Miss Facebook y el estado policial
Las Ultimas Noticias dedicó un viernes de julio su portada a la miss Facebook. Un concurso inédito, irreal e irrelevante, como cualquier prueba de esta naturaleza, estimulado desde algún rizo nacional de la red. Una portada que pone a esta nueva área de internet en el centro del espectáculo, la diversión, el ocio y la farándula. Lo más virtual de lo irreal como cuerpo obligado de lectura y referencia para jovencitas quinceañeras y enigma sin solución para jubiladas. Las Ultimas Noticias no es la primera vez que busca en Facebook insumos para su factoría. Durante el invierno había hurgueteado en esta red para hallar las relaciones de un joven acusado de violación en Las Condes. Los rasgos de Facebook parecen óptimos para la producción tayloriana de este diario.
Facebook, según la misma Wikipedia, “es un sitio web de redes sociales. Fue creado originalmente para estudiantes de la Universidad de Harvard, pero ha sido abierto a cualquier persona que tenga una cuenta de correo electrónico. Los usuarios pueden participar en una o más redes sociales, en relación con su situación académica, su lugar de trabajo o región geográfica.” Desde su creación a mediados de la década se ha expandido por el mundo en diferentes lenguas. Se estima que tiene unos 20 millones de usuarios inscritos que hacen uso periódico de la red.
Su potencial está en las relaciones sociales y su estructura es una red, un laberinto que puede crecer hasta el infinito. A partir de allí, del diseño inicial, es el usuario, o ciudadano, o súbdito, quien se organiza. ¿Como la vida misma? Tal vez. Porque fluyen las historias, los cuentos, los chismes por cierto, pero también aparecen otras cosas. Es ocio, y es también organización y acción social. Es “vida social”, así como la puede entender Las Ultimas Noticias, pero es también activismo, como lo entienden centenares y miles de grupos humanos. Es un espacio virtual, una compleja y continua red, que ha sido considerada hasta por Fidel Castro como una herramienta para la organización, para la acción social. Hace unas semanas Fidel escribió sobre Facebook y cómo se articulan en esta web grupos antiimperialistas o antineoliberales. Las acciones contra reuniones, por ejemplo, del G-8, de la OMC, del Fondo Monetario Internacional se coordinan hoy de forma instantánea por esta red. Y en el pliegue local de la red, en el Facebook chileno, que los mismos usuarios chilenos remodelaron, se cocina la información que censuran los medios empresariales. Lo que pasa y siente la bien o mal llamada sociedad civil, los trabajadores, estudiantes, las etnias, las denominadas minorías, que en su propia conciencia son mayorías. El uso del Facebook tiene, cómo no, su inmediata contraparte. Para los servicios de inteligencia y otros represores, escudriñar en Facebook por información no puede ser más fácil. Les bastaría esperar sentados frente a sus correos electrónicos. Pero ese riesgo no es exclusivo de la denominada sociedad de la información.
Podríamos decir que Facebook, en cuanto a plataforma para las relaciones sociales, es como una plaza, un restaurante. O como un conjunto de plazas, calles, restaurantes y bares. Es el espacio público. Podría ser también una combinación de todo ello con tecnologías, como teléfonos y correos electrónicos. Es también cierto que la tecnología –y como tecnología entendamos también desde la arquitectura a internet- no es neutral, que responde a los intereses de su creador, diseñador o propietario. No es lo mismo el amplio Zócalo mexicano que nuestra Plaza de la Constitución, no es lo mismo la extendida Plaza San Pedro romana que nuestra Plaza de Armas. Tal vez por eso mismo hemos instalado en nuestras mentes a la Alameda como el único espacio público que nos insufla libertad. Ganar la Alameda es ganar un espacio de libertad.
Facebook, del mismo modo que las plazas, calles, terrazas y restaurantes, también ha sido diseñado por “alguien”. Su noción de lo público, en el sentido de ser un espacio al que supuestamente todos podemos ingresar, actuar y relacionarnos, puede ser limitada, pero de forma no menos correspondiente al proceso de privatización de lo público que existe en todos los otros ámbitos de la vida social. Podría decirse que Facebook no es más privada que cualquiera de los ambientes urbanos que hoy consideramos como públicos, desde una playa, una carretera, un parque. Para disfrutar de cualquiera de estos lugares es hoy necesario cruzar un peaje. Y también sabemos muy bien qué sucede con una reunión en la Alameda o en la Plaza de la Constitución.
Zygmunt Bauman afirma que vivimos una versión privatizada de la modernidad. Lo dice en referencia a cómo vivimos hoy valores propios de la modernidad, como las diferentes libertades, las que radican más en lo privado (y comercializado) que en lo público. Internet, Facebook, que es una construcción desarrollada por los mismos usuarios, respondería a esta lógica. Lo público, que en este caso es lo virtual, las redes virtuales, de información, está conformada por nuestras diversas esferas privadas. Sin embargo desde allí es también posible crear lo público.
