WALDERBLOG - "El desvío de lo real"

viernes, septiembre 30, 2005

Chile, rey de la competitividad y la desigualdad


Si hay algo complejo de comprender, es el ranking de competitividad mundial que elabora aquel exclusivo club empresarial que es el World Economic Forum, instituto que, nuevamente, coloca a Chile entre los países más competitivos del mundo. ¿Y qué es ser competitivo? Simplemente, que puede competir adecuadamente en un mercado sin quedar en desventaja frente a los demás. En el caso del WEF, el índice es el resultado de dos índices adicionales: el de Competitividad de Crecimiento (ICC) y el de Competitividad Empresarial (ICE), en el que Chile se ubicó en el puesto 23 y 29, respectivamente.
El primero de ellos mide el desempeño de los países en ámbitos fundamentales para el crecimiento económico: calidad de su ambiente macroeconómico, estado de sus instituciones públicas y nivel de desarrollo tecnológico. Mientras, en el segundo indicador se consideran factores claves para la competitividad microeconómica: sofisticación de negocios y el ambiente para ello.

Al leer la metodología del WEF el asunto se hace aún más complejo y surge una pregunta: ¿Cómo es que Chile es más competitivo que, por ejemplo, España (28), Portugal (31) e Italia (38)? Huelga decir que Chile está registrado como el líder en competitividad en Latinoamérica, aunque por aquí las cosas tienen más de bestial competición social que de competitividad.

Lo cierto es que este índice hay que acotarlo. De partida, hay que dejar de hablar de país y reemplazarlo por “el escenario más propicio para el actuar de los inversionistas transnacionales”. Sólo bajo esta denominación podríamos entender el ranking, que coloca en el lugar 23 a uno de los diez países con peor distribución de la riqueza en el mundo. Un segundo comentario: que los periodistas dejen de elogiar a los ministros de área económica por tal hazaña. Basta con que lo hagan sus socios en el sector privado.

viernes, septiembre 23, 2005

La Tercera cuida el vocabulario a Lagos

Ricardo Lagos, como pocas veces, o tal vez la primera, se ha referido públicamente a la dictadura militar como dictadura y no régimen militar, gobierno de Pinochet o gobierno del presidente Pinochet, como aún puede leerse por allí. El lunes pasado Lagos dijo, a modo de pregunta "¿ha perdido perdón alguno de los que participaron en los actos de la dictadura?". Un vocablo, que en el país del eufemismo no es una referencia menor.

Hubo que oír o leer de las mismas fuentes esta expresión. Los grandes medios escritos, en un muy extraño ejercicio de pudor lingüístico, censuraron a Lagos y tradujeron el vocablo –que es nombre y no adjetivo- por régimen militar.¿ La Tercera le cuida el vocabulario a Lagos o los vínculos dictatoriales de este diario son todavía tan estrechos que el uso de esta expresión hubiera molestado a los civiles de la dictadura a los que el presidente hacía referencia? Lo que sí queda claro es la fuerza del lenguaje como generador de realidades y, por tanto, los fuertes lazos con la dictadura que mantiene La Tercera.

miércoles, septiembre 21, 2005

Incontinencia periodística

La prensa, en algún momento definida como creadora de opinión pública, invierte su función y se instala como caja de resonancia de su retroalimentación. No se trata de una prensa que amplifique sus “cartas al director” o su “tribuna del lector”, sino aquella que amplifica sus invenciones como si se trataran de fenómenos ajenos. La clásica teoría de la espiral del silencio, que es aquella información levantada por los medios, puesta en la agenda pública como noticia relevante, que pasa a ser tema de conversación y preocupación ciudadano y regresa, ahora amplificada a los medios, ha logrado el paroxismo en nuestra prensa.

