WALDERBLOG - "El desvío de lo real"

jueves, agosto 13, 2009

¿En los medios o contra los medios?

Se puede pensar, pero no mencionar. Ciertas verdades, levantadas con palmaria claridad, han de apagarse, comprimirlas en la oscuridad de lo más privado. Cuando los jóvenes portavoces del comando de Eduardo Frei acusaron a Karen Doggenweiler y a TVN de hacer indirectamente campaña a favor del marido de la animadora, tuvieron que silenciarse al día siguiente. En realidad los callaron Tironi y Halpern, los expertos de marketing y publicidad política del comando del senador. Porque las acusaciones levantadas difícilmente podrían sostenerse en argumentos comprensibles por el público de la televisión. Argumentos racionales que se estrellarían con los afectos, las pasiones, con el sentimiento sesgado y oblicuo de los fans. Allí, no entran razones. Mejor ha sido callar.

El comando de Frei ha evaluado lo que es evidente: compite en los medios, pero también contra los medios. Sebastián Piñera, que le lleva aún la delantera en todas las encuestas, es dueño de un canal de TV, y Marco Enríquez-Ominami, que es productor y director audiovisual, está casado con la animadora de un programa estelar de este invierno. Estos dos candidatos hacen de los medios su medio.

El comando de Frei bien podría haber acusado a Piñera de competencia desleal y de realizar campañas encubiertas a su favor en Chilevisión, pero estos argumentos irían en contra del mismo libre mercado, de la libertad de invertir, de las propias bases económicas neoliberales. De las mismas que promovió hasta el extremo de privatizar el agua potable el gobierno de Frei. Pero al haber levantado el dedo contra Karen las consecuencias fueron aún peores: ha sido la política contra los medios, contra la entretención; ha sido la poca credibilidad de la política contra la fruición de la televisión. Cualquier sondeo, cualquier observación, convertía este ataque en un estruendoso fracaso. La oportuna retractación evitó mayores daños.

Estamos frente a una nueva expresión de la política-espectáculo. De la política, que penetra y se fusiona con la farándula y el circo, relación rentable, utilitaria, pero viciada. Una relación incuestionable, pero innombrable. La política ha ingresado en el mundo del espectáculo pero ha debido ajustarse a él, adoptar su lenguaje, su lógica, su estructura. Un proceso en el que ingresa por la ventana, a contrapelo, bajo profundas sospechas. En el espectáculo, la política es un actor secundario, un invitado de piedra.

Frei es probablemente el menos mediático de los candidatos. Parco, opaco, dubitativo, contradictorio… aburrido para la televisión y los medios. Es torpe para el ágil lenguaje audiovisual. Yerra y es incoherente. Para la política-espectáculo es sin duda el peor de los candidatos: no tiene el discurso organizado y pseudo dialéctico de Piñera y, por cierto, es el reverso de la locuacidad de Enríquez-Ominami.

Pero Frei es y tiene que ser parte del espectáculo y de sus accesorios, como son las encuestas, el marketing y la publicidad política. En el territorio público más institucional, en el que predominan la representación y las imágenes, los eslogan, jingles y caricaturas, Frei es un producto, una marca bien promocionada y publicitada. Pero bajo la luz de los medios, bajo la inmediatez de una cámara, no mucho más que eso. Si sus atributos pueden sostenerse bajo guiones rígidos y pautas estructuradas por sus publicistas, sus debilidades afloran y escurren en cada declaración pública. La televisión, que es el escenario propio de la política espectáculo, es para Frei un lugar tan peligroso como un circo romano. Pero no puede escabullirse.

Hay ciertos matices y contradicciones con los discursos y la representación política. Paradojas que crea el mismo espectáculo, la excesiva representatividad. Como el histrionismo, que es también falsedad y retórica. Que es engaño. El exceso de locuacidad en un pueblo que carece de ella puede ser una causa de molestia, de honda sospecha. Puede ser una forma de coerción intelectual y engaño. Y puede ser aún más cuando la política ha perdido las relaciones con sus representados, cuando ha conformado un club privado, una sociedad de elites. Cuando pocas actividades despiertan más recelo y desconfianza que la política.

Hemos tenido gobernantes de facto y elegidos de poca o nula capacidad discursiva ante los medios. No sólo Pinochet, que usó su incompetencia expresiva para despreciar a “los señores políticos”. Y durante las más recientes y posmodernas décadas la gran promesa política del nuevo milenio que fue Ricardo Lagos sucumbió, entre otras causas, claro está, junto a su retórica y su academia.

Confuso panorama para el espectáculo político, que no pocas veces ha buscado instalarse desde el mismo espectáculo. Cuántos casos, por lo general doblemente lamentables para la política, de figuras del espectáculo, el cine y los medios que han levantado exitosas candidaturas pero han realizado penosos gobiernos: desde Ronald Reagan a Arnold Schwarzenegger, desde Berlusconi a Abdalá Bucaram a Collor de Melo.

