WALDERBLOG - "El desvío de lo real"

domingo, enero 27, 2008

Un ministro en las cuerdas

Hay diversas interpretaciones al aparentemente profundo cambio que el gobierno busca a su segunda etapa, o “segundo tiempo”, modismo y curioso neologismo político, sin duda populista, que los expertos en comunicación de La Moneda han querido emplazar. Está la necesidad de instalar la idea de un nuevo periodo, que deje atrás, que ayude a olvidar, las complicaciones de diversas naturalezas y orígenes de los pasados 24 meses; se abren también dos años de elecciones, con las presidenciales en el ocaso del 2009, y está también la amenaza de una crisis económica mundial de proporciones hasta el momento insospechadas. Un inventario de tensiones que, en la evidencia, dejó en la estacada gran parte del bien intencionado pero malogrado estilo de gobierno singular, ciudadano e independiente de Michelle Bachelet, el que sucumbió bajo el peso de los caciques y cúpulas políticas. A partir de este 2008 lo que hay no sólo es un regreso a las prácticas políticas más tradicionales de la Concertación, sino un reforzamiento de ese estilo, evaluado y señalado hoy como la carta de éxito para el conglomerado durante los últimos 17 años.

La evidente vuelta a las más clásicas estrategias y estructuras de gobierno de los últimos años tiene sus explicaciones. Está, sin duda, la inminencia de elecciones; la eliminación del lastre del pasado reciente, la necesidad de levantar un candidato y está, lo que no es menor, la necesidad de maniobrar con cierta habilidad ante los inminentes obstáculos que se avizoran para el año, como la progresiva inflación, los efectos en la economía local de la crisis estadounidense y, lo que no es menor, el creciente malestar social y laboral expresado en anunciadas nuevas movilizaciones, como ya lo han hecho durante las primeras semanas del año los trabajadores subcontratados del cobre, pescadores artesanales y como ha avisado hasta la misma CUT. Si se le agregan las movilizaciones del pueblo mapuche, el año promete ser sacudido.

La maniobra en La Moneda ha sido la preeminencia de la política por sobre los denominados “criterios técnicos”, que en los hechos resulta ser, bien se sabe, otra forma de política. El cambio de gabinete, que redujo la excesiva y sobrestimada presencia del think tank neoliberal Expansiva en el gobierno, es también una señal en cuanto la economía, entregada al mercado desregulado controlado por las grandes corporaciones, no satisface las demandas de la población, carencia que puede convertirse en un drama social de grandes proporciones en un periodo de recesión e inflación. Andrés Velasco, neoliberal de tomo y lomo tanto por sus acciones como por su más profundo discurso, instalado en marzo del 2006 en Hacienda y con un reforzamiento de sus poderes en los siguientes cambios y enroques en el gabinete, ha sido también uno de los ministros más repudiados por no pocas figuras de la Concertación. Con los últimos cambios ministeriales y la salida de los miembros de Expansiva en Obras Públicas y Minería, su poder resultó esta vez minimizado.

Está el estilo de Velasco, pero también está la economía. Aunque el hombre de Hacienda se ha ocupado de explicar que él no tiene responsabilidad con la crisis hipotecaria estadounidense, con el alza internacional del crudo y los alimentos, hay un hecho que sin duda le pesa: llegó a Hacienda con una economía dinámica, que a los dos años pierde vitalidad y cuyos pronósticos son bastante lúgubres. En el pequeño lapso ha agregado –no él, sino la economía- una inflación en alza, fenómeno que los chilenos tenían casi olvidado.

Ante la evidencia de los problemas, Velasco se ha visto forzado a alterar su discurso. De aquel eslogan “la economía chilena está blindada”, algo así como que no le entran balas, ha debido pasar a buscar responsables afuera y, de paso, blindarse a sí mismo de las críticas. En una entrevista a La Tercera fue enfático: “Todo el que haya echado una mirada a la prensa internacional sabe que el mundo está en el medio de un gran remezón financiero (…) Los remezones de la economía internacional, incluyendo un crecimiento más incierto de nuestros socios comerciales, y los altos y variables precios de la energía, son sin duda los riesgos que hay que mirar con más atención en los dos años que vienen”.


Hasta el momento, los mayores impactos de las diversas y muy complejas turbulencias de la economía mundial se han reflejado en el aumento de la inflación –que apunta a un ocho por ciento en doce meses- , el desplome del precio del dólar –en 475 pesos -, el aumento de las tasas de interés y las caídas en los mercados accionarios: durante los primeros 21 días de enero la Bolsa de Santiago había perdido casi un 20 por ciento de su valor, en tanto sólo el lunes 21 tuvo un tropiezo de más de un cinco por ciento. Unos pocos indicadores, que desde ya apuntan hacia problemas mayores. La inflación conlleva a una inmediata pérdida del poder adquisitivo de la población, el aumento de las tasas a un encarecimiento en los préstamos y a un aumento de la UF y por tanto también a una merma de poder adquisitivo, y la caída del dólar conduce a un difícil trance al sector exportador, en especial a los más pequeños y con menos solvencia financiera. El hundimiento de la bolsa, que es pura especulación, significa pérdidas no sólo para los grandes inversionistas, sino para todos los afiliados a las AFPs. Los de por sí exiguos fondos tienden, en este proceso, a vaciarse.