Lo que ya está en el aire, lo que es noticia, es también incontinencia informativa. La separación del Chino Ríos de la modelo Kena Larraín es el más reciente –pero no el único- caso de este nuevo tipo de incontinencia periodística. Por lo menos dos medios que habían mantenido una cierta distancia del amarillismo, que hoy es la farándula, sucumbieron con una noticia que tenía más de chisme doméstico que de información nacional. La Segunda y el informativo 24 Horas de Televisión Nacional no han dado grandes muestras de agudeza periodística, sino de la ambigüedad, que es también desconcierto y confusión, informativa.

jueves, septiembre 15, 2005

El malestar urbano


Mauricio Hasbún –en Diestro Siniestro- ha escrito un brillante texto de los desórdenes –que no alcanzan ni a atentados ni a actos delictuales, dice él- del 11 de septiembre. Se trata de un fenómeno social, pero también espacial. Para tal idea, elucubrada en los albores del día, trazo lo siguiente:

La ciudad, nuestra ciudad global, que es Santiago, es nuestro gran mercado, en la que transamos (por cierto mercancías, que son objetos y también servicios) nuestra vida, que es fuerza, trabajo, tiempo, deseos. Lo hacemos como sujetos orgánicos, biológicos, modelados por los influjos económicos y sus reflejos, sean industriales, comerciales, educacionales, afectivos. Nuestras actividades ciudadanas están cruzadas por las leyes del mercado, las que modulan nuestros movimientos, intereses y deseos. En Santiago nadie escapa al libre deporte del mercado; es un gran tablero, físico o virtual, de un juego de infinitos niveles y avatares. En Santiago nuestro cuerpo, que es la ficha o avatar en este tablero, está sujeto o condenado a la modelación de un juego mayor, que es la economía, con frecuencia también expresada en la política. El tablero de la ciudad es una expresión física de la abstracción económica. Los ciudadanos somos una manifestación de aquel juego superior.

Santiago vive más el problema de la desindustrialización que de la industrialización. Ha ingresado en un camino inverso. Mantiene su estatus de polo de atracción campo ciudad, la fuerte centralización inhibe su descompresión, y es incapaz de generar empleos y oportunidades de vida de calidad: de hecho los empleos creados durante el último año han sido estimulados por el gobierno y responden a trabajos de subsistencia. Los barrios pobres, periféricos de Santiago, no son hoy un producto de la industrialización, como lo fue durante el siglo XX, sino de la falta de expectativas y de empleos. Son un subproducto de la pobreza. Santiago crece pese a la decadencia de su industria, a la reducción de su aparato público y a la pérdida de poder adquisitivo de las clases medias.

Nuestra segregación espacial es la expresión de la segregación social. Aunque ésta no parece una idea nueva, creo que se sumerge y se expande por otros ámbitos: crecemos (los que crecen) sobre los otros, quienes, en cierto modo, son también nosotros. Recuerdo aquí un reciente cumpleaños infantil en La Dehesa, barrio aterrado por la delincuencia infantil, en que las niñas del barrio alto bailaban en un jardín acotado por muros de cinco metros coronados por alambradas eléctricas. ¿Es éste nuestro camino a la modernidad?

viernes, septiembre 09, 2005

El coro


Diario Siete no es sólo un nuevo medio de información general en el mercado, o un diario que utiliza el léxico “dictadura” y no las expresiones “régimen militar”, como en La Tercera, o “gobierno del presidente Pinochet”, como lo ha hecho y aún lo hace El Mercurio. El nuevo medio expresa una visión, un espíritu social, y, con mayor precisión, cultural, por años y décadas marginado al mundo privado y, en casos aislados, a medios escritos quincenales y digitales. Hablamos de una percepción social, de un imaginario colectivo, que es algo mucho más amplio y complejo que una doctrina política y económica o una ideología.

La década pasada y los años que llevamos de la actual han estado dominados por lo que Ignacio Ramonet llama el pensamiento único, que es, de algún modo, un compendio cultural acotado básicamente a los intereses de los poderes económico y político y canalizado a través de medios afines que operan cual sus filiales dependientes. Una forma de vida modelada por estos poderes, con sus aspiraciones y preocupaciones, con sus prioridades y objetivos, es encauzada y reforzada a través de la televisión, la prensa escrita y la radio.

El espíritu de los medios de comunicación chilenos se nutre de este compendio cultural, un pensamiento único que, en nuestros casos, es el pensamiento de una clase que ha convertido sus prioridades e inquietudes en las del país. Más de una década bajo una sola idea de modelo de economía, de régimen político, de sociedad, conduce a la privación de ideas. Lo mismo da las decenas de diarios y radios de la misma cadena: se trata de centenares de voces que reproducen la voz del amo. Se trata de un remedo construido, en el mejor de los casos, mediante los clásicos géneros periodísticos (crónica informativa, reportaje, opinión) o, como lo hace la televisión, mediante un confuso mix de géneros elaborado bajo criterios de rating.

