WALDERBLOG - "El desvío de lo real"

domingo, marzo 30, 2008

Crisis del turbocapitalismo, del capitalismo hiperventilado


El asunto no es si hay crisis o cuándo llegará. El asunto es qué profundidad tendrá. Cada semana que pasa, las cosas van de mal en peor. Hace unos años las oscilaciones de los mercados eran las propias de los ciclos económicos, sino esta vez son convulsiones impredecibles. Se trata de un accidente, es un trance profundo, una transformación del metabolismo económico. Como si todas las variables, las habituales y conocidas, las templadas señales, respondieran a otros referentes, a una realidad escondida. Hace sólo unos días atrás, al cierre de esta edición, el precio del petróleo había superado los 111 dólares el barril -¿alguien imaginó esta contingencia un año, meses atrás?-, cada euro se cotizaba a 1,55 dólares, los mercados de acciones sufrían sacudidas histéricas pese a los gigantescos flujos de capital que los grandes bancos centrales les inyectaban para sosegarlos. Operaciones hasta el momento estériles, que sólo estimulan la especulación. Pura especulación. La misma que ha llevado a esta debacle económica.

“Consecuencias impredecibles”, “crisis sistémica del capitalismo global” se ha podido leer y se sigue leyendo. Podemos agregar también que parece el fin del turbocapitalismo, del capitalismo hiperventilado, del capitalismo en su alta fase depredadora, o, en palabras del poeta Armando Uribe, del neoliberalismo capitalista de mercado desregulado. Hay motivos para pensar que esta crisis de los créditos hipotecarios estadounidenses, la debilidad del dólar por los sostenidos déficit, los altos precios del petróleo y también de otras materias primas, son señales de un desorden de todos los formatos. Aun cuando nadie puede saber con exactitud los alcances de esta crisis, ya hay un consenso en cuanto a su magnitud: tanto, que no son pocos los analistas y observadores que sólo toman como referencia el gran crack de 1929, el que marcó la historia económica del siglo pasado. Si pudo ocurrir en aquella oportunidad ¿por qué no también ahora?

El economista cubano Osvaldo Martínez, en una reciente charla en La Habana en el marco del X Encuentro Internacional de Economistas sobre Globalización yProblemas del Desarrollo ha dicho que la actual crisis que enfrenta Estados Unidos es sin duda sistémica, “inscrita en un ciclo recurrente y no como una anomalía o un episodio esporádico”, diagnóstico compartido en el encuentro. La mayoría de los economistas coincidió en cuanto la actual crisis será la de peores efectos, en décadas. Esta crisis, evidentemente, tendrá efectos en el resto del mundo y en Latinoamérica. El belga Eric Toussaint, presidente del Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo, sostuvo que, manteniendo la política económica tradicional, los países en desarrollo verán sus reservas internacionales esfumarse progresivamente y se encontrarán en una situación que puede volverse muy difícil.


Cuando el viernes 14 de marzo el banco central de Estados Unidos rescató de la quiebra al banco Bear Stearns, el quinto mayor de su rubro en ese país, los analistas y otros observadores miraban incrédulos. El único referente a acciones de esta naturaleza estaba en los años 30 del siglo pasado tras la debacle de 1929. Algo, una información aún no compartida, llevó al banco central a tomar medidas tan drásticas. ¿Qué otras sorpresas saltarán en las próximas semanas?

Ante tales augurios, la pregunta que podemos hacernos es cuánto y cómo nos impactará esta crisis sistémica. Porque las crisis no golpean sólo a los poderosos de Wall Street, que bien se las arreglan para recibir los subsidios del Estado, como hemos comenzado a ver, sino con singular fuerza a los más débiles. Sucedió en Chile en la brutal crisis de comienzos de los ochentas, con un banco central chileno muy dadivoso con los banqueros y otros especuladores, y hoy lo mismo está sucediendo con la crisis hipotecaria estadounidense. Los bancos centrales apuntalan el sistema capitalista neoliberal por arriba.


El dólar cae, las bolsas caen, pero suben las materias primas. La especulación financiera, que ha causado la catástrofe del consumo vía las hipotecas impagables o incobrables, se traslada ahora a estos bienes, que los coloca al centro del gran casino financiero mundial. Apuesta principalmente al petróleo, que relaciona con la contingencia política, con Irak, con posibles nuevas guerras (otra vez el rumor de un ataque a Irán recorre el mundo), pero también a otras materias, como el cobre –salvación para Chile-, el oro (¡mil dólares la onza!), la plata y ahora lo hace con los alimentos, también en precios máximos históricos. Se especula con los alimentos principalmente porque pueden transformarse en biocombustibles, pero también porque son un bien necesario y cada vez más, si no escaso, sí limitado. Un proceso en el que ganan esos apostadores, pero pierden todos los seres humanos, empezando, claro está, y como siempre, por los más pobres. La FAO ha calculado que durante el año pasado el precio de los principales alimentos se elevó en un 40 por ciento. Un mercado atrayente para tahúres y especuladores de corbatas de seda, que sin duda seguirá adelante.

