El “Canal de todos” los grandes poderes
Jaime Mulet reclamó hace unas semanas por el nombramiento de Francisco Vidal a la cabeza de TVN. El líder demócratacristiano argumentaba que el PPD Vidal inclinaría hacia su propio partido el equilibrio informativo del canal público. La noticia, una declaración más en el océano de proclamaciones, reacciones, afirmaciones y desmentidos políticos pasó sin pena ni gloria en las páginas interiores de nuestra prensa. La molestia de Mulet, que sí fue rápidamente detectada y respondida desde el PPD, encierra y oculta una realidad de cada día. De partida, dice sin decir lo que la clase política cree que es TVN: un órgano de difusión, de cuoteo, del poder político, expresado éste exclusivamente a través de los partidos.
La molestia de Mulet apunta, sin decirlo ni quererlo, al uso de TVN como caja de resonancia política, lo que es más y afortunadamente un intento que un hecho. Bien sabemos que son otros los poderes, bastante más subterráneos, los que mueven los hilos programáticos y temáticos de TVN.
Mulet defendió a TVN. Dijo que es el canal de “todos”, pero su afirmación era un poco torcida. Por cierto, si es el canal de “todos”, también ha de ser el canal de la Democracia Cristiana, a la que no le tocó, esta vez, el premio gordo del sorteo. Hábil fue René Jofré, el presidente del PPD, cuando aclaró el recóndito argumento de Mulet. “Cuando dice que TVN es el canal de todos, no necesariamente uno tendría que traducir eso como que es el canal de todos los partidos políticos. Eso es lo que ha dicho Mulet. O sea que aquí se convierte en el canal de todos porque está o no está un determinado partido. Televisión Nacional es el canal de todos cuando es una televisión pública que difunde la cultura nacional, sus valores y le da espacio a todas las expresiones sociales, ciudadanas, políticos y de cualquier tipo que tiene la ciudadanía en Chile”.
Pero Jofré se ha excedido y ha levantado una declaración de principios que, además de ser para el caso mera retórica, sólo tiene validez en algún documento por ahí archivado. Bien sabe él como todos los chilenos algo informados o un poco perceptivos que en TVN sólo tienen cabida los grandes poderes, lo que ha convertido a este medio en una correa de transmisión de los discursos dominantes. Bien sabemos que no hay minoría que tenga o haya tenido oportunidad de colocar sus planteamientos en TVN. Tal vez es de todos, de todos los que encendemos en televisor.
Las declaraciones del demócratacristiano nos recuerdan otro malestar, y mucho mayor que el supuesto desequilibrio partidario que Vidal podría incluir a partir de ahora en la parrilla o en los informativos del canal público. Nos referimos a la falta de representatividad ciudadana de los partidos, por lo que una eventual inclinación partidaria de TVN sólo afectaría, en un futuro, las posibilidades electorales de la DC. Bajo estos criterios, para este partido, pero muy probablemente para muchos otros, la televisión es una simple herramienta publicitaria útil para mantener caliente la maquinaria electoral.
TVN, sin embargo, corre con colores propios, lo que no significa independencia, sino los colores del rating, la publicidad y las finanzas. Y es bajo estos matices que se construye nuestra realidad cotidiana. Aquí va un ejemplo.
Un dato al margen: el espectáculo denuncia
La televisión, como cualquier actividad que se desenvuelve en el competitivo mundo de los negocios, debe innovar y sacar nuevos productos cada temporada. El problema está en la copia inmediata del producto exitoso por parte del competidor, lo que convierte a la televisión en versiones similares de un mismo tema. Pasa con los matinales, con las telenovelas, pasa con los informativos y el contenido de estos informativos. La última novedad para la temporada otoño-invierno está en el reportaje denuncia. Con toda la tecnología y paciencia, aunque con muy poca sapiencia, los canales han sacado a los reporteros con sus cámaras ocultas a denunciar delitos y descubrir nuevas variaciones al viejo recurso del robo y la estafa.
No sabemos si han conseguido desmantelar redes o moralizar a la población, pero sí –y la repetición del tema lo constata- entretener o cautivar a la audiencia. Pero el nuevo espectáculo, que no se presenta como tal, sino como ejemplo moralizante o acción de defensa ciudadana, se pisa la cola.
De partida, a nadie le consta que este nuevo rubro tenga alguna incidencia en la reducción de estos nuevos delitos. En seguida, podemos decir que aquí pagan justos por pecadores: todo aquel que aparece en la cámara está acusado a priori, sin juicio de por medio, lo que más que una defensa parece ser una condena previa. No hay la más mínima presunción de inocencia. Todo vale por el rating.
Pero no es lo único. Al exponernos a estos reportajes lo que salta a la vista es lo que no se dice. No sólo la picardía del chileno, que en términos más modernos, podría calificarse como nuestra capacidad de emprendimiento. Se trata de nuevos emprendedores, grandes innovadores, que podrían, con las posibilidades del caso, estar en los mercados internaciones ofreciendo sus creativos servicios. Los intelectos que están detrás de estas complejas redes de estafa podrían perfectamente estar diseñando nuevas formas –legales éstas- de servicios financieros, seguros o estrategias de comercialización.
Lo que no dice la televisión –no le pidamos peras al olmo- es que todos estos nuevos negocios surgen desde la informalidad y el desempleo. No se trata de delitos generados desde el clásico mundo criminal, sino desde personas con cierta formación reclutadas hoy en día en el amplio universo del desempleo y el subempleo. Es posible moralizar, pero es mejor reflexionar.