La cobertura política, económica y social de la prensa escrita reproduce en un discurso homogéneo las reflexiones del amo. Un discurso que en una aparente naturalidad es sólo capaz de expresar una imagen fragmentaria de la realidad social. Es la visión desde el lugar que se ocupa en el sistema social, el que amplifica lo más cercano, lo más familiar y apreciado y aleja y disminuye -y en no pocas ocasiones margina - los eventos menos familiares, desconocidos e incomprendidos. Es una visión burguesa, en el peor sentido del término, que sólo puede mirarse a sí misma y siente terror por todo lo que representa al otro, que no sólo no comprende ni tolera, sino también sanciona. Esta prensa, que siente y expresa sus intereses como si éstos fueran universales, es incapaz de canalizar los modos de vida de las llamadas minorías, que en Chile son, pese a su carencia de poder, grandes mayorías, desde las etnias a los pobres. Ante estas “minorías” los medios intentan imponer una voz única que fuerza a una imposible y absurda integración. Es la imposición de una cultura ajena que conduce a la sequedad reflexiva y a la degradación de la propia cultura.

Muchos canales de televisión, aún más radios y decenas de periódicos que piensan y hablan lo mismo, que, tal vez de manera involuntaria, construyen un país unidimensional intolerante y discriminador. Es una prensa complaciente, que busca generar un artificial clima de debate político pero se aterra ante la desnuda crítica. Todo lo que está fuera de la institucionalidad está prohibido, como una reflexión sobre el modelo económico, la constitución de 1980 o la actual condición de la etnia mapuche. Se trata no de una prensa pluralista, sino de una información sesgada e interesada, que fluye retocada de verdad.

Los medios pueden identificarse según su posición política, pero su verdadera identidad está ligada con la percepción que tienen del imaginario social y cultural. Aquel mosaico movedizo que conforma las culturas, que es diverso por definición, no ha sido representado ni reproducido por nuestros actuales medios de información general, como tampoco por la radio y la televisión, los que, por motivos mercantiles o ideológicos, canalizan e intentan relacionar el cuerpo social con el modelo de país evocado por economistas y empresarios.

Columna publicada en Punto Final

miércoles, septiembre 07, 2005

Sexo, morbo y farándula

Las Ultimas Noticias y, un poco más lejos, La Cuarta, han logrado colocarse a la cabeza de los medios escritos más leídos del país. Las Ultimas Noticias, del conservador grupo Edwards, derivó desde el tabloide de información institucional apreciado por la tercera edad a un tabloide de farándula respetado por dueñas de casa de edad media, oficinistas de toda ralea, quinceañeras y alguna variedad juvenil. Un grupo aparentemente heterogéneo que tiene como nexo común su fruición televisiva.

Las Ultimas Noticias, como también La Cuarta –tabloide otrora amarillo-policial del grupo Copesa- no inscriben una nueva página en la historia mediática chilena, sino que afinan o profundizan, por motivos de mercado, una vieja vertiente sensacionalista presente en la prensa universal. Un género, más bien un producto comunicacional, que mezcla notas de crónica roja y revelaciones de la intimidad ajena junto con una buena dosis de elementos fotográficos: escenas sangrientas, fotografías de figuras públicas comprometedoras y, por cierto, exhibición de desnudos o desnudos parciales. Si esto no alcanza a llenar un diario, es suficiente para titulares y llamados de portada.

La Cuarta por años había desarrollado la fórmula de crónica roja, la que derivó a la farándula de inspiración televisiva. Un giro, hecho con anterioridad por Las Ultimas, que pone a la televisión –y no necesariamente el morbo criminal- como el centro del interés nacional. La TV pasa a ser el gran escenario generador de noticias (los reporteros de Las Ultimas se sientan cada noche frente a un televisor y “reportean” desde allí sus informaciones, lo que también nos indica, por cierto, las características de fábula que puede tener un titular).

Lo que hacen estos medios es un reciclaje de la realidad mediatizada, la que es una realidad debilitada, sin densidad alguna, una realidad monocorde que muta y estandariza los diversos eventos sociales y políticos. El lector de Las Ultimas y La Cuarta no obtiene una información mediatizada, sino que lee un discurso resignificado (sobre la base del morbo y la farándula) de la información televisiva. Son los grandes intérpretes de la televisión, como también sus mejores publicistas.

