLOG - "El desvío de lo real"

martes, diciembre 18, 2007

La respuesta del Sur a un sistema económico mundial perverso

El flamante Banco del Sur, cuyas operaciones financieras han sido impulsadas la semana pasada desde Buenos Aires, augura nuevos cambios no sólo en un Continente en plena transformación política, sino en un sistema financiero mundial presionado por perturbaciones globales. La idea, que fue planteada hace pocos años por el gobierno bolivariano de Venezuela, sin duda recoge el clima económico mundial, pero es principalmente una respuesta, una propuesta que se ensambla en el actual trance histórico con una evidente proyección futura.

El Banco del Sur, que es una réplica a las contradicciones del sistema financiero mundial, es más que nada la reacción a este sistema desde los países del sur, la que sólo ha sido posible en la coyuntura económica y política actual. El clima para su lanzamiento no puede ser más propicio.

Tras un inicial oscilante proceso, los países que han inaugurado la nueva entidad financiera son, además de su autor, que es Venezuela, Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Paraguay y Uruguay. Una serie de países presentes, una labor regional mayoritaria, que de cierta manera hoy contrasta con las omisiones, todos, con la excepción de Ecuador, en el eje Pacífico del sur del Continente. Una observación que refleja con claridad las opciones políticas, los alineamientos políticos y geopolíticos que han devenido en la región. Los tres países de la costa pacífica que se han restado al Banco del Sur –Colombia, Perú y Chile- han privilegiado sus relaciones de dependencia con Estados Unidos, las que tienen cuerpo bajo los tratados de libre comercio establecidos o en proceso con el país del Norte. El TLC de Chile con Estados Unidos está vigente desde el 2004, en tanto Colombia y Perú aún esperan por la incierta ratificación de los congresistas en Washington.

Hasta su inauguración, la constitución del Banco, decimos, sufrió un oscilante proceso, que en el caso chileno ha dejado transparentar todas las ofuscaciones y obsesiones políticas de sus gobernantes. Durante el invierno el gobierno chileno envió observadores a las reuniones del Banco, evaluó con interés la propuesta, y finalmente, durante la Cumbre Iberoamericana de noviembre en Santiago, el canciller, el democratacristiano neoliberal Alejandro Foxley, le dio el portazo al proyecto con la incorporación de Chile a la Corporación Andina de Fomento (CAF), instancia, como la Comunidad Andina (CAN), en franco retroceso. La salida de Venezuela de la CAN, bien sabemos, ha sido un fuerte golpe financiero a este organismo.

Chile optó por marginarse del Banco del Sur, que es también una manera de desvincular sus políticas del gobierno bolivariano de Hugo Chávez. Un rechazo bien acorde con la política que el gobierno de Michelle Bachelet ha impulsado hacia el de Chávez. El papel que la Democracia Cristiana y la oposición de derecha ha jugado en las relaciones con Sudamérica sin duda que influyeron también en esta decisión. Ha primado el antichavismo, que es hoy en día el reciclaje ideológico de las oligarquías latinoamericanas, una nueva vuelta de tuerca a la histórica reacción del conservadurismo regional al cambio social. Una nueva alianza entre estas oligarquías y las políticas del Imperio del Norte.

Aun así, la decisión sigue siendo materia de debate en círculos académicos y políticos. Está claro el perverso papel que han jugado los organismos financieros internacionales en las economías regionales, por tanto el Banco del Sur no deja de ser observado con interés. Un editorial del conservador y antichavista El Mercurio sentenciaba en octubre: “La iniciativa que impulsa el Presidente venezolano junto a otros países tendrá, para bien o para mal, gran relevancia en nuestra región”. Una explícita atracción en el proyecto que no surge, por el momento, desde el volumen de sus fondos, inicialmente de sólo siete mil millones de dólares, sino desde su concepción, su potencialidad y su inserción en un escenario mundial y regional de profundos cambios.

Una génesis económica y política diferente


El plan incubado por el presidente Chávez no es, hemos dicho, un simple proyecto financiero más. Está muy influido y afectado por la historia económica reciente de Sudamérica, región aún doliente tras las crisis, por lo que pretende instalarse como alternativa a los organismos tradicionales, aun sin la voluntad de enfrentarse con ellos. Y en este sentido el hoy ex presidente argentino Néstor Kirchner ha sido explícito, al señalar que el Banco del Sur tendrá características y una filosofía diferente a algunos bancos internacionales “que también nacieron para promover inversiones, pero se convirtieron en verdaderos castigos para los pueblos ya que invaden e intervienen en las decisiones económicas de los países”. Los préstamos a las naciones sudamericanas, bien puede recordarse, se hicieron y se hacen a condición de reformas económicas estructurales, tales como la reducción del aparato del Estado, las privatizaciones o el férreo control de la macroeconomía. Estas reformas, inspiradas durante la década pasada en el Consenso de Washington y en el impulso al modelo neoliberal, condujo en no pocas naciones de la región, también recordamos, a graves crisis financieras y sociales, cuyos profundas secuelas aún permanecen. Ante estas recientes experiencias, el Banco del Sur estará destinado a fomentar inversiones productivas que estimulen la inclusión social, la reconversión productiva y la integración entre los países de la región. La primera inversión, se ha dicho, será el gasoducto continental, que irá desde Venezuela a Argentina.