La recesión ya está aquí

Estados Unidos está o entrará este trimestre en una recesión. Casi no hay duda. Ya organismos internacionales prevén que durante el 2008 la economía caerá levemente, aun cuando generalmente la realidad supera en mucho a estos vaticinios oficiales. Hay señales de todo tipo, como la caída en el precio de la vivienda, el retroceso de la construcción, la falta de creación de nuevos empleos, pero nada como lo que se comienza a observar en el sector financiero, aquel que se apoyó durante largos años en la entrega indiscriminada de todo tipo de préstamos, hipotecarios y de consumo, que hoy aparecen como incobrables. Durante las primeras semanas del 2008 los crudos hechos se han ocupado de ratificar los peores augurios: el 15 de enero el Citigroup de Estados Unidos, el segundo mayor banco del país, informó que había tenido la peor pérdida de su historia de 196 años: ¡10 mil millones de dólares en un trimestre! Por cierto que no fue un caso aislado. A los pocos días otro gigante de las finanzas, Merril Lynch, anunciaba también pérdidas históricas. Dos ejemplos que trazan lo que vendrá este año: la recesión puede ser muy severa y las pérdidas y quiebras de los grandes bancos y otras instituciones financieras continuarán replicándose.

“La magnitud de las pérdidas calculadas, desde el inicio de la crisis, hacen imbancable (literalmente) la continuación de este esquema de postergación de la bancarrota”, afirmaba en un texto publicado por rebelión.org el economista argentino Jorge Altamira, que halla elementos similares entre el actual lance estadounidense y el colapso de la economía argentina de comienzos de esta década. “Los quebrantos que llevan registrados los bancos de Estados Unidos y Europa suman ya unos 200.000 millones de dólares, pero nadie estima que puedan ser inferiores a los 400.000 millones, y algunos los prevén en un billón de dólares. A esto se le suman ahora los incobrables por créditos al consumo y por las tarjetas, pero por sobre todo la previsión de una recesión, o sea de una caída del PBI, por lo menos durante más de medio año”.

El economista estadounidense Paul Krugman, en una columna aparecida el 18 de enero en el New York Times, que tituló sugerentemente “No llores por mí, América”, afirma que Estados Unidos, hoy en día, “está asumiendo el rol que usualmente habían asumido las economías del Tercer Mundo”. Aunque Estados Unidos, dice, posiblemente no tendrá una crisis tan brutal como la argentina, los problemas que hoy arrastra son similares. Sin embargo, Estados Unidos se salva del colapso porque toda su deuda externa, que fue traspasada a financiar los créditos hoy incobrables, está nominada en su propia divisa, que es el dólar. Es decir, no sufrirá, como Argentina lo hizo, que a la presión de la deuda tuvo que agregar el devaluado peso. Aun así, Krugman avizora unos dos años que podrían ser “bastante desagradables”. En palabras más directas: recesión, desempleo, quiebras.


Velasco, ¿por siempre?


Velasco no salió del gabinete porque nunca, en un gobierno de la Concertación, ha salido o renunciado un ministro de Hacienda. No salió porque Velasco es, hasta el momento, bien evaluado por el sector privado, que durante el 2007 mantuvo sus ingentes y habituales utilidades, y porque un cambio en Hacienda es una señal muy potente de ruido e incertidumbre para todos los mercados, tanto nacionales como internacionales con inversiones en el país. La impronta de una economía chilena modelo (neoliberal) para Latinoamérica, levantada durante la década pasada como eslogan a los inversionistas extranjeros, continúa, aunque con cierto deterioro, campeando por los salones y cónclaves empresariales. La salida de un ministro con credenciales neoliberales – que Velasco sistemáticamente niega- sería un golpe de gracia a ese mito nacional.

El ex presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle coincidió el fin de su gobierno con la crisis asiática, que condujo al país a una breve recesión durante los años siguientes y a enfrentar una bestial alza de las tasas de interés que llevó al quebranto y a la bancarrota a millares de pequeñas y medianas empresas. Frei Ruiz Tagle hoy, por ésta y también por otros y bien conocidos motivos, no figura y tal vez no figurará nunca más como candidato presidencial de la Concertación. A diferencia de él, Ricardo Lagos tuvo, en el terreno económico, una suerte inversa. Sufrió durante los primeros años las consecuencias de las crisis asiática, brasileña y argentina, pero terminó su gobierno con una macroeconomía en alza. Bachelet apunta a sus ya atribulados registros, entre otros apuntes, padecer la misma suerte de Frei.

