WALDERBLOG - "El desvío de lo real"

viernes, mayo 23, 2008

El largo y prematuro adiós de Michelle Bachelet

La cuenta anual de este 21 de mayo de Michelle Bachelet ante el Congreso Pleno ha sido la tercera de su mandato. En rigor ha sido el penúltimo gran discurso –ha durado poco más de dos horas-, pero políticamente ha sido el último. Cuando el próximo 21 de mayo del 2009 Bachelet le hable al país y al Congreso éste será una despedida: Chile, y con especial énfasis la clase política, estará en la víspera de la campaña para una elecciones presidenciales en diciembre.

Sin grandes expectativas, no hay grandes frustraciones. Tampoco ha habido sorpresas. Bachelet, cuyo eje programático se ha acotado y desarrollado bajo la idea de la protección social, un concepto, sin duda cálido que no pugna con la imagen maternal, ha sido también la piedra angular de su cuenta anual. Lo realizado y lo prometido colinda con un gobierno que protege, que cuida, que arropa a los más necesitados. No fue un detalle cualquiera la referencia que hizo la presidenta a los ciudadanos de Chaitén, desplazados por la erupción del volcán y hoy en busca de nuevos rumbos en otros lugares del Chile. Ella, junto a miembros de su gobierno, estuvo bajo el volcán o muy cerca de él en ropa de campaña ayudando a las miles de familias damnificadas. Durante un par de semanas Bachelet pudo demostrar en terreno, frente a las cámaras de televisión y ante todo el país, qué es capaz de hacer para proteger a sus ciudadanos, a sus gobernados, a sus electores.

Y así también en el mensaje a la nación. Recordó las pensiones de vejez que a partir de este año comenzarán a cobrar quienes durante su vida no lograron reunir los fondos suficientes para una jubilación, tal vez la iniciativa más trascendental de su gobierno, el aumento de la cobertura de educación preescolar, en especial para los hijos de las familias más pobres, o la ampliación de las becas para programas de postgrados en el extranjero. Recordó eso y otras obras, y también anunció, prometió muchas más: como el bono de 20 mil pesos adicional a los jubilados para amortiguar la inflación, la entrega de 30 mil computadores a preadolescentes de altas calificaciones escolares que pertenezcan a los grupos más pobres, recorte de impuestos a las pymes para la adquisición de maquinaria. Y más en lo propiamente político anunció la insistencia de su gobierno por conseguir que el Congreso apruebe este año el derecho a voto de los chilenos que residen en el exterior. Una ovación sacó la presidenta cuando también persistió en otro ámbito: la entrega gratuita de la píldora del día después, obstaculizada por el Tribunal Constitucional y grupos ultraconservadores, se podrá realizar a través de los municipios. Probablemente en un año de elecciones municipales ni tan siquiera los más conservadores se atreverán a impedir la ejecución de esta política sanitaria masivamente apoyada por la población.

Para la oposición, un mensaje lleno de falencias, que no resolverá en nada los verdaderos problemas de los chilenos. Afirmaciones que exhiben una cara de la realidad, pero también esconden la otra, que es, en estas y otras ocasiones, la función de la oposición. Porque la oposición a su mensaje no estuvo en aquellos salones.


Por cierto que eso es lo que ocurrió al interior del Congreso Nacional. Afuera, frío y lluvia, mil quinientos policías, tres grandes cercos de seguridad. Si a pocos metros del recinto se instaló un par de decenas de adherentes invitados, en el extrarradio algunos miles de manifestantes –trabajadores subcontratados del cobre, deudores habitaciones, dirigentes de la salud, estudiantes, pescadores artesanales, entre otros grupos- intentaban expresar su repudio a la cuenta y los anuncios que se sucedían al interior del Congreso. Pese al enorme despliegue policial, fue la lluvia el factor que disuadió con antelación a los activistas. Inusualmente, los carabineros consiguieron atrapar a escasos cien manifestantes.

Bachelet, lo mismo que los anteriores gobiernos de la Concertación, reitera y aplica el mismo patrón. Mercado, más mercado, y protección social acotada en los grupos más vulnerables, como los niños más pobres, los ancianos al borde de la indigencia, como los damnificados de Chaitén. Una política sin duda que suscita apoyos, consensos, pero que es también insuficiente, como el bono de veinte mil pesos a los ancianos para mitigar las alzas de los alimentos y servicios básicos durante este invierno o el computador a los adolescentes pobres. Quien conoce los males sociales de Chile observará y tal vez aplaudirá estas políticas en todos sus alcances, pero especialmente verá todas sus limitaciones.