El Banco llevará a un cambio en las relaciones financieras internacionales, lo que no estaría exento de efectos políticos. Por cierto que las instituciones financieras internacionales existentes, como el FMI, el BM y, para la región, el BID, tienen, como se ha mencionado, junto a su carácter financiero, un fuerte carácter político, que condiciona los préstamos a la aplicación en los países destinatarios de determinadas políticas económicas, las que han coincidido con las más proclives al mercado y al sector privado. Todas estas políticas, de una u otra manera, han estado también muy relacionadas con la agenda mundial de comercio, que en su afán de apertura comercial busca también espacios en los países emergentes al comercio y la inversión de los países desarrollados.

El peso de la presencia de los países desarrollados –principalmente de Estados Unidos- en estas instituciones monetarias, ha sido decisivo para el devenir, objetivos y también prestigio de estos organismos. Una presencia no libre de intereses políticos, que ha torcido el destino no sólo de las entidades financieras –la renuncia por acusaciones de corrupción del presidente del Banco Mundial, Paul Wolfowitz, ex subsecretario de Defensa del gobierno del presidente George W. Bush, simplemente han ampliado y reproducido hasta nuevos límites estas sesgadas características de los organismos- sino también, y especialmente, el de las naciones receptoras de los créditos.

Las turbulencias económicas, que son sólo el efecto de un profundo problema estructural de la economía mundial y del papel que allí tiene Estados Unidos, ha tenido consecuencias en la debilidad del dólar en los mercados internacionales de divisas y, seguidamente, también en un debilitamiento de estos organismos en el concierto mundial. El periodista valenciano y fundador de rebelión.org Pascual Serrano citaba hace un par de semanas que el FMI ha perdido desde el 2002 el 88 por ciento de su cartera de préstamos y el BM un 42 por ciento durante los últimos diez años.”Las instituciones que han basado su política económica en el dólar –explicaba- no están para echar las campanas al vuelo. Se acaba de hacer público que el pasado mes de agosto Estados Unidos registró la mayor salida de capitales desde 1990. De acuerdo con datos del Departamento del Tesoro, los inversores extranjeros fueron vendedores netos de 69.300 millones de dólares en ese mes, y si se le añaden las Letras del Tesoro los extranjeros vendieron 163 mil millones de dólares, también una cifra récord”.

Vuelco a las relaciones financieras internacionales


El nuevo destino que darán a sus reservas internacionales los países que integrarán el Banco del Sur será un vuelco a las actuales relaciones económicas mundiales. Esta mutación, posiblemente con consecuencias políticas y financieras muy profundas y relevantes, significa que los países emergentes de Sudamérica dejarán de colocar parte de sus reservas internacionales –en principio sólo un diez por ciento- en instrumentos financieros emitidos por bancos centrales o bancos privados de países desarrollados, las que comenzará a destinar a inversiones productivas en la misma región. Un cambio en el proceso de circulación internacional del capital, desde un circuito Sur-Norte a uno Sur-Sur.


En este contexto, el Banco del Sur no es simplemente una nueva institución financiera para la región. Su génesis se inscribe y es también efecto del singular periodo que vive América latina, tanto por gozar de un buen momento económico alimentado por el alto precio de las materias primas –encabezados por el petróleo- como por una mayor independencia -o soberanía- en sus decisiones económicas y políticas, desligadas éstas en no pocos casos de la ortodoxia liberal de los organismos financieros internacionales. Para Sudamérica, el siglo XXI está caracterizado por un vuelco respecto a las políticas tradicionales de libre mercado de la década pasada.

Los países en desarrollo exportadores de materias primas gozan en la actualidad de una clara mejoría en términos de intercambio, lo que es una consecuencia de la fuerte baja en las tasas de interés en Estados Unidos promovidas hace unos años por el hoy ex presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan. La economía norteamericana reactiva el consumo y las importaciones, favorece a China y otros productores e, indirectamente, a todos los exportadores de commodities, incluso a Irán y Venezuela. En el caso de nuestra región, beneficiados resultan principalmente Venezuela, Chile, Colombia, Brasil, Perú, con importantes alzas en sus ventas al exterior.