Una recesión en Estados Unidos tendrá efectos en todo el mundo, pero será mayor entre aquellas economías más dependientes de ese mercado. México, que basa prácticamente todo su comercio con Estados Unidos gracias al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o Nafta, en inglés), claramente tiene en el horizonte un año muy difícil, lo que puede significar el cierre de plantas, masivos despidos y un tsunami de movilizaciones sociales para el gobierno del nunca bien legitimado Rafael Calderón. Chile, aun cuando tiene más diversificadas sus exportaciones, tiene como primer mercado a Estados Unidos, en este caso debido a su propio TLC. Pero si hablamos de una crisis sistémica, los efectos en el comercio exterior aparecerán por todos lados.


Se viene la recesión. La pregunta es en con qué intensidad. Si el terremoto es muy impetuoso, sin duda que aquellos países con gobiernos neoliberales e incapaces de satisfacer las demandas de una afligida población se verán en graves aprietos. No será fácil esta vez dejar las soluciones al mero mercado.

Si nos ponemos en este escenario, que algunos analistas estiman probable, habrá gobiernos que trastabillarán debido a las penurias de una población que expresará sus demandas en masivos reclamos y movilizaciones. En esta atmósfera, el caso mexicano es hasta el momento el más claro. Pero en Chile, si el oscuro trance se espesa más durante estos dos años, y teniendo en cuenta el diseño del nuevo gabinete, es probable que Velasco ruede junto a la economía. Sin herramientas para frenar el deterioro, ya no podrá argumentar que la culpa la tienen los bancos estadounidenses.

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lunes, enero 14, 2008

La teoría del desalojo económico


Hace un año atrás el Banco Central, como es usual, emitió sus proyecciones económicas. Entre no pocas variables, su pronóstico para la inflación era de un escaso 2,3 por ciento para los doce meses siguientes y de un crecimiento del producto que podría alcanzar un 6,25 por ciento. Pocos meses más tarde corrigió un poco al alza la inflación y modeló también a la baja el PIB, guarismos que prácticamente tuvo que reinventar en septiembre. Durante el 2007 la inflación triplicó la estimación inicial del Banco Central, en tanto la proyección de crecimiento se desmenuzó con el paso de los meses. Con los desaciertos de esta casa, sus proyecciones han ingresado al territorio del augurio, del oráculo. Tras estos antecedentes, lo que suceda el 2008 estará entregado al paso del destino.

No son pocos los especialistas que prevén una inflación anualizada superior al ocho por ciento a marzo, y tampoco faltan los que han comenzado a enmendar las estimaciones de crecimiento del producto para el 2008, las que tenderán a estrecharse. Un vaticinio, a estas alturas del año, bastante más cercano a una realidad económica que no hace otra cosa de deteriorarse día a día. La inflación, bien sabemos, no es una mera acumulación de cifras, es una constante pérdida de poder adquisitivo, es un paulatino empobrecimiento de la población que tiene sus otros referentes en el aumento diario de la UF y en las políticas monetarias del Banco Central, que usa el alza de las tasas de interés para reducir la inflación.

La inflación del 2007 acumuló un aumento del 7,8 por ciento, en tanto hacia finales del 2006 alcanzaba sólo un 2,6 por ciento. Un proceso que abultó a la UF en mil 287 pesos, empujando al alza todos los contratos indexados. Pero las alzas no acaban aquí. Está también el aumento en el precio del dinero a través de las tasas de interés: durante el año el Banco Central elevó la tasa de política monetaria, que es la referencia para el sistema financiero, en un punto porcentual, desde un cinco a un seis por ciento anual. Una mera referencia, que es amplificada por la banca y las casas comerciales: a noviembre, la tasa anual para las tarjetas de crédito alcanzaba hasta un 49 por ciento en el caso de Presto, o una tasa similar para un crédito de consumo de 500 mil pesos en la financiera Atlas, a partir del 1 de enero del Banco de Chile. En otras palabras, por cada millón prestado, el prestamista recibe un millón y medio. ¿Servicio financiero? Tal vez simple usura. Porque las ingentes utilidades de la banca y de las casas comerciales –citadas más adelante- son de una claridad palmaria.


Empobrecimiento generalizado


El 2007 ha sido un año que especialmente ha golpeado a las clases más pobres, aunque en Chile, según nos informó Mideplan durante el año pasado, sólo el 13 por ciento de la población padece esta condición. Durante el año los combustibles subieron un 17 por ciento, en tanto las frutas y verduras frescas más de un 50 por ciento. Y otro tanto con el resto de los alimentos, bienes que en las familias más pobres llega a significar la mitad del gasto total mensual. Las alzas en artículos como el pan, que durante el año pasó de 620 a 758 pesos, o la leche y sus derivados, que se ha elevado en un 50 por ciento desde enero del 2007, la carne o los huevos impactan no sólo a aquel 13 por ciento oficial y artificial de pobres, sino a una proporción sin duda mucho mayor de la población. En suma, la alimentación se encareció un 15 por ciento durante el año, en tanto la vivienda en un 12 por ciento, según ha calculado el Instituto Nacional de estadísticas (INE). Un encarecimiento de la vida que aumenta las desigualdades.