Es este el terror que tiene el establishment a estos nuevos medios, que permiten ciertamente la creación de nuevas redes sin la intervención de los tradicionales poderes. Las Ultimas Noticias, la televisión masiva, la entretención de masas se encarga de ello. Se ocupa de reducir cualquier herramienta que lleve a la reflexión, la crítica o al pensamiento al nivel de chiste, estupidez o locura. Una actitud propia del posmoderno hoy al servicio de los grandes interesases del comercio.
PAUL WALDER
Facebook, según la misma Wikipedia, “es un sitio web de redes sociales. Fue creado originalmente para estudiantes de la Universidad de Harvard, pero ha sido abierto a cualquier persona que tenga una cuenta de correo electrónico. Los usuarios pueden participar en una o más redes sociales, en relación con su situación académica, su lugar de trabajo o región geográfica.” Desde su creación a mediados de la década se ha expandido por el mundo en diferentes lenguas. Se estima que tiene unos 20 millones de usuarios inscritos que hacen uso periódico de la red.
Su potencial está en las relaciones sociales y su estructura es una red, un laberinto que puede crecer hasta el infinito. A partir de allí, del diseño inicial, es el usuario, o ciudadano, o súbdito, quien se organiza. ¿Como la vida misma? Tal vez. Porque fluyen las historias, los cuentos, los chismes por cierto, pero también aparecen otras cosas. Es ocio, y es también organización y acción social. Es “vida social”, así como la puede entender Las Ultimas Noticias, pero es también activismo, como lo entienden centenares y miles de grupos humanos. Es un espacio virtual, una compleja y continua red, que ha sido considerada hasta por Fidel Castro como una herramienta para la organización, para la acción social. Hace unas semanas Fidel escribió sobre Facebook y cómo se articulan en esta web grupos antiimperialistas o antineoliberales. Las acciones contra reuniones, por ejemplo, del G-8, de la OMC, del Fondo Monetario Internacional se coordinan hoy de forma instantánea por esta red. Y en el pliegue local de la red, en el Facebook chileno, que los mismos usuarios chilenos remodelaron, se cocina la información que censuran los medios empresariales. Lo que pasa y siente la bien o mal llamada sociedad civil, los trabajadores, estudiantes, las etnias, las denominadas minorías, que en su propia conciencia son mayorías. El uso del Facebook tiene, cómo no, su inmediata contraparte. Para los servicios de inteligencia y otros represores, escudriñar en Facebook por información no puede ser más fácil. Les bastaría esperar sentados frente a sus correos electrónicos. Pero ese riesgo no es exclusivo de la denominada sociedad de la información.
Podríamos decir que Facebook, en cuanto a plataforma para las relaciones sociales, es como una plaza, un restaurante. O como un conjunto de plazas, calles, restaurantes y bares. Es el espacio público. Podría ser también una combinación de todo ello con tecnologías, como teléfonos y correos electrónicos. Es también cierto que la tecnología –y como tecnología entendamos también desde la arquitectura a internet- no es neutral, que responde a los intereses de su creador, diseñador o propietario. No es lo mismo el amplio Zócalo mexicano que nuestra Plaza de la Constitución, no es lo mismo la extendida Plaza San Pedro romana que nuestra Plaza de Armas. Tal vez por eso mismo hemos instalado en nuestras mentes a la Alameda como el único espacio público que nos insufla libertad. Ganar la Alameda es ganar un espacio de libertad.
Facebook, del mismo modo que las plazas, calles, terrazas y restaurantes, también ha sido diseñado por “alguien”. Su noción de lo público, en el sentido de ser un espacio al que supuestamente todos podemos ingresar, actuar y relacionarnos, puede ser limitada, pero de forma no menos correspondiente al proceso de privatización de lo público que existe en todos los otros ámbitos de la vida social. Podría decirse que Facebook no es más privada que cualquiera de los ambientes urbanos que hoy consideramos como públicos, desde una playa, una carretera, un parque. Para disfrutar de cualquiera de estos lugares es hoy necesario cruzar un peaje. Y también sabemos muy bien qué sucede con una reunión en la Alameda o en la Plaza de la Constitución.
Zygmunt Bauman afirma que vivimos una versión privatizada de la modernidad. Lo dice en referencia a cómo vivimos hoy valores propios de la modernidad, como las diferentes libertades, las que radican más en lo privado (y comercializado) que en lo público. Internet, Facebook, que es una construcción desarrollada por los mismos usuarios, respondería a esta lógica. Lo público, que en este caso es lo virtual, las redes virtuales, de información, está conformada por nuestras diversas esferas privadas. Sin embargo desde allí es también posible crear lo público.
Es este el terror que tiene el establishment a estos nuevos medios, que permiten ciertamente la creación de nuevas redes sin la intervención de los tradicionales poderes. Las Ultimas Noticias, la televisión masiva, la entretención de masas se encarga de ello. Se ocupa de reducir cualquier herramienta que lleve a la reflexión, la crítica o al pensamiento al nivel de chiste, estupidez o locura. Una actitud propia del posmoderno hoy al servicio de los grandes interesases del comercio.
PAUL WALDER