Bachelet no ha tenido mucho más que decir. No ha propuesto nuevas ideas, sino que ha aplicado las ya conocidas. Pero tampoco se ha aventurado a aplicar nuevas fórmulas a los nuevos problemas. Nada o casi nada contra la creciente inflación que, precisamente, por ser alimentaria y de combustibles, afecta a los más vulnerables. Nada o muy poco para desarrollar nuevos programas energéticos en un país altamente dependiente de los caprichos de la naturaleza, como lo es la energía hidroeléctrica, o de las veleidades del mercado, como sucede con el petróleo y los hidrocarburos. Y prácticamente nada para resolver el malestar con la educación pública: ni los computadores, ni la gratuidad en la Prueba de Selección Universitaria para los buenos alumnos lograron satisfacer a los estudiantes. Ellos piden una reforma global.

A la mañana siguiente los anuncios se han desvanecido. Santiago amaneció con diez colegios y dos universidades en toma en protesta contra el proyecto de Ley General de Educación, el petróleo llegó a los 135 dólares en los mercados internacionales y la inflación interna continúa su proceso de acumulación. Afortunadamente algunos dioses han sido condescendientes con los chilenos: la lluvia ha vuelto a rellenar los embalses para la generación eléctrica.
Publicado en Terra Magazine. En este blog, con persimo de Paul walder y de Terra.

lunes, mayo 05, 2008

Crisis alimentaria, efectos del capitalismo hipertrofiado


Podría ser otra burbuja, pero esta vez con efectos siniestros y mortales. La ética de los mercados, de los apostadores de las bolsas y otros jugadores, sólo tiene un objetivo numeral, que es la ganancia fácil, a corto plazo, la multiplicación instantánea de los beneficios. Desde que los grandes tahúres mundiales vieron un nuevo espacio de especulación en los alimentos –un bien por definición necesario, vital- su precio se ha desbandado. Lo que los operadores de mercados habían venido haciendo, que es la inversión y especulación, en áreas como las finanzas, la vivienda, los servicios de toda índole, más adelante lo hicieron con fuerza y obstinación en las materias primas. Hoy, bien sabemos, el cobre, el petróleo, el oro y otros commodities, marcan precios históricamente altos, y sin señales de retroceso. Ahora, como la última vuelta a la misma tuerca, es también el momento de los alimentos.

La ambición, que es la naturaleza propia de estos mercados, del capitalismo a fin de cuentas, ha descubierto un nuevo foco de negocio en un bien tan humilde como los alimentos básicos, los granos, desde el arroz, el trigo, el maíz, la soya, todos de consumo humano o animal. Especular con los granos, con los cereales, es apretar la cadena alimentaria desde la base. Elevar su precio, que en la actualidad ha sido en no pocos casos doblarlo, es desde luego trasladar esta carestía a todos los otros alimentos, como, por ejemplo, la leche o la carne, que son derivados de los granos. Un grano como la soya, que también ha subido de forma histórica su precio, se emplea básicamente como alimento animal, empujando al alza, por cierto, todo el espectro alimentario calórico. Según información de la Food and Agriculture Organization (FAO, entre marzo del 2007 y abril del 2008 los aumentos de algunos precios internacionales han sido los siguientes: el arroz ha subido un 163 por ciento; el trigo, 110; maíz, 45 por ciento, lácteos, un 70 por ciento.

El fenómeno, iniciado hace ya más de un año, ha derivado en el 2008 hacia rasgos de crisis mundial con efectos no sólo en una nueva crisis humanitaria en los países más pobres y débiles, como el Africa subsahariana o algunos caribeños y centroamericanos, sino en una fuente cierta de desestabilización social y política. Las advertencias han venido de forma insistente y dramática desde todas las agencias internacionales, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la FAO, y, por cierto, las Naciones Unidas. Su secretario general, el coreano Ban Ki-Moon habla de “una auténtica crisis mundial”.

“Cualquier muerte por hambre es un asesinato”

Aun más enfático y dramático en su alarma ha sido el relator de las Naciones Unidas para la alimentación, el suizo Jean Ziegler. La potencia de sus palabras queda en evidencia: “Cada cinco segundos, un niño menor de diez años muere de hambre o por sus secuelas inmediatas. Más de 6 millones en 2007. Cada cuatro minutos, alguien pierde la vista debido a la falta de vitamina A. Hay 854 millones de seres humanos gravemente infraalimentados, mutilados por el hambre permanente”.”Esto ocurre en un planeta que rebosa de riquezas. Por tanto, esta masacre cotidiana por el hambre no obedece a ninguna fatalidad. Detrás de cada víctima hay un asesino. El orden mundial actual no sólo es mortífero, además es absurdo. La masacre está instalada en una normalidad inmóvil. Cualquier muerte por hambre es un asesinato”.
En el corto plazo, y tal vez en el mediano, no hay ninguna señal de una caída o disminución en los precios. Todos los factores juegan en contra, amplificando el síndrome. Otras causas son los miedos atávicos a la carencia de un bien tan básico y fundamental como el arroz o el maíz, lo que ha generado todo tipo de reacciones que presionan aún más en los precios. La ONU, la FAO, el FMI o el BM sólo pueden alarmarse. Ante el mercado, ante ya varias décadas de liberación de los mercados, fenómeno, recordemos, promovido con entusiasmo a toda prueba por agencias como el mismo BM y el FMI, y claro está, por la hoy en decadencia OMC (Organización Mundial de Comercio), es poco lo que se puede hacer. Y a los actuales precios, hasta la ayuda humanitaria será escasa. Entre las causas, complejas y enrevesadas, de tan brutal inflación, es posible detectar las siguientes:


