WALDERBLOG - "El desvío de lo real"

jueves, agosto 18, 2005

La conciencia colectiva en clave digital

Hemos leído que la información del 7-J fluyó con velocidad a través de medios digitales no convencionales. No fueron ni las agencias, la televisión ni los periódicos en internet las que mostraron las primeras imágenes de los atentados. Los iniciales testimonios gráficos surgieron desde las cámaras de celulares que sus usuarios colocaron en sus weblogs personales. En parte, de allí se nutrió la prensa. La información, cada vez más restringida y censurada por los medios tradicionales, la ha generado sus propios usuarios. Son los espectadores, o los lectores, los que producen su propia información.

Leemos también que a cada segundo se crea un nuevo blog, ritmo que eleva a más de 14 millones el número de sitios personales en internet. Un universo, alguien le ha puesto blogósfera, que se duplica cada tres meses. Catorce millones de personas, de usuarios de internet, que tienen, o creen tener, algo que decir o mostrar. La democracia de las comunicaciones parece haber llegado: cada receptor es también un emisor.

Los blogs, o weblogs, son sitios web con plantillas pre establecidas que funcionan a modo de bitácora. El usuario, que es cualquier persona, puede crear de forma gratuita su propia bitácora y colocar toda la información, textual o gráfica, y actualizarla cuantas veces quiera. Por ello lo de bitácora, cuaderno de anotaciones, de vivencias, de diario de vida si se quiere.

El blog es bidireccional o multidireccional en el flujo de la información. El lector de la bitácora puede dejar un mensaje o comentario en la página y enriquecer el texto o generar un debate. En este sentido, la información de un blog puede ser colectiva y armar comunidades virtuales, o un mismo blog establecer vínculos (links) con otros blogs, lo que amplía, en teoría de forma infinita, aun cuando en la práctica nadie es capaz de leerlo todo, las posibilidades de intercambio de información.

La participación activa del lector completa el texto. Como dice Umberto Eco, el texto está lleno de espacios en blanco, de huecos que hay que rellenar, en espera de nuevos sentidos. La información y el conocimiento es un bien colectivo, que se recrea, que circula y se enriquece.

¿Qué papel juega la prensa ante esta fruición por la expresión personal, por la comunicación? ¿Cómo concebir hoy un medio con mensajes unidireccionales? Los diarios impresos en papel, aunque no han desaparecido, se estrellan contra un público cada vez más informado, que queda insatisfecho con la información estática, perecedera, unidireccional y, por sobre todo, que proviene de una sola fuente. El usuario de internet, que continúa creciendo a altas tasas, busca la información en variados sitios. Como ha graficado la columnista de El País Maruja Torres, ya no se llevará el periódico bajo el sobaco, sino el computador. Y si de problemas de conexiones se trata, la internet inalámbrica (WI-FI), hoy disponible en pocos puntos, anuncia con su próxima masificación.

La prensa tradicional más aguda ya ha visualizado este fenómeno y ha incorporado, de manera aún muy incipiente, algunos blogs en sus páginas. Durante el 7-J el periódico londinense The Guardian colocó muy destacados en su portada los accesos a las bitácoras de sus corresponsales, que elaboraban despachos con dramática frecuencia. Algo similar hizo el diario madrileño El Mundo con su corresponsalía en Londres, y, en nuestras latitudes, lo hace también El Clarín de Buenos Aires. Se trata de la incorporación de nuevas fuentes y relatos, pero, de cierto modo, es todavía una versión digital y dinámica de la vieja tribuna del lector en la prensa escrita.