Con las tarifas de los servicios básicos, otro tanto. Las del agua potable han crecido un 5,4 por ciento, el gas ciudad casi un 30 por ciento y la electricidad subió con fuerza en noviembre en un 41 por ciento. Con las alzas pasadas y las que vendrán durante el año en curso, la electricidad acumularía luego un incremento del 50 por ciento, progresión relacionada en parte con el aumento en el precio internacional del petróleo –durante los primeros días de enero tocó la marca de los cien dólares el barril- que, según la Comisión Nacional de Energía, no tiene aún señales de estabilización.


Y otro dato para los chilenos: pagamos las tarifas más altas de América latina. Un sondeo realizado hace unos meses por El Mercurio sobre las tarifas de agua potable apuntó lo siguiente: las tarifas chilenas triplican a las de Ecuador, Uruguay, Brasil y Colombia, porque la distancia es abismal con las venezolanas y argentinas, países en las que están congeladas.

En la electricidad, también podríamos alardear con el mismo trofeo. Al comparar las tarifas chilenas con las de Ecuador la relación es muy similar, la que se expande a unas diez veces en el caso de Bolivia. Según concluye el diario, “La diferencia de precios se explica en buena parte por la mayor cobertura y servicios anexos, sobre la base de que existen en la región ciudades que no cuentan con una cobertura completa de agua potable y alcantarillado y el tratamiento de aguas residuales es insuficiente”.

Pero hay otra explicación. Sin organizaciones sociales, con un gobierno complaciente con la empresa privada y con una Concertación cooptada por las transnacionales (es cosa de dar un vistazo a los directorios de estas compañías), Chile es un terreno fértil para el engorde de estas corporaciones proveedoras de servicios.


Si consideramos que una familia de clase media de unas cuatro personas gasta unos cien mil pesos mensuales en alimentación (un millón 200 mil al año), con la inflación ha terminado el año gastando 180 mil pesos más. Si en la hipoteca pagaba 150 mil al mes (un millón 800 mil al año), en diciembre del 2007 paga 216 mil más. Lo mismo en la cuenta de la electricidad, hoy un 4 por ciento más alta, o el gas, un 30 por ciento.

Obviamente, con la prácticamente nula alza salarial, estas variaciones son un evidente empobrecimiento familiar. Y a este ritmo inflacionario, que el mismo nuevo presidente del Banco Central, José de Gregorio, ha admitido como persistente o de más largo plazo (¿meses? ¿años? no se sabe con exactitud) es altamente probable que los recortes en los ingresos familiares se repitan durante el 2008.

Un futuro borroso

Las cosas están revueltas y es altamente probable que así sigan. Un torbellino global, que por ser mundial no deja de ser menos dañino. Las alzas en los precios internacionales de los combustibles han llevado a la reactivación de los proyectos para elaborar biocombustibles, con sus inmediatas consecuencias en la especulación de los precios de los cultivos. Con una agricultura mundial que ha seguido el mismo modelo neoliberal que otros sectores de la producción, cual es la concentración de la propiedad, los mercados y énfasis en la exportación, es fácil prever que la demanda de granos para elaborar combustibles tendrá efectos muy perjudiciales para el consumidor en cuanto a los precios de estos granos.

El alza histórica en los precios de los alimentos sucede en una coyuntura llena de paradojas. No es por el resultado de un fuerte aumento de la demanda mundial de alimentos de consumo humano, como el maíz, trigo, girasol, soya y otros, para ser empleados en biocombustibles, sino sucede en una coyuntura de abundancia. El Consejo Internacional de Granos estima que el 2007 rompió todas las marcas en producción de granos, lo que debiera haber hecho caer los precios de estos productos. Pese a la abundancia, los precios se dispararon. Algo estructural está afectando la demanda mundial de cereales.

La paradoja no termina aquí y entra ahora en el terreno de la perversión. Como los precios de los alimentos de consumo humano susceptibles de emplearse en combustibles comienzan a ser extremadamente rentables, son enormes las extensiones de sembrados que se están orientando a estos cultivos. Y como las tierras cultivables no son infinitas –recordemos también el impacto del cambio climático-, las cosechas no convertibles en biocombustibles también elevarán sus precios. En este caso, sí que será por la menor oferta.

Un ejemplo citado por Economist Intelligence Unit arroja luz sobre esta irracionalidad. El aumento de la producción de maíz en Estados Unidos destinado a etanol es de 30 millones de toneladas, lo que representa más o menos la mitad de la demanda insatisfecha de cereales en el mundo. Para tener una idea de la cantidad de alimentos requeridos para mover un automóvil, un estudio del Banco Mundial señala que el grano necesario para llenar el estanque de un automóvil alimentaría durante un año a una persona.

Está claro que con estos mayores precios pierden todos los consumidores, y en especial todos los pobres del mundo. Un cálculo de la ONU estima que más de 800 millones de personas en el mundo que ya pasan hambre vean agravada su situación.