Velasco está “espléndido”

“La economía está blindada” es una frase cliché utilizada por el actual y los anteriores ministros de Hacienda y funcionarios de gobierno. Un discurso oficial, construido por este tipo de expresiones vacías. Porque lo cierto es que Chile, aun cuando tiene ciertas reservas, no está muy blindado. Es más, este es uno de los países más abiertos del mundo, por cuanto si hay una debacle financiera de gran magnitud no tendrá ningún mecanismo para cerrar la puerta. Con la firma del TLC con Estados Unidos se eliminó el último de los seguros para regular los flujos de capitales. Ahora, todo lo que entra –y hoy lo que ha llegado son los veleidosos capitales golondrina- puede también salir en un par de días.

Andrés Velasco, el hombre de Hacienda, construye cada semana frases candorosas para la galería, tal vez con la intención de transmitirlas por la televisión. El viernes 14 de marzo, en una reunión con empresarios, dijo que la economía chilena estaba “espléndida” (sic) para enfrentar la crisis mundial, la que sí admitió. Velasco pudo haber dicho está “sólida”, o “firme”, pero optó por “espléndida”, que es como haber dicho “radiante”, o “resplandeciente”, incluso “esplendorosa” o hasta “estupenda”, adjetivos todos de carácter festivo, diríamos frívolo, de salón de baile, que no tienen ninguna relación con el actual trance de altos precios –el día anterior se anunció extraoficialmente un nuevo incremento en las tarifas del gas natural argentino-, bajo crecimiento y total incertidumbre. Tal vez este señor usó el luminoso adjetivo para responder al sombrío diagnóstico que durante la jornada anterior había hecho nada menos que el Banco Central.

El jueves 13 de marzo el Banco Central debía tomar una decisión ante el complejo escenario macroeconómico: alta inflación, bajo crecimiento, el dólar en caída libre. Tan complicada era la situación, que el Banco de marras no hizo nada, o casi nada: mantuvo las tasas de interés en el 6,25 por ciento anual y esbozó un oscuro futuro: “En el ámbito externo, el escenario para los EE.UU. ha continuado deteriorándose, generando alta volatilidad y mayores riesgos en los mercados financieros internacionales. Los bancos centrales de los principales países desarrollados han adoptado medidas adicionales para atenuar los problemas de liquidez. Hasta ahora, las economías emergentes no se han visto mayormente afectadas, aunque el riesgo de escenarios adversos se ha incrementado. Por su parte, los precios de productos básicos han presentado aumentos significativos”.

Exportadores divididos


Ante la debilidad del dólar, los exportadores han comenzado a quejarse, a gimotear –“el ministro Velasco es un insensible”, dijo Luis Schmidt, el presidente de la SNA- como bien lo han venido haciendo durante décadas. Se trata principalmente de la agroindustria exportadora, porque la gran minería del cobre –con un metal a cuatro dólares la libra-, o la industria de pulpa de celulosa, o de harina de pescado, están inundadas de la divisa, aunque esté devaluada. Como han afirmado en un artículo los economistas Juan y José Cademártori, este “sector lo dominan empresas multinacionales y grandes exportadores nacionales que por esta vía aceleran la concentración de la riqueza. Mientras ellos gozan de precios record e inusitadas ganancias, les afecta muy poco la apreciación artificial del peso, en tanto las industrias manufactureras y agropecuarias pequeñas y medianas sufren una pérdida de rentabilidad no compensada por el precio de sus bienes exportados”. Es tanto lo que han ganado y siguen ganando con el alza de los precios, que la baja del dólar les significa una pérdida mínima. “La revaluación artificial del peso es entonces resultado de un boom de un sector exportador que ha gozado de bajas regulaciones tributarias, laborales y ambientales, y que ahora se beneficia del alza de sus precios de exportación”.

El economista de Cenda Hugo Fazio, en una entrevista a rebelión.org, diferencia también a los exportadores en dos categorías. “Los primeros son aquellos cuyos productos están muy altos en los mercados mundiales. A estos la reevaluación del peso les reduce sus márgenes de utilidad, como en el caso del cobre, pero les sigue yendo bien. A los segundos exportadores, que no tienen precios altos, y que están asociados al agro, les afecta negativamente”.

La caída del valor del dólar, que según Velasco ha sido menor que en otros países latinoamericanos, lo que no es consuelo para ningún pequeño exportador, está también impulsada por la total apertura de la economía chilena. Los Cardemartori afirman que “los especuladores internacionales con su entrada incontrolada y de magnitudes desmesuradas aumentan aún más la sobrevaloración del peso”, proceso que se ve abultado por la constante baja de las tasas de interés en Estados Unidos que contrasta con el alza de las tasas de interés en Chile. Este cada vez mayor diferencial de tasas atrae hacia el mercado nacional inversiones, capitales golondrina, que llegan en dólares. Como consecuencia inmediata, la abundancia de dólares –por el cobre, por las otras exportaciones y, ahora, por esta especulación- hacen caer el valor de esta divisa respecto al peso chileno. Ante este fenómeno, ciertamente evidente, cabe recordar a Velasco y sus redundantes afirmaciones: ¡Chile blindado, Chile está espléndido!