Otros ejemplos de esta nueva forma de acceder a la información se hallan en el diario digital catalán Vilaweb.com. Cada crónica tiene numerosos vínculos hacia los sitios o blogs de las fuentes de aquella noticia, lo que le otorga una mayor transparencia y diversidad al tratamiento de la información. La noticia de un conflicto laboral, por poner un ejemplo, en el que participan trabajadores, la empresa y el gobierno, tendría enlaces hacia las versiones de las tres fuentes involucradas. Aunque con habilidad un medio puede ser sesgado sin parecerlo, esta fórmula matiza esta posibilidad. En un país como Chile, con una tremenda concentración de los medios de comunicación y de las versiones periodísticas, que simplemente ignoran a algunas fuentes, como los sindicatos o la sociedad civil, el periodismo digital vinculado a blogs contribuiría a desinstalar este control informativo.

Durante los años previos a la Segunda Guerra Mundial Bertolt Brecht, ante las entonces nuevas tecnologías, escribía una teoría de la radio: “La radiodifusión ha de ser transformada de aparato de distribución en un aparato de comunicación (…) si consiguiera que el oyente no sólo escuchara, sino también hablara, que no quedara aislado, sino relacionado”. Hoy, con internet y los blogs, que permiten que cualquier persona sin conocimientos informáticos genere su propia información, el oyente de Brecht tiene la capacidad de hablar.

El ensayista alemán Hans M. Enzensberger, inspirado en la Teoría Crítica de la Escuela de Francfort, publicó hacia comienzos de los años setenta un pequeño libro sobre medios de comunicación, en el que se preguntaba acerca de las posibilidades que tenían ciertos grupos de la sociedad (clase obrera, entonces) de utilizar políticamente los nuevos medios electrónicos, que se limitaban, principalmente, a la radio FM. Enzensberger anteponía la organización de clase a los medios técnicos, porque quien cree, decía, que la emancipación se logrará con ayuda de un aparato o sistema tecnológico, sucumbe en una oscura fe en el progreso. El uso correcto de los medios, señalaba, exige y posibilita una organización. Una advertencia que hoy en día es útil tener en cuenta cuando nos entusiasmamos tanto con internet.

Algo similar, con todos los matices reales y posibles, ha escrito el sociólogo español Manuel Castells en un ensayo –aparecido hace unos pocos meses- sobre las nuevas tecnologías en Chile. Para el destacado pensador de la sociedad de la información, el desarrollo de nuestra sociedad, que significa más educación y acceso a la cultura, no se resuelve sólo con una mera masificación de internet o más computadores en los colegios y barrios. El problema de las desigualdades no lo solventa solo el contacto con la tecnología, sino que es necesario anteponer políticas públicas que empujen y homogenicen. Se requiere, dice Castells, políticas reales en educación que aplanen las diferencias.

Por cierto que los cambios políticos no han venido con la irrupción de las nuevas tecnologías. Internet no lo ha hecho y los blogs tampoco por sí mismos lo harán. Pero sí es posible ser un poco optimistas en lo que se refiere al intercambio de información y a la participación de la sociedad civil como constructora de una realidad social. Una mayor producción de contenidos informativos desde la misma ciudadanía, canalizada, tal vez, a través de ciertos portales o diarios digitales operados no por los grandes consorcios periodísticos sino por representantes de la sociedad civil, puede desarmar el poderoso control sobre las conciencias que hoy ejercen estos grandes grupos económico-mediáticos.

domingo, agosto 14, 2005

Leído en estos días

Africa me cruza el alma y el corazón. Leo a mi viejo novelista de la Guerra Fría trasladado ahora a esta guerra feroz.

"Tessa believed that the irresponsible quest for corporate profit is destroying the globe, and the emerging world in particular. Under the guise of investment, Western capital ruins the native environment and favors the rise of kleptocracies. So ran her argument. It is scarcely a radical one these days. I have heard it widely canvassed in the corridors of the international community".