La prensa sensacionalista o de farándula es una gran aplanadora de las densidades culturales. Reduce la cultura, desde la política, la economía, el arte, a una capa superficial homogénea, bajo o en la cual vive todo el entramado social. Es, claro está, una capa cultural de corte funcional, en la cual no existen diferencias, redes sociales, relaciones de poder o desigualdades económicas. Y, de haberlas, éstas responderían más a un orden natural que a una estructura política, económica o social. En este sentido, este tipo de prensa es profundamente acomodaticia, conservadora y funcional a los poderes fácticos.

La televisión, la gran fuente informativa de esta prensa, también se ajusta al modelo sensacionalista y de farándula. Basta ver el corte de los telediarios y su profusión de reportajes escabrosos o de aquella categoría llamada de “interés humano”, que no es otra cosa que la exacerbación de un dramatismo que promueve la identificación, por un lado, y la compasión, en otros casos. O basta citar también los puntos altos del rating, marcados por la farándula (Kike Morandé) o el morbo policial (Mea Culpa).

El objetivo de esta fórmula ya probada es el alto rating o lectura de diarios, lo que redunda en buenos resultados financieros. El objetivo que mueve a esta prensa es el lucro, lo que nos lleva a preguntarnos, nuevamente y necesariamente, sobre el papel de los medios de comunicación. Podemos decir que es informar y también entretener, sin embargo aquí tenemos un cruce de ambas funciones, lo que produce un híbrido que reduce la información, la trivializa, la convierte en un espectáculo. El producto que surge de esta factoría mediático-cultural es una mercancía homogenizada e insoportable en su liviandad, que amplifica, como si se tratara de una hinchazón enfermiza, el ya de por sí anodino discurso de la televisión.

Lo que tenemos es un nuevo producto que intenta representar la realidad social, como si ésta pasara siempre por la televisión. Como si la única realidad o verdad es la que está en la televisión. Todos los valores sociales son secuestrados por esta prensa, que los mantiene como rehenes. En subsidio, entrega una información elaborada con los criterios del espectáculo, la que no es más que una abierta falsificación, un remedo fútil, de los valores sociales.

El gran argumento de los ejecutivos que promueven esta prensa no es la rentabilidad, sino la demanda por el producto por parte de las audiencias. Esto, que es en cierto modo una verdad (son los programas más vistos y los diarios más leídos), es también un argumento falaz. Desde los orígenes de la teoría de la comunicación de masas se ha hablado del poder de los medios, lo que ha generado numerosas investigaciones y teorías sobre sus efectos en las audiencias. Aun cuando los medios no son el único influjo social, sí tienen la capacidad de modelar comportamientos y valores, de introducir en un grupo cambios sociales.

Al aplanar las tensiones sociales a una capa superficial y banal, estos medios, además de generar modelos de identidad, introducen una visión de la sociedad, que es también un sólido discurso de valor, de las relaciones económicas, sociales y políticas. Un discurso que reduce el cambio social a los usos, costumbres y sexualidad de las figuras de la farándula, pero bloquea, porque omite y también sanciona, desde una visión tan conservadora como la que tienen los propietarios de estos medios, cualquier otra manifestación de cambio social.

El consumo televisivo ha ido en aumento, en tanto la cobertura es prácticamente total. La vida social pasa a través de este medio y el mismo espacio público ha sido reemplazado por la TV. La exposición televisiva forma parte de la rutina diaria y sus contenidos llegan a ser necesarios como elementos de integración social (incluso como tema de conversación). La influencia de la TV llega a ser tal que muta valores y relaciones, convirtiendo sus contenidos y sus figuras en referentes más cercanos a las personas que su mismo entorno social.

Todos estos efectos se los podemos atribuir a la TV. Podríamos preguntarnos si se trata de consecuencias que derivan de los contenidos de la televisión, de su misma tecnología o de la combinación de ambas. ¿Un cambio en los contenidos nos alejaría de la TV? Sin la intención de dar una respuesta, sí podemos recordar que los medios tienen la capacidad de modelar comportamientos y valores.