El dólar bajo, que complica el negocio de los exportadores más pequeños –que son, sin embargo, pocos en un sector dominado por la gran empresa- ha contribuido en parte a aliviar las presiones inflacionarias, las que vienen por el lado de la energía y de los alimentos. Un encarecimiento de la vida no visto desde hace décadas que sin duda alterará –y ya lo está haciendo- todas las relaciones económicas y laborales. Aunque Velasco no ha querido afirmarlo públicamente, el dólar bajo juega hoy como herramienta para mantener bajo control –si es que un diez por ciento anual significa control- a la inflación, bestia negra de la macroeconomía. El gobierno, de cierta manera, agradece al cielo por este dólar bajo. Porque una inflación galopante, bien se sabe y mal se ha sufrido, desarma no sólo cualquier proyecto económico, sino también político.

Réquiem para la industria nacional

Con un dólar bajo todos los bienes importados se abaratan. Pero también es una realidad que no todo es importado, que existe industria nacional, y que es ésta la que genera empleo. Un dólar bajo, productos importados más baratos, afecta a los productores nacionales que (aún) compiten con artículos indios o chinos, países cuyos productos están favorecidos con tratados comerciales. Estos sectores de la industria chilena, afirma Fazio, “son fuertemente golpeados con la reevaluación del dólar.” No resultaría raro que con esta nueva crisis terminen por quebrar los pocos talleres nacionales que han sobrevivido a la política de apertura comercial, a los diversos TLCs y a la competencia de las importaciones chinas. Esta devaluación del dólar es bien probable que sea el golpe de gracia.

Si hay un deterioro en la producción, habrá necesariamente un deterioro de los niveles de empleo. Fazio afirma: “Chile nunca ha vuelto a los niveles de desocupación de la crisis del 98. No obstante, ahora se está regresando. Las pequeñas y medianas empresas son las que ofrecen más empleo en Chile. Pero ahora están siendo tocadas por la reevaluación del dólar y las tasas de interés de los bancos comerciales. Sólo a veces se les otorga crédito, y si se les brinda, es a tasas descomunales, que conduce a que esos bancos tengan ganancias muy elevadas y perciban financiamiento del Banco Central con tasas de interés negativas. Es decir, para la banca es un negocio redondo.”

Los Cademartori esbozan un problema que puede convertirse en una crisis mayúscula ante una recesión: la desigualdad en la distribución de la riqueza, la que está expresada en todos los ámbitos de la vida económica, social y política chilena. Los promedios, las estadísticas abultadas y generales –como el aumento de los salarios medios, el crecimiento del PIB, el éxito exportador o la tasa de desempleo- que ya no miden nada en la actualidad menos lo harán en una situación de verdadera crisis. Sólo bastarán unas pocas sacudidas para una pérdida total del equilibrio: de la precariedad en la que viven millones de familias chilenas se pasaría a una evidente necesidad.


A diferencia de aquel discurso oficial y del juego político que sólo sirve a sus también especuladores y apostadores, hay un movimiento que emerge y comienza a dar señales sobre su futuro. La crisis, ya cierta, inevitable, desatará las enormes contradicciones de esta sociedad, una de las más desiguales del planeta. Un malestar que ya aparece en protestas de los trabajadores que recolectan la basura, los del salmón, los portuarios, los pescadores artesanales, los temporeros del sector exportador frutícola, del comercio en las grandes tiendas. Un crujido social que contiene todas las atribulaciones acumuladas por décadas de un modelo de libre mercado desregulado. La alta inflación, la pérdida de poder adquisitivo y la inexistencia de herramientas o canales para obtener mejoras salariales, obligarán a los trabajadores chilenos a buscar nuevas vías para expresar sus demandas.

El otro efecto de esta crisis sucederá en la estructura productiva y empresarial, en el modelo mismo de desarrollo económico. Aquel modelo basado en la gran empresa transnacionalizada extractora y exportadora de recursos naturales ha aplastado al resto del sector exportador. Con la caída del dólar, será muy difícil que la agroindustria y otros exportadores, como, por ejemplo, de manufacturas, puedan continuar trabajando a esos precios.

Un trance que apenas comienza.