*Las crisis hipotecarias y financieras, la inestabilidad en los mercados de divisas, el complejo panorama económico que sufre la economía estadounidense han presionado a los inversionistas y especuladores a buscar otros tipos de instrumentos de inversión. Ya no tanto los bonos y otra diversidad de papeles y derivados de esos papeles, sino el retorno a lo clásico: materias primas, en un comienzo, y ahora los granos. Un ingreso impetuoso, que ha duplicado en varios rubros los precios colocándolos en niveles históricos. Pero esta vez el casino financiero tiene efectos perversos directos: como ha dicho el director de la FAO, el senegalés Jacques Diouf, por cada punto porcentual que suben los alimentos son 16 millones las personas en el mundo que se condenan al hambre, a la muerte.

*Hay otro factor inmediato que ha influido en el aumento de los precios y su especulación. El alza del petróleo, que es también un efecto de la especulación, tiene una doble consecuencia en la carestía de los granos. Está, de partida, el mayor costo en el transporte de los alimentos, y está, en un lugar predominante, el uso de los alimentos como insumo para elaborar biocombustibles.


*La economista Vandana Shiva escribió hace unas semanas un artículo sobre los biocombustibles, sobre su tremendo impacto en el precio de los alimentos y su prácticamente nulo efecto sobre el mercado de los combustibles. “Un remedio peor que la enfermedad” alerta. El primer efecto está más que claro: “El presidente de EEUU ha prometido el pasado diciembre un gran salto en la producción de biocombustibles de aquí a 2020. Eso empuja a tal punto al alza la demanda y los precios del grano, que los pobres van a quedar literalmente fuera de los mercados de alimentos”.

El segundo efecto, dice, ya comienza a observarse. “Las cuentas también valen para los EEUU, si en lo venidero, y conforme a las previsiones del gobierno, se dedica el 20% de la cosecha de maíz a la producción de etanol. Con la cantidad de combustible así producido, sólo puede substituirse el uno por ciento del consumo anual de petróleo. Si se usara toda la cosecha de maíz para la producción de etanol, podría substituirse un escaso 5% del actual consumo de petróleo. ¿Quién puede sostener seriamente que aquí se perfila una alternativa para enfrentarse a la tan temida clausura de las fuentes del petróleo?”


El mercado, aquel libre juego de la oferta y la demanda, es hoy un chiste cruel. Porque esta crisis especulativa no tiene relación con la oferta y la demanda. La crisis sucede en un periodo de producción normal, incluso de expansión de la producción. El exceso, la redundancia, la hipertrofia capitalista, la globalización nihilista, el libre mercado llevado al paroxismo es lo que ha conducido a la situación actual, que no sólo es la condena a muerte de millones de personas. Es también el comienzo del repliegue de los mercados tal como los hemos conocido durante las últimas décadas, lo que se observa en el actual caos comercial, en el miedo, el pánico, en el desabastecimiento. Los miedos ancestrales que han angustiado a tantas generaciones vuelven a expresarse en toda su brutalidad junto -¡qué paradoja!- el consumo masivo de bienes de la alta tecnología. Acaparamiento irracional de alimentos, cierre de fronteras, reducción de las exportaciones, aumento del proteccionismo a fin de cuentas. El sistema de mercado se rompe por lo más básico y humilde, que son los alimentos.


Las organizaciones internacionales, que prevén una crisis social, han detectado hasta el momento 37 naciones conflictivas. Y no sólo africanas o del Tercer Mundo. Entre ellas está México, país, recordemos, de la OCDE, y miembro del TLCAN. El precio de la tortilla, alimento básico de maíz, ha subido en un 30 por ciento y seguirá subiendo. Los conflictos y las revueltas están en su comienzo, como advierten y alertan las agencias internacionales. De seguir así, ha proyectado la FAO, la población mundial subalimentada subirá de los actuales 800 millones a 1.200 millones para el año 2025.

PAUL WALDER

Publicado en Punto Final