Frei, cuyo opaco talante alguna vez durante la década pasada se interpretó como la cara inversa al bullicio político, tal vez debiera mantener esa senda. La naturaleza es sabia.

PAUL WALDER

martes, agosto 04, 2009

La liviana máscara del fascismo


La rigidez y estrechez del escenario político chileno ha comprimido el debate. Lo ha debilitado y vaciado. En su reemplazo, ha creado una discusión artificial, acotada a la espuria constitución vigente, al sistema binominal, a la institucionalidad económica, a la oscura transición pactada. Un debate debilitado, superficial, pero especialmente falso: la discusión política chilena es excluyente, sesgada, cristalizada. Un diálogo de salón, una conversación con el pomposo acento de la oligarquía. Así como durante esta transición se ha amordazado el debate económico, estrechado sólo al modelo de mercado neoliberal, también ha sucedido con el político, reducido al bipartidismo Alianza-Concertación. Ambos casos, excluyentes y reduccionistas, ambos reflejos de la intolerancia, son las causas de la actual degradación política. De la política de las elites funcionarias y gerenciales.

Expresiones amplificadas de la estrechez y debilidad política son los medios de comunicación, instalados como herramientas para disimular ruidosamente la sombra de tales falencias. Los grandes medios de información política, que son los distintos productos, marcas y modelos del duopolio, están allí para crear un espectáculo entre cuatro paredes, para delirar sobre falsas diferencias, para enredar sobre posibles juicios y sanciones. La prensa del duopolio está allí para crear el escenario de la diferencia entre los socios del mismo club, entre los mismos compadres y la misma parentela. Para hacer de la rutina política una tragicomedia. Un pobre y triste circo matutino, un folletín vespertino, una opereta nocturna. Para rehacer la viciada y aborrecida política binominal en un guión de teleserie.

Simulación de la política y simulación de los mismos medios, levantados como canales e intérpretes de las diferencias, de las múltiples voces, como operadores de la libertad de expresión. Como centinelas de la democracia. Como fiscales de la corrupción. Entre las cuatro paredes del sistema binominal la prensa del duopolio simula objetividad e inventa diferencias. Pero dentro de esta prisión de la política también perdemos las referencias, el mismo sentido de la política. El lector y el elector, mareados, desconcertados en ese encierro, pierden la orientación misma en el espectro político.

Una rutina sólo quebrada desde el exterior. Los procesos sociales y políticos de cambio que se desarrollan en otros países latinoamericanos colocan a la prensa del duopolio en su lugar natural: la extrema derecha. Y la simulación se rompe, se caen los andamiajes de la objetividad y aparece la intolerancia más reaccionaria con todas sus telarañas. Aparece la prensa como gran muralla conservadora y máquina de confusión y mentira. El golpe de Estado en Honduras ha devuelto a la prensa del duopolio –pero no sólo a aquella- a ejercer su verdadera función: órgano de difusión de los sectores más reaccionarios y mecanismo que bloquea el cambio social. Una función con evidentes características fascistas, con opiniones pergeñadas por antiguos colaboradores de la dictadura de Pinochet. Una función política extrema modelada a través de la prensa, que en el caso de El Mercurio está inscrita en la historia reciente de Chile. El binominalismo, el coto cerrado de la economía de mercado elevada cual asunto de Estado, han sido los insumos para la gran simulación democrática de este diario. Sabemos que ante un nuevo proceso de cambio social desempolvaría los viejos y bestiales planes: el apoyo a los golpistas hondureños así como el rechazo visceral a los gobernantes de izquierda latinoamericanos son evidentes señales de un tipo de pensamiento conservador y violento hundido hasta los orígenes de nuestra malograda historia.

La Tercera acude a Mario Vargas Llosa e Hijo, las plumas más famosas del reaccionarismo latinoamericano, y hoy las más grandes maquinarias de difusión del pensamiento conservador. Un discurso que se extiende de forma orquestada a través de todos los grandes medios de derecha Latinoamericanos y amparada por las distintas asociaciones del periodismo regional. Aquellas organizaciones como la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa) o el ultra conservador GDA (Grupo de Diarios de América) han venido levantando sistemáticas campañas para denunciar supuestos abusos contra la libertad de expresión en países como Venezuela, Bolivia, Ecuador y Argentina, pero omiten pronunciarse contra la concentración de medios en Chile o la represión contra periodistas honestos en Honduras. Una virtual omisión: La SIP muy tardíamente emitió un comunicado para denunciar la expulsión de Honduras de los equipos de televisión de la venezolana teleSUR.

La función de la prensa conservadora latinoamericana es mantener el statu quo y los privilegios de las oligarquías nacionales y los inversionistas extranjeros. Un trabajo político en el que la confusión y la mentira son insumos diarios. La expresión más viva de la reacción para los tiempos de cambio social. En Chile, el duopolio sólo simula su pereza, su aparente objetividad y el guión del rutinario circo político. Bastaría un pequeño temblor social y político para que estas máscaras se vengan al suelo.

PAUL WALDER