Pero en todo esto debiera haber un lado positivo. Con los precios altos, existe la tentación de afirmar que los beneficiados son los agricultores del mundo. Según el Banco Mundial, existen unos tres mil millones de personas en el mundo que viven de la agricultura, población que incluye a los más pobres del mundo. En principio, ellos podrían beneficiarse del alza de los precios. La realidad, sin embargo, será muy diferente. Según afirma ese informe, las personas pierden más por precios más altos de alimentos de lo que ganan por ingresos agrícolas más altos. Exactamente cuántos, varía mucho de lugar a lugar. En general, los países en vías de desarrollo gastarán más de 50 mil millones de dólares en la importación de cereales este año, 10% más que el anterior.

El caso mexicano merece también citarse, porque podría ser un anticipo de lo que en pocos años sucederá por nuestras latitudes. Este 1 de enero entró en vigencia el capítulo agrícola del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que libera de arancel a productos como el maíz y el azúcar. Como es bien conocido, Estados Unidos, lo mismo que la Unión Europea, subsidia a sus productores agrícolas, lo que para el caso de los agricultores mexicanos, que no podrán competir con los menores costos de los alimentos importados, equivale a una muerte anunciada. El lado bueno de esta coyuntura –hay que ser siempre optimista- es la reorganización de los agricultores mexicanos, que junto a otros sectores sociales, como sindicatos, han comenzado a ejercer una fuerte presión para cancelar el infame TLCAN. Un proceso que debiera servirnos como ejemplo a los chilenos.

El blindaje económico: protección para las corporaciones

Pero nuestra economía está bien, repite el gobierno, lo que significa, al revisar algunos números, que los ricos están bien. La economía chilena “blindada”, eslogan espurio repetido por los hombres de Hacienda de la Concertación, desde Foxley a Velasco, sólo protege a las corporaciones. No hay blindaje para el encarecimiento de los alimentos, tampoco para el alza de las hipotecas ni de los servicios básicos. Sí lo hay, y así las cifras lo demuestran, para mantener la buena ceba empresarial.

En la Bolsa de Comercio de Santiago los grandes siguen ganando a manos llenas. A septiembre de 2007 –últimos resultados publicados- Copec lideraba las ganancias, con una suma sideral de 385.858 millones de pesos, cifra que resultó ser un 15 por ciento más alta que la obtenida un año atrás. Más atrás, pero muy arriba, estaba el Banco Santander, con utilidades por 237.872 millones, CMPC (la Papelera), con 188.389 millones, cifra que creció ¡un 128 por ciento! respecto a las ganancias que tuvo en septiembre del 2006.

Las casas comerciales y supermercados, sector denominado como retail, ha ingresado ya en el terreno de los grandes. Al observar sus resultados, tenemos que Cencosud (Jumbo, Almacenes Paris y Santa Isabel, entre otros) ganó 157.730 millones, cifra que fue un cien por ciento más alta que en septiembre del 2006. Falabella obtuvo 137.248 millones, D&S (Líder y Ekono) aumentó sus números en casi un 50 por ciento y Farmacias Ahumada en un 23 por ciento.

Este vistazo, que refleja el buen momento, en Chile con seguro a todo evento, que viven las corporaciones, permite hacer al menos un par de interpretaciones. El voluble escenario internacional sigue favoreciendo a las empresas exportadoras, como se ve en el caso del consorcio Copec y de CMPC (ambos orientados a la explotación de nuestros recursos naturales), en tanto el consumo –y el crédito, o, con más exactitud, el consumo mediante el crédito- como se observa en la banca pero principalmente en las casas comerciales, ha inflado las utilidades de estas compañías.

Han sido también estas empresas las que protagonizaron durante el 2007 las principales fusiones y adquisiciones, en no pocos casos bajo la polémica y la impugnación de los organismos reguladores. Bien se sabe, y la fiscalía nacional económica lo ha señalado con claridad, que la mayor concentración de los mercados –¡y cómo estamos ya en la banca y en el retail!- genera perjuicios para los pequeños y no tan pequeños proveedores, en la competencia más débil y en los consumidores. Pese a ello, este 1 de enero comenzó a operar el fusionado banco Edwards-Citibank –de propiedad del grupo Luksic, también dueño del Banco de Chile- y Falabella anunció su fusión con D&S. Cencosud, de Horst Paulman, alemán nacionalizado chileno por la gracia de Poder Legislativo, pregonó hace un par de semanas la compra, con el dinero ganado en Chile y de los bolsillos de los chilenos, de la cadena de supermercados Wong en el Perú por la suma de 500 millones de dólares. Y así sigue, porque Falabella no se queda atrás: pretende invertir 2.500 millones de dólares de aquí al 2010 en más tiendas, lo mismo que farmacias Ahumada, que ha terminado por comprar el cien por ciento de la cadena de farmacias Benavides en México. Estrujaron a los chilenos y ahora, con ese dinero, salen a América latina.