Algo similar no ocurría en la región desde hace más de 30 años. El fenómeno ha conseguido que los bancos centrales de los países en desarrollo acumulen unas reservas internacionales históricamente altas. En términos generales, entre el 2000 y el 2006 el conjunto de los países en desarrollo ha aumentado sus reservas internacionales unas tres veces, los exportadores de petróleo unas cuatro veces, y China, más de cinco veces. Los sudamericanos en su conjunto han incrementado sus reservas en un grado menor pero significativo: un 40 por ciento. En conjunto, estas reservas equivalen hoy en día a una suma varias veces mayor a los fondos que dispone para préstamos una institución como el FMI.

Un mundo económico varias veces absurdo

De cierta manera, hoy son los países pobres, en desarrollo, quienes sostienen la economía mundial. De hecho, los préstamos que hacen estas naciones, entre ellas China, a Estados Unidos a través de la compra de bonos del Tesoro es lo que mantiene en equilibrio a la potencia económica. Por tanto, se produce aquí una extraña paradoja: son los países en desarrollo los que de cierta manera insuflan capital al mundo desarrollado en circunstancias que son ellos los que requieren de estos capitales en forma de más inversiones, lo que hacen endeudándose. Según ha afirmado el economista francés Eric Toussaint, “la política actual en materia de reservas internacionales es, en muchos aspectos, absurda, debido que se adapta a la ortodoxia de las instituciones financieras internacionales. En lugar de utilizar una parte importante de sus divisas en gastos de inversión y en gastos corrientes (en los ámbitos de educación y salud, por ejemplo), los gobiernos de los países en desarrollo las emplean para desembolsar su deuda o la prestan al Tesoro estadounidense. Pero esto no es todo, los gobiernos de las naciones emergentes usan las reservas en divisas como garantía de pago futuro y contraen nuevas deudas con bancos privados extranjeros o en los mercados financieros. Es absurdo desde el punto de vista del interés general”.

Está, por cierto, el problema de la deuda, evidente acicate del proyecto Banco del Sur. Basta recordar hace no pocos años el colapso financiero argentino, derrumbe que puso en este país al FMI como uno de los principales causantes del mal trance. El saliente gobierno de Argentina, presionado por el organismo internacional para el cumplimiento de los compromisos, tomó entonces una decisión singular: adelantó hacia finales del 2005 el pago de la deuda utilizando una parte de sus reservas internacionales de cambio. Esta acción, que también realizó Brasil, aun cuando tuvo grandes costos financieros, tuvo como motivo principal recuperar –de manera relativa- la soberanía económica, y también política, ante el FMI. Los críticos más agudos y radicales alertaron entonces que Argentina podría haber usado esas reservas en inversiones de otra naturaleza.

Tal vez el mayor de todos los absurdos queda expresado en la siguiente operación. El destino más frecuente de las reservas internacionales de los países emergentes es la compra de instrumentos financieros y bonos del Tesoro en los países industrializados. Estados Unidos, como se ha citado, mantiene hoy en día equilibrado su sistema económico gracias al aporte de estos países, muchos de ellos víctimas en no pocas ocasiones de la política exterior norteamericana. Pero este extraño sinsentido es aún más profundo y complejo. Los países en desarrollo ponen sus reservas en Estados Unidos en dólares que han evolucionado a la baja en los mercados internacionales y con un interés también modesto. Bajo el argumento económico -que tiene obviamente un cariz de chantaje político- del bajo riesgo que tienen estas inversiones se mantiene este modelo que poco ayuda en la satisfacción de las enormes necesidades de los países del Sur.

Colocar parte de las reservas en un nuevo fondo del Sur, que será el Banco del Sur, parece ser una alternativa a experimentar. La baja proporción que se destinará al fondo no podría en riesgo la carencia de divisas en caso de un ataque especulativo contra las monedas nacionales. Está, sin embargo, aún en carpeta el uso que se le dará a tales capitales y el riesgo de tales inversiones.

La propuesta del Banco del Sur no sólo es una alternativa y una respuesta de los países sudamericanos al actual statu quo financiero internacional. Hay, sin duda, un fuerte componente de voluntad política, la que surge y se adhiere en la actualidad no sólo a las profundas necesidades de Sudamérica y los países emergentes, sino también al buen momento económico que gozan. Los países sudamericanos cuentan con una fortaleza ante el mundo desarrollado que la historia más reciente les había negado. Un cambio gradual pero profundo en el destino de estas reservas podría poner en aprietos a los países industrializados, pero básicamente a Estados Unidos, lo que llevaría a efectos hoy todavía impredecibles.

Artículo publicado en la revista Punto Final


PAUL WALDER