Paul Walder

sábado, marzo 22, 2008

Chilevisión y el terror


La televisión es espectáculo. Lo que resulta un uso metafórico, una imagen crítica, es el hecho. La TV es entretenimiento, show business, negocio de la distracción, farándula, drama, representación, disfraz, también información. Un paquete sin sorpresas, un combo, un producto elaborado. Y es también, dentro de su representación, una modelación de la sociedad, la que está presentada cual espejo de tal sociedad. Podemos elaborar una representación ideal y por cierto naïf de la sociedad –como aquellas antiguas series de TV inspiradas en una familia nuclear que resultaba ser un modelo conservador-, contar y contarnos un cuento de arribismo económico y ceguera social -un relato tal vez real para unas pocas miles de familias millonarias chilenas pero leído como historia de hadas por otras decenas de miles de escaladoras- como lo hacen las revistas Capital, Gestión, el diario Estrategia o las páginas de negocios de El Mercurio. Es igualmente posible recrear nuestra vida cotidiana como si fuera una revista picante, un vaudeville barato, como bien lo hacen Las Últimas Noticias, La Cuarta y horas y horas de televisión en programas innombrables como SQP, CQC o PP. Y podemos también representar como nuestra realidad lo más infame de la infamia. Hacer de nuestro mundo un espacio de la mentira, el engaño, el crimen, la muerte. Hacer de la perversidad nuestro espacio natural. Ese es el caso de Chilevisión.

Cada representación es un producto. Pero es también una percepción y una pauta de comportamiento social. Algo de todo lo representado ronda el ambiente social, así como lo representado moldea comportamientos. Que los personajes de una teleserie expresen el comportamiento histérico de una sociedad puede comprenderse, como denuncia, como ironía, como crítica o chiste, pero no que los gritos, pataletas y otros trastornos sean norma y modelo de conducta de chicos y chicas. Este es un riesgo, una forma de contaminación y degradación .

La especialidad de Chilevisión, aun cuando ahora ingresa a las teleseries, es la crónica roja, el reportaje recreado, el docudrama, el, como ellos mismos le denominan, docu-reality. Aquí está su producto estrella, que es también su representación social, su estrategia, su propuesta. Aquí está la entretención, la distracción, pero aquí está también la información, todo ello entregado en un mismo paquete, en un servicio completo y entrelazado. Chilevisión inicia la crónica roja cada día a las 21 horas con su informativo y no cambia de registro hasta la medianoche. Aparentemente cruza géneros narrativos, pero en los hechos los fusiona. No hay gran diferencia entre la crónica de Chilenoticias que los programas posteriores, como “Policías en Acción”, “Mujeres que Matan”, “Pecados Capitales” o “Historias de Eva”. Un continuo de odio, furia, traición y crimen une la parrilla del canal de Sebastián Piñera.

Producción en serie, como papas fritas con ketchup o hamburguesas con queso. Comida chatarra y televisión basura. Basura en su producción seriada, y basura, pestilencia en este caso, en sus contenidos. Veamos un ejemplo, explicado por el mismo canal. “Mujeres que Matan” es una “serie que muestra los ámbitos más extremos de la vida común, donde las mujeres son sus protagonistas. Verónica vive con su hija Camila, producto de su primer matrimonio, y Daniel, su segundo marido. Verónica quiere creer que todo está bien en su vida y que su relación de pareja está llena de amor, pero la verdad es difícil de ocultar, ella está enferma de amor, sumergida en una relación tóxica, de maltrato emocional y físico que destruirá la vida no sólo de ella y de su hija sino de Valeria, la vecina de 16 años y mejor amiga de Camila. Una noche todos se darán cita en casa de Verónica y el espiral de maltrato culminará en un acto que los marcará para siempre (sic)”.

Autores como Doris Cooper, socióloga chilena experta en la marginalidad, han escrito sobre la delgada línea que existe entre la delincuencia, ilegalidad y la economía informal. Otros factores como la falta de organización sindical y social, la creciente externalización de los empleos, la misma precariedad laboral conducen cada vez más hacia la informalidad. Los chilenos estamos cada vez más cercanos, por nuestra propia vulnerabilidad laboral y social, a aquella delgada línea. Estamos cada vez más expuestos a caer en la ilegalidad.

¿Es esa programación un reflejo de la nueva vida cotidiana de los chilenos? ¿Hace Chilevisión investigación y denuncia social? ¿O se trata de un producto más? Obviamente, se trata de esto, lo que está avalado por las cifras de negocio. Hay un mercado para la industria de la perversión y el terror.

Las personas más expuestas a la televisión son más sensibles a los temores que infunde la TV. Quienes ven más televisión, como las mujeres dueñas de casa, colocan entre sus mayores preocupaciones la seguridad ciudadana. Y si estimamos que este ha sido un tema de la derecha y los conservadores –en Chile, en Estados Unidos, en España, en muchas partes- no es difícil hacer la relación entre los intereses del candidato de derecha con los contenidos de su canal. Un producto basado en el miedo cuya solución será una solución política.