La economía chilena, así como la hinchazón de estas empresas, ha estado apuntalada por el consumo y el crédito durante los últimos años y meses. Un fenómeno que no puede mantenerse indefinidamente en el tiempo, y que ya muestra señales de agotamiento. A noviembre pasado, el crecimiento de los créditos de consumo mostraba una expansión del nueve por ciento, en tanto un año atrás crecían a un ritmo del 22 por ciento. Un proceso que lleva a pronosticar un agotamiento de esta actividad, que tendrá sus efectos en las personas pero también en la banca. Las personas, altamente endeudadas y crecientemente empobrecidas como consecuencia de la inflación; los bancos, sin nueva clientela para hacer sus buenos negocios.

La perversión neoliberal no sólo ha dejado su huella por este lado del mundo. También en Estados Unidos, cuya población padece desde la revolución conservadora de la década de los ochenta con Ronald Reagan que alcanza el paroxismo con George W. Bush, los efectos de la desigualdad: ricos cada vez más ricos, en tanto el resto cada vez más pobre. La globalización neoliberal, impugnada hoy por economistas del mismo establishment, como el Premio Nobel Joseph Stiglitz o el neokeynesiano Paul Krugman, anuncia más tempestades.


PAUL WALDER

Artículo publicado en la revista Punto Final

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viernes, enero 11, 2008

El insoportable peso de la Concertación


Michelle Bachelet realizó la noche del martes el tercer cambio de gabinete en dos años al remover esta vez seis ministerios, acción quizá habitual para los profundos registros de la historia chilena, pero sin duda inédito para el contexto de los gobiernos de la Concertación. Si a estos dos cambios mayores se le añaden otros ajustes menores, las estadísticas se elevarían a cinco movimientos, marca que establece un evidente récord para el escaso año y once meses que regenta La Moneda.

Bachelet ingresará al tercer año –de sólo cuatro- de su mandato con un tercer Ministro del Interior, cartera ocupada desde un comienzo por tradicionales figuras de la Democracia Cristiana (DC). A Andrés Zaldívar le sucedió Belisario Velasco, que ha sido desde el martes reemplazado por Edmundo Pérez Yoma, nombre y figura estructural de la DC y ministro en varias carteras durante los anteriores gobiernos de la Concertación. Pérez Yoma, que viene a rellenar el cargo vacante que había dejado su antecesor, un renunciado y marginado Velasco, entra también a fortalecer un equipo de gobierno que hoy sufre todos los pesares de la Concertación: el mismo martes cinco diputados de la Democracia Cristiana renunciaron al partido, y el miércoles la Corte Suprema confirmó el desafuero de una diputada del PPD por “estafa y fraude al Fisco”, lo que ha dejado al oficialismo en el Congreso virtualmente empatado en la oposición de derecha.

Los recientes cambios se realizaron, además de Interior, en las carteras de Economía, Agricultura, Obras Públicas, Mideplán, Minería. Una mudanza que ha sido interpretada por los analistas de la plaza como evidentemente política, trasiego que derivó en un aumento en el gobierno de figuras de mayor peso partidario en desmedro de aquellas calificadas de un perfil “técnico”. En Obras Públicas ingresó Sergio Bitar, el presidente del PPD, en tanto Economía, Agricultura y el mismo Ministerio del Interior estarán controlados por personalidades de la DC muy cercanas a la actual directiva de ese partido. Mideplán, cartera orientada a la elaboración de programas sociales y a la distribución de recursos, sigue en manos del partido socialista, y en Minería ingresó un radical.

El cambio estaba cantado. No así su modelación y apariencia. Hace ya un par de meses, y con insistencia, semanas, se rumoreaba sobre la inminente permuta ministerial. No por nuevos eventos o conflictos sociales, sino por la extrema presión de una ebullición interna. Según editorializa el conservador diario El Mercurio, la primera lógica del cambio ha sido de satisfacer a los partidos de la Concertación “que han experimentado los mayores contratiempos internos”, como hace un tiempo fue el PPD y ahora mismo la DC. Una estrategia que pese a intentar resolver la crisis familiar de cara a las próximas elecciones (municipales el 2008 y presidenciales el 2009) y a la permanente y también ubicua oposición de la derecha, se esboza como una imprecisa señal hacia la ciudadanía: ministros bien solventes en sus cargos debieron entregar sus carteras.

Tras el cambio Bachelet ha dado un giro radical a los enunciados que la llevaron a La Moneda. La renovación de rostros, el gobierno de corte “ciudadano”, ha sido ocupado por las más tradicionales prácticas de los anteriores gobiernos de la Concertación. Bitar fue ministro de Educación durante el gobierno de Ricardo lagos y fue pieza clave de la campaña de Bachelet; Pérez Yoma fue ministro de Defensa durante el gobierno de Eduardo Frei y Marigen Hornkohl , la actual ministra de Agricultura, hasta hace pocos días embajadora en Alemania, fue la jefa de gabinete de la ex ministra de justicia y hoy presidenta de la DC Soledad Alvear, subsecretaria de Previsión Social y ministra de educación en el gobierno de Lagos.