John Le Carre. The Constant Gardener. 2001

sábado, agosto 06, 2005

Cantidad no es calidad


Un informe elaborado por el Consejo Nacional de Televisión (CNTV), denominado Barómetro de Calidad de Noticiarios centrales de la TV Abierta, reveló lo que cualquier espectador más o menos concentrado ya había descubierto. El análisis de contenido realizado por el CNTV, que se basa en un vaciado de las notas de los informativos, su cuantificación y segmentación, concluyó que la temática con mayor presencia en los telediarios es la deportiva, con un 27,1 por ciento del total, seguida por los casos policiales y de tribunales, con un 19,7 por ciento. Ambos ámbitos concentran el 46,9 por ciento del tiempo total dedicado a noticias, lo que les otorga un sesgo y una responsabilidad no irrelevante en la construcción de nuestra realidad social. La TV genera una imagen social apoyada en dos opuestos, crea una realidad que funciona como una antinomia: por un lado el terror urbano, que es también desintegración social; por otra parte, el fútbol, presentado como símbolo de integración nacional.
El otro ámbito con alta presencia es el político, con el 11,8 por ciento del tiempo informativo. Con menor cobertura aparecen temas relacionados con la sociedad civil, como Salud (4,9 por ciento), Educación (1,9), Problemáticas Sociales (dos por ciento), Trabajo (1,3) y Medio Ambiente (1,2 por ciento). La farándula, que es profusa en otros espacios de la televisión, tiene en los informativos un escaso uno por ciento del tiempo.
La enorme diferencia que podemos observar entre el deporte, que es básicamente fútbol y tenis, y los casos policiales comparados con informaciones relacionadas con materias como salud y educación, refleja en términos cuantitativos el carácter de nuestra televisión, muy bien adaptada a las demandas de la audiencia y los avisadores y muy poco inspirada en interpretar la complejidad social, la que, por cierto, no se reduce a la delincuencia y el fútbol.
El CNTV destaca que un 45,2 por ciento de las notas periodísticas incluye tres o más fuentes, “lo que demuestra un esfuerzo de los canales por aportar más voces a la discusión. Sólo un 6,1 de las notas no presentó fuentes, las que en su gran mayoría corresponden a noticias breves”. Sin embargo, las apariencias, como reza el refrán, a veces engañan. La multiplicidad de voces no refleja, necesariamente, diversidad de opiniones o la generación, y aún menos la instalación, de nuevas ideas.
El informe afirma que son los ciudadanos los actores sociales con mayor acceso a vocerías en los informativos, los que tienen aproximadamente el 21 por ciento del total de las fuentes. Ellos, sin embargo -matiza el informe- están ligados en un 40 por ciento a casos policiales, lo que nos lleva a señalar que se trata de víctimas o testigos de acciones delictivas. “Luego marcan especial presencia los “deportistas” y “dirigentes deportivos”, con un 19,9 por ciento, y en menor escala, “gobierno central”, con 12,6, “profesionales y expertos”, con un 11,5 y “políticos y parlamentarios”, con un 8,8 por ciento. En el caso de las organizaciones civiles, sindicales y estudiantiles se observó sólo una presencia de uno por ciento”.
La disímil presencia de las distintas fuentes es otro claro indicador de las tendencias informativas de la televisión chilena. Cuando observamos que una alta proporción de la presencia de “ciudadanos” aparece en ámbitos policiales, podemos decir que la TV recurre a ellos como víctimas o meros observadores, los que los aleja de la categoría de verdaderos actores sociales relevantes.
Que los deportistas y dirigentes deportivos tengan más presencia que actores gubernamentales o políticos, es un dato, pero otro aún mayor es que prácticamente no exista en la televisión la sociedad civil, aquella representada por organizaciones civiles, sindicales o estudiantiles. La nula representación de la sociedad organizada –que cobra evidencia con el análisis de contenido del CNTV- es enmascarada por la presencia de la “ciudadanía”, principalmente en los casos policiales, estrategia mediática útil para silenciar cualquier discurso de carácter político que provenga desde la sociedad civil. Lo que aparece como representantes de la sociedad son sujetos aislados e inofensivos, incapaces se articular un relato que abarque más que un testimonio. En suma, no son fuentes válidas, sino que elementos funcionales, tanto o tal vez menos que una buena imagen, a la estructura dramática de la crónica. No aportan nada –en realidad le restan- a la información y al conocimiento de las percepciones sociales.