PAUL WALDER

Artículo publicado en Punto Final

lunes, marzo 17, 2008

El inicio de la catástrofe


El 11 de septiembre de 1973 marcó en Chile el inicio de la contrarrevolución conservadora a escala mundial. Un plan orquestado por las grandes corporaciones estadounidenses y la reacción conservadora, celebrado por la Escuela de Economía de la Universidad de Chicago y por Milton Friedman, e impulsado por los aparatos de inteligencia del entonces gobierno de Richard Nixon en Estados Unidos. Una campaña que se extendió hacia otros países latinoamericanos, que recorrió más tarde el globo tras el colapso de los países socialistas y que tiene su más reciente episodio en la invasión y ocupación de Irak. Esta es la tesis de la periodista e investigadora Naomi Klein en su libro The Shock Doctrine. El capitalismo neoliberal para instalarse primero debe golpear, destruir, después atemorizar y finalmente construir su modelo. Pasó en Chile, en Irak, pero también ha pasado con la ayuda de la historia y la naturaleza. El capitalismo depredador se instaló en Rusia y los Países del Este tras la caída del muro, y se ha aprovechado de desastres naturales como el huracán Katrina en Nueva Orleáns o el tsunami en las costas de Asia para instaurar su modelo después el desastre. Klein cita un artículo del hoy fallecido Milton Friedman en el Wall Street Journal meses después del huracán. El economista, junto con lamentar la muerte de tantas personas, observó que los colegios públicos estaba en ruinas. “Es una tragedia. Pero es también la oportunidad para reformar radicalmente el sistema educacional” ¿Cómo? A la chilena, privatizándolo.

Sobre la base de la tesis de Klein, podemos decir que la Concertación ha gobernado sobre la catástrofe. Ha administrado con deleite para el gran capital con la certificación de la derecha un modelo instalado sobre la base de la destrucción y el miedo. Miedo al secuestro durante la dictadura, pero miedo al desempleo y al desamparo económico durante nuestra singular democracia neoliberal.

Es muy probable que con la actual crisis global el modelo neoliberal si no colapsa sí sufra importantes transformaciones. La economía chilena, vanguardia de esta matriz mundial gestionada aquí por el tandem Concertación-corporaciones, se verá obligada a adaptarse a esos cambios, los que ya se observan en las medidas de emergencia que intentan paliar los primeros efectos de las crisis. Pero no se trata de parches y remiendos, como ha sido la tónica del Transantiago, o como son las medidas anunciadas para las pymes y los exportadores afectados por un dólar depreciado. Chile, como furgón de cola del neoliberalismo mundial, tendría que comenzar a adaptarse a las dramáticas transformaciones que muy probablemente remecerán al mundo, tales como un regreso al proteccionismo o renacionalización de empresas.

De producirse a partir de este año esta nueva transformación, que surgirá a partir del colapso sistémico de la economía mundial, cabe hacernos una pregunta. ¿Gestionará ese cambio el mismo grupo de señores que nos condujo y nos ha mantenido en la catástrofe?


PW

jueves, marzo 13, 2008

2008: En el año del otro derrumbe


Hay ciertos elementos en el aire que auguran malos tiempos. Como aves agoreras, las señales, los indicadores, los gráficos económicos chillan hoy de manera destemplada para alertar sobre un oscuro pronóstico. Un desequilibrio mayor, mayúsculo, que nos lleva a observar con incredulidad alteraciones que hace pocos años no estaban no sólo en nuestros registros, sino tampoco en nuestra imaginación. Que el dólar, la divisa fuerte, ancla, la medida de todos los negocios, la moneda de reserva, rodara por los suelos sólo pudo haber sido el guión de una ficción política económica o los lúgubres vaticinios de un oráculo. O que el petróleo se elevara a más de cien dólares el barril o que un afroamericano ¡y además liberal! sea una carta presidencial en Estados Unidos. Los tiempos están cambiando.

Pero todo ello no parece ser muy nuevo. Lo es en la medida que ha tocado las grandes finanzas, los equilibrios del gran capital globalizado. La oscuridad económica que se avecina ya era percibida y también sufrida por miles de millones de ciudadanos alrededor del mundo, dolor causado, precisamente, por aquel gran capital y su fruición por la ganancia a toda costa. El proceso de las llamadas reformas estructurales a la economía –con privatizaciones, con reducción del aparato y del rol del Estado, con desregulación de todos los mercados, con apertura comercial y austeridad fiscal, entre aquel recetario voceado como el remedio económico universal- iniciado a partir de la última mitad de la década de los 80 y reforzado durante los 90 con el colapso de la Unión Soviética y los países del Este de Europa, o con la tabula rasa que dejaban en nuestras latitudes las dictaduras militares, sirvió para que el gran capital cumpliera con sus objetivos. Nunca en la historia económica reciente –y sólo en los años previos al gran crack de 1929- la desigualdad en la distribución de la riqueza había alcanzado diferencias tan abismales. En un periodo de sólo veinte años la transferencia de riqueza desde toda la población a favor de una minúscula y muy poderosa elite ha hecho del mundo un lugar tan dispar. En solo veinte años los ricos son mucho más ricos, los pobres siguen siendo pobres, y las capas medias están cada vez más empobrecidas. Tras estos antecedentes, vividos en todo el mundo, Estados Unidos incluido (y para ello basta oír un poco los discursos de las campañas de Hillary Clinton y Barack Obama), que hoy el sistema económico tambalee no parece una gran sorpresa.