Las críticas al nuevo gabinete han comenzado a fluir, y vienen desde sectores de la misma Concertación. Los renunciados diputados a la DC han comentado que el gobierno está ahora bien parapetado por ministros muy cercanos a Ricardo Lagos –como es el Secretario General de Gobierno, el locuaz Francisco Vidal, y el mismo Bitar- y por figuras del entorno más cercano a Soledad Alvear, como hoy lo es Pérez Yoma, Marigen Hornkohl y unos cuantos más. Con estos antecedentes en la mano y estas interpretaciones, es bien posible afirmar que el candidato de la Concertación para el 2009 surja de estos dos nombres.

Por cierto que el resto de la Concertación ha dado su respaldo a Bachelet, apoyo que también se repitió en la derecha. El eventual candidato de la derecha para el 2009, el millonario de Renovación Nacional Sebastián Piñera, saludó a su “amigo” Pérez Yoma, lo que también hizo el presidente de la mayor organización empresarial chilena. Pero la severa UDI le ha dado esta vez una última oportunidad al gobierno: “La Presidenta tiene en sus manos la última esperanza que tienen los chilenos. Confiamos en que se hayan hecho los cambios necesarios”, dijo en rueda de prensa el miércoles Hernán Larraín, presidente de este partido.

Pérez Yoma, querido por la derecha, no recrea los mismos afectos entre los grupos de izquierda y sociales, como las agrupaciones de derechos humanos. Por sus amistades, por su trayectoria –durante su paso por la cartera de Defensa ostentó de sus muy buenas relaciones con los militares e, incluso, con el capitán general de entonces, Augusto Pinochet-, por su misma biografía, es un político que no agrada a ningún sector de izquierda. Edmundo Pérez Yoma es hijo de Edmundo Pérez Zujovic, ministro del Interior durante el gobierno de Frei Montalva de finales de los sesentas, época cuando ocurrió una matanza de diez campesinos en Puerto Montt. La izquierda responsabilizó a Pérez Zujovic de esta masacre, quien murió asesinado por un comando extremista de izquierda en 1971. Pérez Yoma no tiene afecto por la izquierda, del mismo modo como la izquierda lo repudia.

No son días tranquilos para el Ministerio del Interior, la cartera responsable del control ciudadano. La semana pasada, en un incidente entre comuneros mapuche y la policía, murió un estudiante baleado por un carabinero, acto que se suma a la huelga de hambre de más de 90 días de la activista mapuche Patricia Troncoso. Un ambiente socio-político que lejos de apuntar a un acercamiento, a un eventual diálogo, como han pedido las organizaciones mapuche, tiende a crisparse. Junto a este potencial conflicto, están también las movilizaciones de los trabajadores subcontratados de la empresa minera estatal Codelco, que demandan el ingreso a la planta con todos los beneficios de la corporación.

Los recientes cambios en el gobierno, que ya han sido captados por algunos de los analistas más perspicaces, apuntan a reforzar su propia institucionalidad de cara a las inmediatas y próximas elecciones. Una señal que también ha de interpretarse como la consolidación de las acciones gubernamentales, las que a la vista de la ciudadanía significa que todo estaría ya hecho.

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jueves, enero 10, 2008

Rendimiento en educación: ¿Cabeza de ratón o cola de león?


“Es una jornada histórica”, dijo la ministra de Educación chilena, Yasna Provoste, al conocer los resultados de la prueba PISA (Programme for International Student Assessment) realizada a estudiantes de 15 años. Aunque Chile había finalizado en el lugar 40 entre 57 países participantes, el orgullo de la funcionaria de Estado tenía sus bases. El rendimiento de los jóvenes chilenos era el más alto de Latinoamérica, superando a sus pares de Uruguay (43), México (49), Argentina (51), Brasil (52) y Colombia (53). Un triunfo ante la región, que sin embargo ante el mundo más parece la consolidación de las diferencias en las formaciones entre los países desarrollados y los emergentes.


La prueba PISA, que mide habilidades en lectura y en la comprensión de problemas científicos, se aplicó por primera vez en Chile el 2000, con resultados otrora catastróficos. La reciente medición, aun cuando tal vez no pinte para la historia, como desea la señora ministra, y pese a no marcar ni tendencia, ni un salto cualitativo, es sin duda una señal de progreso, con avances, discretos sí, en todos los campos. Proyecciones, consolidación de políticas, sólo podrán hacerse sobre la base de nuevos resultados.


José Joaquín Brunner, experto en educación y ministro Secretario General de Gobierno durante la administración de Eduardo Frei, ha ponderado los resultados, que no se prestan, ha dicho, ni para interpretaciones catastrofistas, pero tampoco para la euforia. Ha habido un evidente avance en la comprensión de lectura, con un puntaje muy cercano a la media internacional –y por encima de países como Israel y Rusia- y en el décimo lugar entre los 24 países de ingreso medio que participaron. Un resultado que no se repitió en ciencias: los chilenos estuvieron 23 puntos por debajo de la media internacional, en tanto en matemática a 43 puntos de la media. Un resultado, ha dicho Brunner, “claramente negativo”.