El deterioro económico y también el colapso de las políticas tradicionales generado por aquellas reformas económicas instaladas en Latinoamérica durante la década de los 90, ha revitalizado los movimientos sociales y creado nuevos referentes políticos que buscan recuperar los vulnerados intereses de la población. Un proceso que demanda la reversión de toda esa institucionalidad construida a favor del gran capital globalizado, que ya, por la evidencia del desastre, no constituye una sorpresa. Sí lo es, en el caso estadounidense, que desde las candidaturas demócratas han elevado, con todos los matices que se quieran hallar, un discurso similar. El problema es el modelo neoliberal, los neoliberales, que en Estados Unidos reciben el nombre de neoconservadores, o el movement conservatism, representado de pies a cabeza por la figura casi innombrable de George W. Bush.

La base del capitalismo de la segunda mitad del siglo XX, o de la posguerra a la década de los 80, de los años de expansión económica, se apoyó en un modelo económico muy diferente al actual, el que elevó los impuestos a las empresas y a los más ricos y fortaleció los sindicados y la capacidad de negociación de los trabajadores. Como consecuencia, surgió una importante clase media con mayor poder adquisitivo y capacidad de consumo que reactivó la economía.

Henry Ford vendía automóviles que podían comprar sus propios trabajadores. Podía hacerlo no porque su compañía u otras pagaran voluntariamente buenos salarios, sino porque la balanza política, desde los años de Franklin D. Roosevelt, estaba inclinada a favor de los intereses de la clase obrera. Hoy en día, tras las reformas estructurales y la desregulación de los mercados, las empresas hacen lo que quieren: pagan impuestos irrisorios, recortan todo tipo de costos laborales, externalizan la contratación de trabajadores, sacan del mercado sin mayores complicaciones a los competidores más débiles. Y como si ello fuera poco, los gobiernos, entregados a los intereses de las grandes compañías, dejan en sus manos actividades consideradas otrora como derechos adquiridos por los ciudadanos. Como bien sabemos, y también sufrimos, negocios pasaron a ser la salud, la educación, el acceso a medicamentos, y todos los servicios básicos.

El economista estadounidense Paul Krugman, en The conscience of a Liberal, publicado en 2007, desarrolla lo que ha sido el auge y la instalación de estas “políticas de la inequidad” desde los años de Ronald Reagan en adelante. Krugman compara el ingreso de la oligarquía de su país hoy en día con los años 20: si durante la llamada “era dorada”, caracterizada por un capitalismo feroz y sin regulación, el diez por ciento más rico obtenía el 43,6 por ciento de los ingresos, actualmente se apropia del 44,3 por ciento. Y lo mismo para los archimillonarios: el uno por ciento más acaudalado obtenía a comienzos del siglo pasado el 17,3 por ciento, en tanto el 2005 el 17,4. Un proceso que arrebató todas las conquistas de la clase trabajadora.

Ricos cada vez más ricos, pero a costa del resto de la ciudadanía. Krugman cita el ejemplo de Wal-Mart, la mayor corporación estadounidense con más de 800 mil empleados. “En 2005 Lee Scott, su director y CEO, ganó 23 millones de dólares (…) una cantidad nada de excepcional entre los gerentes y directores de las grandes empresas hoy en día. En cambio, los sueldos pagados a los trabajadores sí pueden resultar sorprendentes por lo bajos. El sueldo promedio de un empleado es de 18 mil dólares anuales, menos de la mitad, ajustada la inflación, a los sueldos que hace 35 años atrás ganaban los empleados de la General Motors”. Wal-Mart, empresa emblemática de esta nueva economía, es también conocida por su mezquindad en otorgar beneficios de salud a sus trabajadores.

Sobre estas políticas económicas, que han sido exportadas al resto del mundo, no resulta sorprendente el colapso que sufre el sistema financiero estadounidense, el que probablemente se expandirá hacia otras latitudes. Tras casi dos décadas de una sistemática política de opresión y explotación, el trabajador y el consumidor finalmente languidecen. La ambición, la avaricia, el capitalismo en su fase altamente depredadora, parece estar en vías de destruirse a sí mismo.

Immanuel Wallerstein, destacado sociólogo estadounidense conocido por su teoría Análisis del Sistema-Mundo, escribió hace menos de un mes que el 2008 marcará el fin de la globalización, por lo menos tal como la hemos conocido. Para Wallerstein hay en este momento unas cuatro áreas de cambio en pleno curso: “La primera es el fin del papel que tenía el dólar estadounidense como divisa de reserva para el mundo, lo cual hace imposible continuar la política de superendeudamiento del gobierno de Estados Unidos y de sus consumidores. La segunda es el regreso a un alto grado de proteccionismo, tanto en el Norte como en el Sur globales. La tercera es el regreso a la adquisición estatal de las empresas que fracasan y la implementación de medidas keynesianas. La última es el retorno a políticas redistributivas más enfocadas al bienestar social”.


Wallerstein ha venido escribiendo hace años sobre un cambio radical en el sistema capitalista. Los recientes acontecimientos no hacen más que avalar su tesis. “De aquí a 10 años se escribirá acerca de la globalización neoliberal como un oscilamiento cíclico en la historia de la economía-mundo capitalista. La cuestión real no es si esta fase terminó sino si el retorno pendular podrá restaurar, como en el pasado, un relativo equilibrio en el sistema-mundo. ¿O se habrá hecho ya demasiado daño? ¿Estaremos en un caos más violento en la economía-mundo y como tal en el sistema-mundo como un todo?”


La macroeconomía en jaque

La pérdida de valor del dólar, provocada entre otros factores por la debilidad de la economía estadounidense y su déficit monstruoso, sin duda que desequilibra todo el sistema sobre el que se ha basado el capitalismo globalizado. Uno de los más inmediatos efectos será sobre el intercambio de bienes y servicios, flujos que se verán atorados por todas las esquinas. Lo será para los europeos, cuya moneda vale respecto al dólar más de un 50 por ciento que a comienzos de la década. Proyectos fundamentales para la economía europea se verán rezagados y tal vez paralizados sin un poder comprador al otro lado del Atlántico. Y si lo es para la Unión Europea, también para las llamadas economías emergentes, como China e India, que no sólo podrán vivir de los europeos. El dólar bajo y la recesión en Estados Unidos pueden alterar durante este año todas las proyecciones de negocios de estas economías.

Y está el caso de nuestras economías. Entre el 2007 y los meses del 2008 el dólar se ha depreciado respecto al peso en más de un 15 por ciento y no es improbable que este proceso continúe. Hay economistas que llegan a vaticinar un dólar a 400 pesos hacia finales de año, proyección que a la vista del desorden no resulta ni una aberración ni una sorpresa. En una situación como esa, los efectos sobre el sector exportador serán impredecibles, y es muy posible que otras empresas colapsen tal como lo hizo hacia finales del 2007 Bellavista Oveja Tomé.

Por cierto que las grandes corporaciones no se han visto impactadas por el torbellino. Las grandes mineras, la industria de la celulosa obtuvo el 2007 importantes ganancias debido a los altos precios de las materias primas.

Las presiones sobre el gobierno desde los sectores manufactureros y otros, como la agroindustria exportadora, no serán suaves. Una voz que se sumará, como en muchos otros países en este momento, contra la apertura indiscriminada de mercados y los tratados de libre comercio. En México durante estos primeros meses del año ha habido masivas marchas y protestas de los agricultores en contra del TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), las que con sus matices también existen en el País del Norte. Obama ha recogido esta reacción y ha incorporado en su discurso una fuerte crítica al TLCAN por la pérdida de puestos de trabajo que ha representado a los trabajadores estadounidenses.

Hay otro factor de desequilibrio. La inflación, un fenómeno mundial derivado del encarecimiento de la energía, las materias primas y los alimentos, ha tensionado el IPC chileno hasta colocarlo en una expansión anual en torno al ocho por ciento. Un alza mundial que tiene factores especulativos: la volatilidad de otras inversiones, como es el dólar y las mismas acciones, ha impulsado ingentes flujos de capitales hacia los mercados de materias primas. No sólo el petróleo, el oro, sino también el café, la soja, el maíz.

La inflación, relacionada con las bajas cifras de crecimiento de la economía (para el 2008 la proyección para la economía chilena de agentes privados está alrededor del 4,5 por ciento), inhibe la reactivación vía baja de las tasas de interés o mediante una corrección del tipo de cambio para ayudar al sector exportador. Con una alta inflación de por medio, la estrategia clásica de aguantar el chaparrón esta vez sólo sacudirá más el escenario.

Una alta inflación tensiona no sólo las relaciones económicas, sino las laborales y sociales. La pérdida de poder adquisitivo de la población unida a un menor crecimiento empresarial dificulta los reajustes salariales y aumenta el desempleo. La tan voceada política del rebalse, que es y ha sido la estrategia económica chilena de las últimas décadas, se estanca. Como consecuencia, y ya lo hemos comenzado a ver, surge un malestar que puede expresarse en un estallido social.


Publicado en Punto Final

lunes, marzo 10, 2008

CNN en Chile: ¿Big Mac o Cajita Feliz?