La comparación de estos resultados con el desempeño de los jóvenes de los países desarrollados revela una brecha abismal. En Chile, sólo el 1,8 por ciento de los estudiantes ha logrado un desempeño alto en ciencias, que es la competencia suficiente para resolver problemas cotidianos empleando conocimientos científicos o de relacionar estos problemas con sus conocimientos científicos, en tanto sí lo hacen el veinte por ciento de los jóvenes finlandeses y uno de cada seis neocelandeses.


El mexicano Angel Gurria, secretario general de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), organismo que realiza esta prueba, ha evaluado con crudeza los resultados de la PISA. Los pobres resultados educacionales en América latina, ha dicho, son más un asunto de empleo de recursos que de inversión. "Si tus gastos en educación no son pequeños y no obtienes buenos resultados, entonces tienes dos problemas", sentenció tras conocer las evaluaciones.


Gurría ha relacionado a la educación con el fomento de las oportunidades para las nuevas generaciones, un fenómeno que, con claridad, no tiene lugar en América latina. En realidad, sucede una relación inversa: "Muchos sistemas educativos en América Latina congelan las diferencias socioeconómicas, en lugar de actuar como grandes promotores de la igualdad (…) no son efectivos para atenuar las diferencias sociales y económicas".


El presidente del Colegio de Profesores de Chile, Jaime Gajardo, más que elogiar, tal como la ministra los resultados de la PISA, observa también esta reproducción de las desigualdades sociales mediante la educación: “La tendencia en la PISA ya existía. Estamos muy por debajo del promedio internacional. En comparación con América latina podemos estar bien, tal vez levemente por encima, pero no puede interpretarse esta situación como un triunfo. El avance ha sido muy menor y hay déficit por todas partes”, comentó.

Para hacer una evaluación de la educación, explica Gajardo, “hay que observar otros indicadores, como la prueba Simce (el sistema de evaluación anual del Ministerio de Educación chileno) o los resultados de la PSU (Prueba de Selección Universitaria). Y aquí hay una relación directa entre los resultados educacionales y las diferencias socioeconómicas de la población. La educación en Chile lo que hace es reproducir estas enormes desigualdades. Y los recientes resultados de la PSU confirman este estancamiento”.

Las afirmaciones de Gajardo difícilmente podrían ser refutadas. En la prueba nacional Simce del 2006, realizada a alumnos de Cuarto básico, el 60 por ciento de los alumnos de estrato bajo calificó con el mínimo, en tanto sólo el once por ciento de los estudiantes de altos ingresos, y de colegios particulares, está en este nivel. Una brecha que se expresa en las posibilidades de ingreso a la universidad: en la PSU del 2005 el 68 por ciento de los mejores puntajes surgió de alumnos de colegios particulares y sólo un diez por ciento de establecimientos públicos o subvencionados.

La última PSU ratifica un fenómeno de abierto estancamiento en las posibilidades de los más pobres para acceder a la educación superior. Si el 2006 el 57 por ciento de los jóvenes de colegios públicos, los que corresponden a los estratos de menores recursos, lograron superar el puntaje mínimo para ingresar a la universidad, el 2007 este grupo repitió de manera casi exacta estos resultados. El fenómeno es radicalmente diferente entre los jóvenes de colegios particulares: más del 90 por ciento logró superar el puntaje mínimo.

Será muy difícil lograr con el sistema actual avances sustantivos en la educación, afirma Gajardo. “Tras la revolución de los pingüinos el 2006 y la instalación del Consejo Asesor de Educación, el gobierno ha vuelto las cosas a sus mismos cauces. Incluso, será peor. Los pingüinos y el Consejo Asesor hicieron propuestas y crearon borradores muy interesantes para reformar la educación chilena, pero finalmente el gobierno, en un pacto con la derecha, armó un proyecto, que enviará en estos días al Congreso, que consolida el lucro y la selección de alumnos en el sistema educacional”.

El sistema no puede seguir apoyándose sobre el lucro, opina. “Que lucren los privados con sus propios recursos, pero no con los recursos públicos. Y tampoco puede mantenerse la selección de alumnos en todo el sistema. Todo ello lleva a la discriminación y a la competencia”.

Gajardo concluye que “hay un desgaste del gobierno en este tipo de políticas, que privatizan los servicios, como sigue sucediendo con el Transantiago, con la educación y con otros tantos. Eso está fracasado. Se quiere conciliar lo público y lo privado, conciliar negocios con servicios, que son derechos humanos. Este esquema ha fracasado en América latina”.

Pero el mexicano Gurría ha ido aún más lejos. Tras los resultados de la prueba PISA señaló: Sus consecuencias son importantes ya que "la sociedad que congela las desigualdades generará "jóvenes frustrados". Todo ello, además de sufrir "inestabilidad política y social".


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