Un paso más en el proceso de globalización, en la agenda mundial de comercio y servicios. La instalación de la cadena norteamericana CNN en Chile sólo puede compararse al aterrizaje en Santiago, hace ya más de una década, de la cadena de hamburguesas McDonald´s. Si el restaurante de comida rápida es el primero en el mundo en su género, CNN, bajo la propiedad del conglomerado Time Warner, lo es también en su rubro. En ambos casos, vale medir e interpretar estas operaciones bajo la lógica de la inversión extranjera, que es la búsqueda de nuevos negocios.

CNN es en su sector lo que McDonald’s en la fast-food. Consorcios globales, que han estandarizado en prácticamente todo el mundo no sólo un producto o servicio (en la medida que una Big Mac o una Cajita Feliz más parece servicio que producto), sino también un concepto de vida, éste afín con la lógica del consumo y el statu quo funcional al gran capital.

Lo que CNN ha hallado en Chile es lo que se denomina un nicho de mercado: la transmisión de noticias, en este caso locales y producidas localmente, durante las 24 horas. Un espacio olvidado por los medios nacionales, que por diversos criterios de mercado, han optado por una programación variada, fragmentada y bien modelada por el consumo, el rating y la lógica del espectáculo.

Aun cuando no hablemos sólo del espectáculo, sí hablamos de negocios, de mercado, de servicios, de consumo. Por ello, la diferencia entre lo que hoy ofrece la CNN, y presumiblemente ofrecerá en Chile, con la actual información de los canales de televisión abierta no es más que la distancia que existe hoy en día entre tantos otros productos y servicios, desde zapatillas a telefonía, desde créditos de consumo a automóviles. ¿Cuál es la diferencia entre dos marcas de zapatillas? ¿Cuál entre dos créditos de consumo?

La globalización, bajo los criterios de los organismos internacionales como el FMI, el BM y, para este caso, la Organización Mundial de Comercio (OMC), busca simplemente más inversión y más negocios. No discrimina, y Chile es uno de sus alumnos más adelantados, entre sectores de la economía –es lo mismo que sea del rubro minero, metalmecánica o universitario- ni entre capital nacional o extranjero. Por tanto, el trato es igual para una empresa minera canadiense o chilena, o para una emisora de capital nacional o español. La adquisición reciente del consorcio radial Iberoamerican por el grupo hispano PRISA es una muestra en el territorio de los medios de comunicación, lo mismo que ha sucedido en la televisión, con La Red o Chilevisión, hoy de Sebastián Piñera, pero hace unos años en manos de extranjeros. Sólo una extrema concentración con características monopólicas podría ser impugnada. Y, como es el caso de la prensa escrita, ni eso. El mercado, aquí, como en la banca, las telecomunicaciones, las farmacias y todo el retail, campea a sus anchas.

CNN será un servicio más. Tal vez le quite publicidad a la televisión abierta, pero ese factor es propio de la competencia del libre mercado, tan cara a las misma televisión chilena. Puede influir el diseño de la televisión tradicional, pero también podría verse influida por el estilo de esta TV. Un asunto de competencia de servicios. Diversos productos disputando a potenciales consumidores.

En principio, y porque la televisión digital podría conducir a ciertas modificaciones, la CNN Chile se emitirá a través del sistema de TV cable de VTR, empresa de capitales tan norteamericanos (Liberty Global) como la cadena informativa. En el comunicado para anunciar esta nueva inversión, VTR destacó los aportes a la “pluralidad de su oferta programática”, anuncio sobre el que cabría recordar los alcances de aquella “pluralidad”: VTR se ha negado sistemáticamente, lo mismo que Telefónica a través de su sistema de cable, a emitir las informaciones de la cadena venezolana de noticias TeleSur.

VTR tendrá sus motivos para optar por una alianza con CNN y no con TeleSur, la que no tiene relación con esa “pluralidad”, sino, además de las proyecciones comerciales, con una afinidad ideológica. Una alianza estratégica entre inversionistas extranjeros puede ser muy útil para defender intereses, sean estos comerciales, políticos e ideológicos. La firme presencia en Chile del consorcio radial de PRISA sin duda que también, negocios mediante, está aquí para defender las ingentes inversiones españolas.

CNN es informativa y puede también parecer pluralista. Una mera apariencia que se acaba cuando el statu quo, la institucionalidad afín a los negocios y al gran capital, se debilita, o cuando los movimientos sociales y voces de la Izquierda comienzan a copar la agenda informativa, tal como hoy sucede en varios países latinoamericanos. No sólo podemos recordar el triunfalismo de algunos reporteros de la CNN “incrustados” entre los batallones de los marines durante la invasión a Irak, sino la abiertamente sesgada cobertura que esta cadena ha otorgado al gobierno de Hugo Chávez y Evo Morales.

Un tipo de cobertura que seguramente irá incluida en el nuevo servicio.

PAUL WALDER

Publicado en PF